Ocurrió probablemente en el verano de 1881. Genaro Alas solía hacer el trayecto de Oviedo a Pravia para el encuentro estival con su hermano Marcelino, que ejercía allí como registrador de la propiedad. Era un largo viaje en carruaje de caballos cuya lentitud y monotonía exigían más de una parada para recuperar fuerzas, seguramente en comida campestre. Y en uno de aquellos altos en el camino el mayor de los Alas paseó hasta el arenal de Salinas, bordeado hasta la embocadura de la ría, en San Juan, por un borde de dunas vírgenes de gran belleza. La vista de aquel paisaje del espartal, tan apacible y sugerente, le fascinó y pensó que era un buen lugar para tomar las aguas de mar, rito medicinal en auge en aquellos días. Incluso un solar excelente para construir una casa, disfrutar sin prisas del idílico lugar y hacer estación en sus viajes a Pravia, donde su hermano había enraizado su vida, hasta el extremo de renunciar a todos los traslados y ascensos a los registros de mayor categoría.

Genaro se había casado en 1869 con Mercedes Cores Menéndez-Valdés y en aquellos inicios de la década de los ochenta el matrimonio aún no había tenido hijos y nadie en la familia se imaginaba ya que después de doce años pudiera llegar la descendencia. Pero llegó, y en los inicios de 1882 nació su hija mayor, Carmen, tras la que tuvieron a Concha, Genaro y Joaquín, una familia numerosa que alteró los planes de vida del hermano mayor de Clarín, que hasta aquellas fechas se había planteado dejar el Ejército para dedicarse a otras actividades, decepcionado de su primera vocación de ingeniero militar. Tenía 37 años, había alcanzado el grado de teniente coronel y su sueldo de jubilación fue de ciento veinte pesetas, tercera parte de su paga mensual. Aquella novedad familiar trastornó sus planes y, pasados algunos años, decidió su traslado a Madrid en busca de mejores oportunidades profesionales y económicas; allí ejerció como periodista en los periódicos más prestigiosos y como alto funcionario del Ministerio de Fomento. Entre los periódicos y semanarios en los que colaboró están «El Imparcial», «La Correspondencia de España», «El Liberal», «La Revista Política Iberoamericana», «El Correo Militar», etcétera. Además fue autor de numerosos estudios militares y de ingeniería civil como «Memoria sobre la defensa de costas» y «Aplicaciones de los cañones de los cañones revólveres a la fortificación permanente», «Proyecto de un túnel para la conducción de aguas», «Las aguas potables para el campo y plaza de Gibraltar», etcétera, además de un proyecto para la conducción de aguas a Oviedo, que no llegó a realizarse.

La construcción de su casa en Salinas en medio de huertas y algunas caserías. Genaro, ovetense de nacimiento, se sintió siempre estrechamente ligado a su ciudad y en cada ocasión que los traslados se lo permitían regresaba a Oviedo para encargarse de la dirección de obras militares en Asturias, entre ellas el cerro de Santa Catalina, en Gijón, y el cuartel de Santa Clara. Incluso siguió viviendo en su ciudad natal, ya con familia numerosa, después de su jubilación y de haber iniciado una colaboración cada vez intensa con algunos diarios y publicaciones de Madrid. Sus actuales descendientes, así como los de generaciones anteriores, siempre estuvieron convencidos de que su traslado definitivo a la capital en los años finales de los ochenta del XIX fue consecuencia del incremento de la familia y de la necesidad de mejorar su economía, pretensión que consiguió con holgura por la solidez de su formación militar, científica y literaria, además de su manejo fluido del alemán, inglés, francés e italiano. Su hermano Leopoldo reclamó en más de una ocasión sus conocimientos del alemán para que le tradujera algunos textos necesarios para sus trabajos.

Como experto militar había viajado por varios países de Europa y en ellos tomó nota de la construcción de algunos de sus edificios tradicionales para diseñar su casa de Salinas con sencilla originalidad ecléctica y techo de cinc, producción que había iniciado la Real Compañía en su factoría vecina, en contraste con la techumbre de otras edificaciones que posteriormente fueron ocupando el territorio. Y siempre se dijo que había importado pino de Holanda para levantar la estructura de madera en la que se apoyan los paños de pared de ladrillo rojo. Alas, buen conocedor de los efectos corrosivos del salitre, construyó su residencia en el centro del gran solar salinero, apenas ocupado por cuatro caserías y unas pocas viviendas para empleados de la Real Compañía y pocos residentes, entre ellas la que ocupa hoy el cuartel de la Guardia Civil. En los días en que Alas inauguró su hotelito estival estaba a punto de concluirse la construcción de la fonda, posteriormente vivienda que luce una vistosa galería blanca añadida años más tarde, situada en la plaza frente al mar y desde hace cerca de medio siglo residencia de la familia Menéndez-Abascal. Tiempo después Alas donó el solar para la capilla en la vecindad de su casa y contribuyó decisivamente a su construcción. La calle, abierta en terrenos de su propiedad y que transita por delante de la casa, lleva el nombre del Carmen por su hija primogénita, con la que llegó la felicidad a la familia tras más de un decenio de espera.

En una fotografía que conserva la familia de Alas, tomada en 1884 por un profesional, según consta al dorso, puede verse en el centro de ese panorama cuasi desierto la residencia que le otorga a Genaro, muy probablemente, el papel de pionero del veraneo en Salinas. Tuvo la previsión de advertir que aquella playa generosa y agreste podría convertirse en un centro de veraneo, como así ocurrió. En la actualidad ocupan la casa durante los veranos la quinta y sexta generaciones que descienden de Genaro Alas y Mercedes Cores.

