Una flor en el desierto demográfico

ASTURIANOS EN SANTO ADRIANO: Jesús Fernández

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Jesús Fernández, arqueólogo y director del Ecomuseo La Ponte. Natural de Santo Adriano, de 46 años, este arqueólogo e investigador universitario del prestigioso programa Ramón y Cajal dirige en su concejo natal una entidad cultural que ya ha recibido dos renombrados galardones por su labor en defensa del patrimonio campesino local

Jesús Fernández Fernández, de 46 años, nació en el antiguo Hospital Militar de Oviedo porque su padre era trabajador de la Fábrica de Armas de Trubia. Pero se crio en Villanueva de Santo Adriano, de donde es su familia. Arqueólogo doctorado en la Universidad de Oviedo, con un posdoctorado en Oxford, es uno de los investigadores del programa Ramón y Cajal, la élite de la investigación en España. Dirige La Ponte Ecomuseo, una iniciativa cultural que tiene su sede en el centro de empresas de El Sabil y que ya ha recibido dos importantes distinciones (Premio Hispania Nostra y el Leading Culture Destination Award). La Ponte sostiene cuatro empleos y desarrolla distintas actividades para tratar de conectar –lo que hace una ponte– "el conocimiento científico, universitario y académico con el conocimiento local, el conocimiento campesino, que siempre se despreció". La Ponte organiza visitas guiadas y talleres sobre el patrimonio del concejo, y trabaja en distintos proyectos de investigación acerca de la toponimia o la memoria oral. Ahora están desarrollando, en colaboración con una asociación islandesa, el proyecto "Tierra de mariposas", para "poner en valor las contribuciones de las mujeres a la construcción de los paisajes culturales rurales en Europa". Desarrollan una serie de talleres con la población local para recuperar todo el patrimonio inmaterial vinculado a las mujeres y su papel en la sociedad. "Con todo el conocimiento que recuperemos a lo mejor publicamos un libro o una monografía, pero también contactamos con un colectivo de artistas franceses para que busque una forma de comunicarlo que no sea académica. Los artistas van a estar aquí, en Villanueva, trabajando con la gente y tendrán total libertad para hacer lo que quieran". Jesús forma parte capital del proceso de regeneración demográfica que vive Santo Adriano desde finales de la primera década del siglo XXI. Esta es su visión de Santo Adriano, una flor preciosa en el desierto demográfico asturiano:

"Ya sabes que los historiadores somos muy de cronologías, así que la evolución del concejo la dividiría en tres etapas. La primera llega hasta los años 90 del pasado siglo XX, cuando todavía había cierta vidilla en el pueblo. No éramos muchos, pero había todavía algún crío y tenía con quien jugar. Todavía vivía mucha gente mayor que estaba activa en el campo. Había varias familias con ganadería. Ibas por los caminos, por el monte, y te encontrabas con estos paisanos que, de aquella, ya estaban a punto de la jubilación. Pero andaban por ahí dando guerra todavía".

"Desde principios de los años noventa, esto ya empezó a decaer. Es la segunda etapa. Por el impacto de la Política Agraria Común empezaron a desaparecer las pequeñas ganaderías familiares. La actividad se orientó a cabañas más grandes. Y empezaron a desaparecer esos paisaninos, ya mayores, que tenían cuatro o cinco vacas, casi por afición, pero que andaban por el monte, mantenían los prados limpios, daban esa vidilla. Esos empezaron a desaparecer. Ya en los años 90 ibas por los caminos de monte y ya no te encontrabas a nadie".

"En los años 90, además, la gente de mi edad se fue yendo. Por el rango de arriba cada vez quedaba menos gente y por el rango de edad inferior también. Fueron años de mucha pérdida demográfica. Santo Adriano tocó fondo. Las políticas turísticas, que se empezaron a implementar en esos años, tuvieron un efecto muy tibio. Quedó claro que la Senda del Oso no iba a ser la panacea. Se abrieron algunos alojamientos, pero no tuvo un efecto demográfico claro".

"Y luego llegó la tercera etapa, a partir de la crisis de 2008. Ahí hay un cambio. Uno de los efectos que esa crisis fue una cierta vuelta al pueblo. Yo los llamaba ‘refugiados de la crisis’ porque venían a refugiarse al pueblo. Habían perdido sus trabajos en la ciudad. Y vieron que, pese a todas esas luces de color y neón del mundo urbano, al final acabas viviendo en un bochinche de 30 metros cuadrados y cobrando un sueldo que no te llega ni para apagar el alquiler. Esa gente vuelve para el pueblo, donde con 400 euros vive relativamente bien".

"Venían al pueblo no solo refugiados en el sentido económico, también en un sentido social porque un pueblo es un sitio donde vive poca gente que se preocupan enseguida por ti, que te da apoyo, ayuda. Eran refugiados sociales que buscaban otra forma de vivir, de convivir, que no es la urbana, donde estás solo ante el mundo y nadie te va a ayudar a nada".

"Un geógrafo nos diría que el concejo de Santo Adriano es casi zona periurbana. Es verdad que estás a veinte minutos de Oviedo o a media hora de Gijón, a 25 de Parque Principado, pero a la vez es un territorio totalmente rural y desindustrializado".

