Me quedo en el pueblo

Ganadera por convicción

Paloma Camino dejó su trabajo de guarda de coto para dedicarse a tiempo completo a criar vacas, cabras y ovejas

Paloma Camino Parajón, junto a sus hijos Neyla y Mateo, con uno de los xatinos de su ganadería.

Paloma Camino Parajón, junto a sus hijos Neyla y Mateo, con uno de los xatinos de su ganadería. / Ana Paz Paredes

Paloma Camino Parajón es una ganadera de raza. Desde muy pequeña creció en una familia ganadera y, en un determinado momento en que le resultaba imposible combinar esta actividad con otros trabajos, optó por dedicarse a tiempo completo a un oficio que lleva en la sangre. «Soy ganadera desde que nací. Antes de dedicarme por completo a mis animales estuve trabajando de auxiliar de veterinaria y, tras estudiar y formarme para ser guarda de coto, trabajé como tal en Villaviciosa. Sin embargo, llegó un momento que resultaba imposible compatibilizar ambos trabajos y decidí dedicarme por completo a la ganadería», señala esta mujer combativa y luchadora que tiene a su cargo unas 25 vacas, además de ovejas, cabras, conejos, caballos, cerdos y gallinas.

La ganadera, defensora de sus animales, del trabajo en el campo y del respeto a quien lo habita, se lamenta de las trabas burocráticas que su sector tiene que afrontar y hace especial énfasis en los ataques del lobo. «Antes de que el lobo entrase en el catálogo de especies protegidas (Lespre), no hacían nada, y ahora que está protegido están con las manos atadas y lo mismo. A mí me mata una cabra, una oveja, un burro y me dicen eso de que el animal vale 150 euros. Pero si yo mato un lobo me arruino la vida. ¿Qué diferencia hay entre sus animales y los míos? Y no sólo esto, también el oso va a terminar siendo un problema, que no va haber collares, ni cierres, ni perros que los pare», afirma. Camino sufrió el año pasado un ataque del lobo a sus ovejas en el que sus mastines resultaron heridos.

La ganadera, que es madre de dos hijos, Neyla y Mateo, afirma que la conciliación la organiza «rápido». Y relata su día a día: No hay tiempo para pararse. Me levanto a las siete de la mañana, llevo los críos al transporte escolar que los viene a buscar y en cuanto marchan arranco ya con los animales. Tengo animales en la cuadra, pero también subo todos los días para el monte a ver a las ovejas, expuestas al lobo. Llevo muy mal que me enfermen los animales. Tres vacas las libramos de la fiebre del mosquito, las cogimos a tiempo, pero la lengua azul es fulminante con las ovejas. Tienes que subir todos los días para controlar los animales», explica.

Paloma Camino, que nació como bien dice ella «siendo ganadera», hizo la incorporación el año pasado aunque el «CEA (registro de explotación ganadera) ya lo tenía hace tiempo, pero entonces no tenía la cantidad de animales que tengo ahora. Nunca pedí ayudas ni subvenciones de ningún tipo, pero en esta ocasión sí lo hice con la ayuda a la primera incorporación. Si ye mío, van a dámelo. Eso sí, también hay detrás toda la letra pequeña. Los requisitos que hay que cumplir en cinco años no son moco de pavo, no te regalan el dinero. Pasado ese periodo de cinco años de estas incorporaciones, vamos a ver quién realmente ye ganadero, y quién no», añade.

La pasión que siente por su oficio y por vivir en su pueblo hacen que cada día se levante con la misma fuerza para trabajar. Dice que sí se puede vivir y trabajar en el pueblo «pero con muchísimo esfuerzo. Hay mucha promoción para que la gente se incorpore al mundo rural, pero por ejemplo aquí la carretera hasta mi pueblo está fatal y pasa el transporte escolar, y quitaron horarios del tren fundamentales. Luego, desde la Consejería nos piden que hagamos un montón de gestiones usando aplicaciones que la mayor parte no sabemos utilizar, por muy fácil que digan que son, y además aquí internet va fatal con lo que pierdes muchísimo tiempo. Tiempo que necesito para atender a mis animales».

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