Lugar de encuentro de los profesores del Grupo de Oviedo y otros intelectuales. A partir del verano de 1884, una vez concluida su construcción, la casa del mayor de los Alas se convirtió en el centro estival de la familia, a la que acudía con frecuencia Leopoldo para encontrarse con su hermano, con el que mantenía una estrecha relación, y para visitar a su madre, Leocadia, que solía pasar en Salinas algún tiempo, cada verano, mientras vivió. En los días que Clarín visitaba Salinas solían reunirse en su casa algunos de los profesores del Grupo de Oviedo y otros intelectuales y amigos, varios de los cuales decidieron trasladar su descanso estival a la estación veraniega en pleno crecimiento. El mismo grupo con el que Genaro y Clarín acudían en Oviedo a una tertulia que reunía a Adolfo Posada, Félix Aramburu, Adolfo Álvarez-Buylla y un corto etcétera, y a la que se incorporaban ocasionalmente algunos íntimos y afines, como era el caso del novelista Armando Palacio Valdés cuando desde Madrid regresaba a la ciudad.

Una fotografía tomada poco tiempo después de la conclusión de la casa y que conserva en su archivo la familia, deja imagen de uno de aquellos grupos que se reunían con los Alas en Salinas, crecido, sin duda, en aquella ocasión. En ella aparecen Clarín, Adolfo Posada, Félix Aramburu, Adolfo Álvarez-Buylla, el anfitrión Genaro Alas, y otros para cuya identificación pedí ayuda, aunque con escaso éxito. Incluso intenté contrastar estos rostros con las fotografías de «El Españolito», tal como me recomendara el profesor Martínez Cachero,

igualmente con poca fortuna por la dificultad de identificar las imágenes, dispares por el momento en que cada una de ellas fue tomada. A aquel grupo lo unían afinidades culturales y una sólida amistad, que se mantuvo cuando nuevas ocupaciones profesionales desplazaron a algunos de Oviedo, su ciudad tan querida a la que siempre se mantuvieron fieles.

Uno de los próximos a Genaro Alas que construyeron su residencia veraniega en Salinas fue el arquitecto de la Diputación Javier Aguirre, con quien había constituido una sociedad para llevar a cabo las obras del segundo cuerpo del teatro Campoamor. La adjudicación al pliego presentado por ambos suscitó una polémica en el seno de la Corporación ovetense, provocada por el concejal Manuel Uría, que se resolvió a favor de los ganadores del concurso por abrumadora mayoría. Javier Aguirre construyó su hotel veraniego en un solar vecino al de Alas, cedido por éste al arquitecto. Algunos años más tarde lo adquirió Caso de los Cobos, cuya familia mantuvo su propiedad hasta hace una decena de años, cuando la adquirió José Franco, actual inquilino.

La primitiva idea de Genaro Alas de que Salinas podría convertirse en una estación balnearia cuajó en algún momento y en su familia existe la seguridad de que en solitario o en sociedad con otro u otros, probablemente Aguirre entre ellos, fue propietario de un balneario construido en el extremo de la playa próximo a la Peñona. No consta documentalmente, al menos en la familia, pero queda como testimonio oral la apuesta de algunos vecinos que cuando presionaba la galerna se apresuraban a la playa para ver «si el balneario de Alas aguantó el temporal».

Quedan otros recuerdos que no deben perderse para la crónica del veraneo en Salinas, como las veladas de teatro en casa de Galán con presencia de los hermanos Alas y alguno de los intelectuales del Grupo de Oviedo. En ellas los asistentes representaban breves obras de teatro de andar por casa, seguramente picantes comedias sobre la actualidad local o provincial, sin olvidar referencias a los acontecimientos de la Corte, escritas por algunos de los habituales.

Genaro Alas fue desde entonces un veraneante asiduo, incluso en sus años de residencia madrileña. Y visitantes ocasionales fueron sus hermanos Adolfo, Marcelino y Leopoldo para encontrarse con su madre en la casa del mayor de los hermanos. Leopoldo frecuentó más asiduamente la casa de su hermano en Salinas, además de las visitas filiales, porque allí celebraba distendidas tertulias estivales con sus amigos y compañeros de cátedra. Yvan Lissorgues, autor de una amplio trabajo sobre Clarín y su obra, y Andrés Osoro, autor de una excelente aproximación a la trayectoria humana e intelectual de Genaro, coinciden en situarlo como miembro adjunto al Grupo de Oviedo por afinidad de ideas, amplia y sólida formación cultural humanista y científica, y su gran capacidad para la divulgación en los medios de comunicación, cuyas primera armas ejerció en Oviedo, en la «Revista de Asturias», con dirección de Félix Aramburu, y en la reanudación de su publicación entre 1886 y 1889. Sus conferencias sobre Darwin en el casino de Oviedo fueron objeto de polémica y, en algún caso, recibidas con reacciones de especial virulencia por parte de algún significado grupo intolerante. Y fue, desde las páginas de su revista, uno de los arietes más incisivos contra la pretensión del francés Donon de resolver el paso ferroviario del Pajares con un tren cremallera. Y en su haber, como anécdota insólita, una expulsión por espía mientras participaba como observador en unas maniobras del Ejército de aquel país, con las que en ocasiones precedentes se había mostrado muy crítico en sus crónicas remitidas a varios periódicos españoles. Pero Genaro Alas fue mucho más que todo esto, apenas un esbozo de su trayectoria humana e intelectual.

Hace veinte años, en 1991, la asociación Amigos de Salinas dedicó un homenaje a Genaro y Leopoldo Alas, y colocó una placa dedicada ambos en una de las fachadas de la casa, con la asistencia de numerosos vecinos del pueblo y veraneantes.