Hace ahora cuatro años, el vampiro que aterrorizó México salvó su vida, como no podía ser de otra forma, gracias a la sangre. Fueron las donaciones de los alumnos de su escuela de teatro las que voltearon un diagnóstico demoledor: «No hay mucho que hacer», le dijo un médico a la esposa de Germán Robles, actor de postín, sesenta años de carrera, más de cien películas y emigrante asturiano. El Gobierno del Principado le ofreció un sencillo pero emotivo homenaje la semana pasada aprovechando la visita a México del presidente, Javier Fernández.

Una úlcera sangrante en el esófago puso a prueba la resistencia de Germán Horacio Robles (Gijón, 20 de marzo de 1929) un actor de «esbelta figura, voz profunda y elegante». De vuelta, durante una representación en su honor de «La dama de negro», obra teatral de terror con la que triunfó y que dieciocho años después aún sigue en cartelera, demostró su carácter playu: «Les habla Germán Robles, un hombre oficialmente vivo». El aplauso fue atronador.

A los 84 años conserva la figura quijotesca, pero la hace descansar en una silla de ruedas. Delgado, de barba plateada y pelo lacio abundante aún en su cabeza, su voz guarda todavía la elegancia y la pausa adquiridas en más de 400 montajes teatrales e incontables representaciones; pero ya no es profunda, aunque sí tranquila. «Cómo agradezco que os acordéis de México y de esti gijonés y asturianu de hueso coloráu. Ser español es un orgullo, pero lo de asturiano es un título», dijo al borde del llanto emocionado la semana pasada, bajo el hórreo de la Casa de Asturias en Acapulco, trasladada ahora a México D.F. por la inseguridad y el régimen de violencia que han instalado los cárteles de la droga en el antiguo edén del turismo.

Se lo decía Germán Robles al presidente Javier Fernández, que lo había responsabilizado de «envenenar» sus «sueños infantiles con películas terroríficas» como «El vampiro» (1957) o «El ataúd del vampiro» (1958), las que lo lanzaron a la fama y lo colocaron una etiqueta de chupasangre y actor de terror de la que ni pudo ni quiso desprenderse.

El homenaje del Gobierno asturiano fue tan sencillo como mostró ser el actor, que ya se había acercado al culmen de la emoción cuando rescató de su memoria los paseos gijoneses por la playa, y los partidos de fútbol que allí jugaba, antes de emigrar a México huyendo de la dureza de la posguerra.

Nieto del poeta Pachín de Melás e hijo del pintor Germán Horacio Robles, la herencia artística familiar derrotó en Germán Robles por el mundo actoral. Protagonizó «El vampiro» de la mano del director Abel Salazar y del guionista Ramón Obón y el éxito se situó junto a él, llegando a rodar una segunda parte de la película. Se convirtió en estrella del cine de terror, especializado en la temática vampiresca y fue (y es) toda una institución en la industria mexicana. Tanto, que se ha ganado un espacio en el Museo del Terror de Nueva York.

La televisión también conoció su capacidad actoral y en ella explotó el género tan mexicano de la telenovela: más de sesenta títulos en su currículo.

Con «La dama de negro» se coronó en el teatro. Fue una obra que generó dudas al inicio, convertida con el tiempo en la producción más importante del teatro de terror mexicano. Durante diez años, Germán Robles interpretó siete de sus personajes en cada representación, aunque continuó tres años más en el papel protagonista. «La dama de negro» aún sigue en la cartelera (más de 4.000 funciones) y fue el actor asturiano el que descartó su vuelta al elenco el día que reapareció tras su grave enfermedad.

La edad, 84 recién cumplidos, no ha sido obstáculo para su trabajo, y sólo la delicada salud frena su espíritu emprendedor. Como actor de doblaje, puso voz a uno de los personajes de la hollywoodiense «Piratas del Caribe».

A pesar de la distancia, Asturias nunca le quedó lejos. Fue la voz de Radio Asturias Exterior y fundó el teatro experimental del Centro Asturiano de México.

Para siempre quedará como legado la escuela de actores que lleva su nombre, de reputada fama en el país azteca. Una escuela con sello de vampiro, cuyos alumnos, fieles a la esencia del maestro, donaron su sangre para salvar al fundador. Un actor asturiano, mexicano, de éxito y profundamente agradecido a las enseñanzas que se llevó de su tierra y al país que lo acogió y lo hizo triunfar.

Emilio Robles Muñiz (Gijón 1877-1938) fue un obrero que se cultivó, desplegó su ingenio en asturiano escribiendo con el nombre de Pachín de Melás, entre otros los cuentos «Les veyures de Pinón») y su iniciativa con La Biblioteca Popular de Escritores Asturianos y la colección «La novela Asturiana». Su participación en la política de izquierda incluye la reclamación de un Estatuto de Autonomía para Asturias. Murió en la cárcel del Coto, de enfermedad, a los pocos días de ingresar. Su hijo, Germán Horacio (Gijón, 1902-México D.F., 1975), fue un temprano pintor y dibujante que colaboró en los grandes periódicos y revistas de Madrid, donde vivió. Durante la guerra civil trabajó en el servicio de Propaganda de Asturias, donde hizo muy notables carteles. Acabó la guerra en Cataluña y se exilió en Francia y en México, donde siguió su carrera artística, también como autor de los carteles de cine.