Serie "Asturianos": Sobrescobio

Manuel y Marlén son unos materialistas muy naturales

«Mucha gente quiere volver al pueblo, pero faltan viviendas de alquiler» 

ASTURIANOS EN SOBRESCOBIO: Manuel Persa

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Manuel Persa, diseñador. Junto con su esposa, la arquitecta Marlén López, este diseñador ha abierto en el pueblo de Ladines el Laboratorio Biomimético, un innovador taller habilitado en una cuadra donde experimentan, imparten formación y organizan actividades divulgativas en torno al desarrollo de nuevos materiales que tengan como bases residuos naturales biodegradables o soluciones técnicas inspiradas en el diseño de la naturaleza.

«Yo me llamo Manuel Pérez Sánchez. Pero hace tiempo uní el Pérez y el Sánchez, para que fuera Manuel Persa y todos me conocen así. Tengo 41 años, soy de Pola de Gordón. Terminé el bachiller y vine a estudiar diseño gráfico a la Escuela Superior de Arte, en Avilés. Mi mujer es Marlén López Fernández. Es arquitecta. Los abuelos eran de Ladines, ya fallecieron. Ella venía a pasar los veranos con ellos. Ellos fueron los que la introdujeron en el mundo de la naturaleza. Se llamaban Aníbal y Amadina. Tuvieron durante mucho tiempo un bar aquí, hace 30 o 40 años. Nosotros ahora estamos viviendo en la casa que era de ellos».

«Nosotros dos nos conocimos en las fiestas de Grado. Ella fue por unos amigos y yo fui por otros, pero esos amigos se conocían entre ellos. Y, bueno, en un momento de la noche nos cruzamos (risas). Ella había estudiado en La Coruña. Fue justo al terminar, estaba terminando el proyecto de fin de carrera. Después de conocernos, nos fuimos a Barcelona a hacer máster, sobre 2009. Estuvimos un año y luego volvimos a Gijón. Yo empecé en una agencia de publicidad, donde estuve seis o siete años, y ella de arquitecta en una tienda de mobiliario. Luego se fue a la Universidad, estuvo en el Media Lab».

«Con el tiempo me cansé de trabajar para otra gente y pensamos en ponernos por nuestra cuenta. Fue cuando montamos un estudio de diseño y de interiorismo. Hacemos imagen corporativa completa y las oficinas. También para restaurantes. El estudio se llama Volumínica. Luego empezamos también a hacer proyectos de escaparatismo, diseños más efímeros, donde podíamos permitirnos cosas un poco más vanguardistas. Entonces empezamos aprender sobre biomateriales, a tratar la sostenibilidad como un recurso más».

«Vimos que aquello estaba cogiendo mucho tamaño y que queríamos meternos también en el tema de la formación. Porque veíamos que la gente quería aprender todo aquello que nosotros sabíamos por la vía de la experimentación. Ahí fue cuando nació Laboratorio Biomimético. Empezó en Gijón, pero enseguida nos vinimos a Ladines. Fue cuando la pandemia. Nosotros siempre pasábamos temporadas en Ladines, siempre escapábamos de la ciudad para ir al pueblo, y ahora ya hemos dejado de escapar».

«La base económica nuestra sigue siendo en gran parte Volumínica, el estudio de diseño. Pero el Laboratorio Biomimético, con el que llevamos casi tres años, está creciendo muy rápido. Es un proyecto innovador, muy relacionado con la naturaleza, con la sostenibilidad y el entorno rural, y eso funciona muy bien».

«Lo que hacemos en Laboratorio Biomimético es principalmente investigación. Hicimos una metodología donde observamos la naturaleza y luego nos vamos al taller, un taller que hicimos en una cuadra, y ahí hacemos esa transición de la inspiración en la naturaleza al diseño y la fabricación,. Tenemos impresoras 3D, corte láser y ahora compramos una CNC... (corte por control numérico)».

«De ahí sale un mundo que cosas. Es lo que decía David Attemborough después de 3.800 millones de años de evolución en el mundo hay millones de especies animales y vegetales, así que hay otras tantas soluciones diferentes al problema de mantenerse con vida. Así que ahí tienes todas las soluciones que quieras de adaptación al medio. Nosotros, lo que podemos hacer es observar cualquier organismo y tratamos de adaptar esas soluciones a los problemas de diseño que tenemos los seres humanos».

«La investigación que más avanzada tenemos es la de biomateriales. Convertimos residuos agroalimentarios –posos de café, pieles de naranja, de la magaya de la sidra, del bagazo de la cerveza– en materiales biodegradables que al final de su vida útil ni tienen que pasar por un compostaje. Los podríamos tirar en un prao, se degradarían y serían nutrientes para la tierra».

«Todo lo que experimentamos lo aplicamos para proyectos nuestros en Volumínica. Pero la mayor parte del Laboratorio Biomimético ahora viene de formación. Y organizamos distintas actividades, el Summer Lab (este año se celebró del 25 de junio al 2 de julio) es nuestro taller fetiche. Traernos a la gente a un entorno rural como éste. Es como un retiro, un campamento para adultos. Les ofrecemos alojamiento, les damos de comer. Sólo tienen que venir cada tarde a disfrutar y aprender sobre lo que nosotros experimentamos. (El próximo día 16 celebran otra actividad: la última sesión de su Escuela de Biodiseño, orientada a familias con niños)».

«Ahora queríamos hacer una factoría, estamos a ver cómo conseguimos inversión y, en una nave, escalar lo que estamos haciendo. Con la cáscara de castaña estamos teniendo resultados muy interesantes. Ya nos estamos poniendo en contacto con productores en el Bierzo y en Galicia que cojan mucha castaña para recuperar esa cáscara y hacer paneles grandes, que se puedan mecanizar incluso. Esos paneles tendrían función decorativa y aportarían aislamiento acústico, que es muy importante en una oficina: mucha gente hablando por teléfono y te vuelves loco».

«En Ladines hay como 30 habitantes y los únicos niños son los nuestros. Aquí los niños son muchísimo más libres. En la ciudad no puedes soltarlos y que se vayan por ahí a su aire. Yo pensaba que me iba a agobiar un poco aquí, pero no. De hecho ahora, cuando llego a la ciudad, me paro en un semáforo y digo: ‘¿Pero por qué tengo que estar aquí 30 segundos esperando a que se ponga esto verde?’ Además, coincidió que vinieron también a vivir dos parejas jóvenes como nosotros. Y luego está la gente mayor del pueblo. Desde luego, las conversaciones que podemos tener con esas personas son muchísimo mejores y más interesantes que las que teníamos muchas veces con la gente de nuestra edad en la ciudad».

«Sí, notamos que muchos quieren cambiar y venir a los pueblos. De hecho, ahí hay cinco proyectos de personas que han comprado y que quiere venir. No todos pueden a venir a teletrabajar, hay trabajos que no te lo permiten. Pero bueno también hay quien está yendo a trabajar en la ciudad. De todas formas, para los que quieren venir, uno de los problemas es que no hay alquiler de vivienda. Esas parejas de las que te hablé consiguieron unos apartamentos rurales en alquiler de larga duración. Pero lo normal es que sea muy complicado. Lo bueno sería que pudieras venir a probar, en una viviendas de alquiler, y luego si te gusta la experiencia, decidir si te quedas y compras».