La carrera por desarrollar pilas innovadoras ha discurrido por caminos insospechados. En los últimos años se han presentado iniciativas diversas y algunas de ellas, muy singulares. Es el caso de las baterías de lámina de papel activado por orina. Las miras no estaban en aquel proyecto dirigidas a los teléfonos móviles (no vayan a imaginarse en situaciones estrafalarias), sino para baterías microscópicas en sistemas autónomos, que pudieran activar dispositivos con ciertas reacciones químicas. Su uso podría destinarse a biosensores relacionados con la salud.

Investigadores portugueses también lanzaron su diseño de baterías de papel que almacena energía gracias al vapor de agua, aunque exigirían entornos con una humedad relativa en el ambiente superior al 40 por ciento. El uso de biobaterías puede tener importantes aplicaciones médicas: cabe pensar en el uso de fluidos corporales para recargar aparatos tecnológicos colocados de forma interna en el cuerpo humano, como los marcapasos.

Los nanotubos de carbono, uno de los productos estrella de la nanotecnología, también pueden mejorar la capacidad energética de las baterías convencionales de litio, multiplicando hasta diez veces la capacidad de almacenamiento.

Otra de las ideas insólitas son las baterías activadas por vibración. Bastaría con agitar el aparato para lograr que quedase cargado eléctricamente. También en este caso la potencia que se obtiene es baja, aunque resulta suficiente para alimentar los dispositivos móviles que habitualmente utilizamos.