El 4 de octubre se presenta en Madrid, en el Centro Asturiano, la novela «Pudorosa penumbra» de Luis Arias Argüelles-Meres. Editada por Septem Ediciones, esta novela corta, que recuerda las poemáticas de Pérez de Ayala, ya fue presentada en Asturias, en los últimos meses, en Oviedo, Llanes y Grandas de Salime, y llega ahora a la todavía Villa y Corte con una temática muy a propósito de los tiempos que vivimos, «de mucho letargo y de excesiva corrupción en la vida pública», según diagnóstico del autor de la obra.

El narrador acude a un curso de verano en Ávila, para presentar una ponencia sobre la novela «La tribuna» de Emilia Pardo Bazán. La protagonista, Amparo «la Republicana», es una cigarrera, personaje que encarna las esperanzas y las frustraciones que siguieron a la Revolución de 1868 y a la I República. A partir de la biografía de Águeda Montes, el personaje real que inspiró a la Bazán, el autor de la novela llega hasta nuestros días, a través de la familia de Rodrigo Álvarez del Valle, autor de un retrato perdido de la cigarrera.

De este modo, el ámbito de la novela se circunscribe al territorio ideal del autor, que es el estudio, «entre la esperanza y el enojo» (Ortega y Gasset), de la España que «debió ser» entre la Gloriosa de 1868 y el golpe militar de 1936. La llamada Edad de Plata de la literatura española y los ideales regeneracionistas de la Generación del 98, de Ortega y Azaña enmarcan en el autor, salvando las distancias, lo que el condado imaginario de Yoknapatawpha en Faulkner.

Lo mismo que Jovellanos en sus viajes a caballo por Asturias incluía en el equipaje siempre un par de libros, en esta novela el autor manifiesta llevar consigo «En torno al casticismo» de Unamuno y un libro de Ortega, que bien pudiera ser «España invertebrada». ¿Cómo es posible que, actualmente, el problema catalán haya llegado a tal nivel de degradación? ¿Leyeron los gobernantes españoles responsables del tema esos dos libros? Probablemente no, porque desde la Guerra Civil se da una cierta desafección de la derecha vencedora por la mayoría de los autores que pudieran haberse contaminado mínimamente con los ideales republicanos.

Las consecuencias intelectuales de aquella catástrofe fueron incalculables, llegando hasta hoy. Muchos años después de la Guerra Civil, a finales de los sesenta y en los setenta, era frecuente que intelectuales españoles, capaces de discutir con competencia sobre la teoría del «corte epistemológico» en Marx de Althusser, desconocieran casi totalmente el pensamiento español anterior al arranque de la Guerra Civil.

Esta novela de Luis Arias muestra muy bien la diferencia de nivel intelectual entre una heredera de los viejos ideales republicanos, Cristina, y una típica pedagoga de hoy, Ana. Ese condado ideal de Argüelles-Meres ilumina constantemente los tiempos actuales, y la insuficiente afición de los españoles al estudio de esta etapa histórica es causa de no pocos de nuestros males actuales.

Cuando el 14 de abril de 1931 se proclama la II República en Madrid, los porteros del edificio donde vivía el abuelo de Cristina, médico, le dicen que «llegaba un tiempo en que los hombres como él dirigieran el país; los hombres de estudio y con un sentido de la justicia que nunca se había practicado en España». «Entre la esperanza y el enojo», esta hermosa novela de Luis Arias es, sobre todo, una reflexión sobre la España que «pudo ser», que «debió ser» y que los españoles no hemos sido todavía capaces de construir en plenitud.