"Santo Adriano tiene ese potencial: la ventaja del mundo periurbano y la ventaja de que es superrural. Esa primera oleada de refugiados económicos que viene con la crisis de 2008 está formada por gente urbana, necesitan ir al cine de vez en cuando. No se van a vivir a Taramundi; van a buscar un sitio donde puedan tener lo bueno del mundo rural y lo bueno del mundo urbano".

"A partir de 2008 empieza a instalarse en Santo Adriano algo de gente en esos perfiles. Entonces, también desde mi perspectiva, empieza a llegar gente con la que también puedes contar. Tienen un perfil parecido al que yo tenía. Esa gente que volvía eran personas que habían estudiado en la Universidad, a los que les podías contar el proyecto del Ecomuseo y podían más o menos compartirlo. A partir de ahí empezamos a crear grupos de trabajo, a mover cosas como el Ecomuseo y otras".

"Y entonces se empieza a notar cierta revitalización demográfica. Estas cosinas hechas desde abajo al final tienen un impacto mucho mayor que la Senda del Oso. Si trabajas en el día a día, haces que la gente esté se integrada en algo, que tenga esa idea de comunidad, se genera una dinámica un poco más artesanal, vamos a decirlo así".

"Santo Adriano es de los pocos concejos que crecen ahora en demografía en Asturias y nos preguntan dónde está el milagro. No hay ningún milagro. Es un trabajo de artesanía, de años, que empieza a ver sus frutos poco a poco. Hay gente que le quita mérito y dice: con que vengan cinco a un concejo tan pequeño (277 habitantes censados), ya crece. Bueno, sí, pero tienen que venir esos cinco. En los años 90 no solo no venían, es que marchaban".

"¿Y por qué vienen? Vienen porque, por ejemplo, hay un centro de empresas en El Sabil que los acoge y donde pueden desarrollar su proyecto; porque la gente necesita trabayar. Ese centro de empresas hace diez años estaba abandonado, con goteras y ratas viviendo. Ahora está lleno. Y vienen también porque hay una actividad cultural. Es un pueblo donde hay vidilla, hay una asociación de vecinos superactiva que nació después de la crisis de 2008. Es otra de las patas clave dentro de este análisis. La asociación de vecinos generó mucho tejido social, mucho sentimiento de comunidad y hacen muchísimas cosas. Generan una dinámica, en el pueblo hay vida y actividad. Por ejemplo, en Navidad pusieron unas luces que no tenían nada que envidiar a las de Oviedo. Y están hechas desde lo colectivo, no desde la inversión pública".

"Generar esas dinámicas culturales que hace la asociación de vecinos, también lo que hace La Ponte, y ese trabajo de dinamismo económico que se hace en el centro de empresas de El Sabil, y un Ayuntamiento que escucha y ayuda, todo eso junto, genera un ecosistema económico social y cultural que hace que el pueblo sea atractivo para gente que viene a vivir y a quedarse en él".

"Se están creando tejidos sociales que hacen que esa gente venga aquí a montar una empresa y enseguida se sientan parte del pueblo. Yo los veía por ahí poner las luces de Navidad como cualquier vecino de toda la vida. Y eso no lo hay en otros sitios. No ye tan fácil integrarse en un pueblo. Ye una de las cosas más difíciles que hay, para los que lo hayan hecho".

"Y ahora a la ola de refugiados de 2008 se suma la ola de refugiados del covid, diríamos. Ahora, además, hay otro fenómeno, que es la vuelta de jubilados que son de Santo Adriano, con casa aquí. La crisis de la pandemia hizo que toda esa gente que venía al pueblo prácticamente todos los fines de semana ya se quedara definitivamente. Hubo varias familias que decidieron quedarse definitivamente en Villanueva. Ahora hacen lo contrario a lo que hacían antes: están de continuo en Villanueva y de vez en cuando van a Oviedo".

"Pero, ojo, en el censo esto no se ve. Cuando hablamos de demografía nos basamos en los censos, pero yo ahora te estoy hablando de otra cosa, no de población de derecho, te hablo de la población de hecho. De los que viven aquí. Porque a los que han venido se suman los que estaban censados en Santo Adriano pero que no vivían aquí de continuo y ahora sí. Hicimos el recuento y en Villanueva ahora mismo habrá más de cien personas de continuo. A mediados de los años noventa seríamos cuarenta".

"Todo eso hace que hayamos entrado en un giro demográfico. Ya tocamos suelo y estamos en una cierta estabilización. Pero este ecosistema que construimos es frágil, depende de que todos los actores estemos alineados en la misma dirección. Estos ecosistemas hay que cuidarlos. Lo que está pasando en Santo Adriano no es lo que está pasando en el resto de zonas rurales de Asturias. Digamos que es como una flor en el desierto, que crece. Es como un pequeño milagro. Lo lógico es que donde florece algo milagroso se cuide. Eso tendría que tenerlo en cuenta la Administración regional, todas las administraciones. Y luego también todos tenemos que ser conscientes de que eso tiene su fragilidad y que todos tenemos que ceder y dar, no solo coger y pedir".