Oviedo, Marcos PALICIO

El «viejo» viaducto tiene sólo catorce años y la jubilación a menos de dos. La Autovía del Cantábrico dejará sin utilidad el puente que actualmente salva la Concha de Artedo, en Cudillero, y que será sustituido por otro más largo y más alto, el más alto de Asturias, según la Delegación del Gobierno. El Ministerio de Fomento aún no ha decidido qué hará con la construcción actual, pero todo apunta a su eliminación después de noviembre del próximo año, cuando se prevé que esté abierto al tráfico el tramo de autovía Muros de Nalón-Las Dueñas.

Al alcalde de Cudillero, Francisco González (PSOE), por cuya intercesión se desechó el proyecto inicial para hacer un nuevo viaducto de cuatro carriles en lugar de desdoblar el actual o construir otro paralelo, le aparece «lógico» que sólo un puente cruce en el futuro la línea del horizonte en la Concha de Artedo. «Todo el mundo adivina» el futuro de un viaducto con fecha de caducidad que pronto «carecerá de servicio», afirma. «Una vez que se haga éste, para qué queremos el otro. No lo vamos a dejar para hacer puenting». Sin querer influir en la decisión final de Fomento y «salvo mejor propuesta para eliminar el impacto visual» de dos puentes superpuestos sobre la playa pixueta, González deduce que en el futuro habrá un solo puente, aunque también sabe que deshacerse del actual no va a ser ni fácil ni barato.

Como quiera que la ubicación del puente dificultaría su voladura, infiere el Alcalde, una opción sería el desmontaje pieza a pieza, «un trabajo de cirugía». El delegado del Gobierno en Asturias, Antonio Trevín, afirmó hace una semana, durante una visita a las obras del nuevo viaducto, que Fomento decidirá el futuro del viejo tras consultar al Ayuntamiento de Cudillero y una vez concluyan las obras del tramo Muros-Las Dueñas. Llegado ese momento, lo único cierto es que por Artedo cruzarán dos puentes y tres carreteras superpuestas. La imagen resumiría las vueltas que han dado las comunicaciones del occidente asturiano en los últimos años y sería más o menos así: en el punto más elevado, un viaducto de cuatro carriles a una altura máxima de 109 metros; treinta más abajo, otro puente, el que ahora cruza la N-632, y al fondo, en el suelo, las revueltas de la antigua carretera de la costa, que sigue en servicio.

Fue precisamente la pretensión de evitar esa imagen de puentes superpuestos una de las razones que llevaron a Francisco González a mediados de 2007 a pedir a Fomento este gran puente en lugar de la solución planteada en el proyecto inicial, que preveía construir un viaducto paralelo al actual a una altura levemente superior. Antes, se había desechado la primera propuesta de desdoblar el puente existente, tal y como está ocurriendo ahora con el de San Pedro de la Ribera. Esta opción era técnicamente posible, pero compleja, porque exigía elevar el viaducto. Había que retirar el tablero del puente, subir la altura de las pilastras y volver a colocar sobre ellas una nueva estructura con capacidad para los cuatro carriles de la autovía. Esto habría supuesto desviar el tráfico a la carretera antigua durante todo el largo proceso de las obras, lo que terminó por descartar esta alternativa.

Surgió entonces aquel proyecto del segundo puente en paralelo, redactado durante el Gobierno del PP y que no gustó en el Ayuntamiento de Cudillero. Al Alcalde le echó para atrás el «impacto ambiental» y hasta la repercusión turística de la iniciativa, dice. Se explica. El proyecto «enterraba» el enlace de Cudillero con la autovía en una gran trinchera de hasta 25 metros de profundidad desde la que apenas se divisaban la rasa costera y el mar, recuerda el Alcalde. Además, ese enlace soterrado «interrumpía el drenaje de la Turbera de Las Dueñas», paraje protegido. Fomento hizo caso a Francisco González, que llegó a condecorar por ello a la muy cuestionada ministra Magdalena Álvarez. La modificación subió el coste del tramo en 20,4 millones de euros.