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Tambores en el bosque

Los pájaros carpinteros proclaman el inicio del celo con una característica percusión sobre los troncos de los árboles muertos

Tambores en el bosquebelén alonso

Los sonidos de los pájaros carpinteros se adueñan de los bosques a partir del ecuador del invierno, hasta mediada la primavera. Sus voces, agudas, chillonas, repetitivas, y sus señales instrumentales, audibles en ocasiones a varios cientos de metros de distancia, proclaman el comienzo de la estación reproductora, la formación de las parejas, la afirmación de los territorios. De todos los sonidos que producen, el más característico, exclusivo de esta familia, es la percusión conocida como tamborileo por su similitud acústica con los redobles de un tambor.

Seña de identidad. El tamborileo no sólo es una conducta privativa de los pícidos, los pájaros carpinteros, sino que cada especie «toca» de forma diferente. También cada sexo tiene su ritmo peculiar de repiquetear; por ejemplo, la hembra del picamaderos negro tamborilea en series más cortas y a un ritmo más lento que el macho. Por lo general, estos sonidos cumplen una función distinta a la de los reclamos, las voces, salvo en determinadas especies, como el pico menor, que alterna ambas señales. El pico mediano no tamborilea, y tampoco lo hace el torcecuello euroasiático; en su caso, toda la comunicación acústica es vocal. Por otro lado, pese a que el tamborileo de un picamaderos negro no suena igual que el de un pico picapinos ni el de este se confunde con el del pito real, algunas especies -la segunda en particular- responden activamente a los sonidos de sus parientes. También a sus voces, cuando el mensaje que transmiten es desafiante y se produce dentro de su territorio. A este respecto, el tamborileo se interpreta como una conducta ligada al sentido de la propiedad, que se relaja fuera de la época de cría, cuando los machos deambulan. Las hembras son más querenciosas y no abandonan sus dominios. Ese dispar comportamiento hace que las parejas suelan variar de año en año, ya que el macho puede elegir establecerse en un territorio distinto cada vez.

El sustrato preferido para emitir el tamborileo son los troncos de los árboles muertos y, en particular, las zonas altas y expuestas. Esa dependencia vincula a los pícidos con bosques conservados en un estado natural, donde la madera muerta abunda; hace de ellos indicadores de calidad ecológica. No obstante, también repiquetean sobre árboles sanos e, incluso, llegan a seleccionar sustratos artificiales, como los postes del tendido eléctrico y algunas estructuras metálicas, que les permiten obtener unos sonidos sin competencia en lo que respecta a su acústica y a su capacidad de difusión. La mecánica del tamborileo no tiene nada que ver con los golpes dirigidos a obtener alimento o a perforar la galería de un nido; son conductas netamente segregadas.

Amortiguadores. Los pájaros carpinteros emplean mucha fuerza para golpear la madera, ya sea para construir nido, para obtener alimento o para comunicarse. Tanta que parece imposible que no se hagan daño. La explicación radica en su «sistema de amortiguación» y de prevención. Por un lado, la baja ratio entre la masa y la superficie del cerebro hace que el impacto se difumine y no corran peligro (el ser humano tienen un riesgo entre 50 y 100 veces superior en golpes proporcionalmente iguales). Además, parece que ciertos músculos absorben gran parte de los golpes y actúan, por tanto, a modo de amortiguadores. La trayectoria recta de los repiqueteos permite evitar eventuales daños rotacionales y la escasez de fluido cerebroespinal (un rasgo común entre las aves) reduce el «eco» de los impactos, que, según algunos estudios, se producen a una velocidad de entre 600 y 700 centímetros por segundo.

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