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"Cierra el comercio local de siempre y todo es empujarnos a las grandes superficies"

"Es bueno que ser cronista sea gratuito, porque si te pagan te ponen una correína al cuello y te mandan por las ferias"

Carmen Ruiz-Tilve, en su domicilio. Fernando Rodríguez

Carmen Ruiz-Tilve culmina sus "Memorias" para LA NUEVA ESPAÑA evocando figuras como la de su marido, Luis Carlón, o la escritora Dolores Medio. _

Tiros por el decanato. "Empecé a preparar los cursos de doctorado en Oviedo, pero Luis sacó la cátedra de Derecho Administrativo en Valencia y allá nos fuimos. Luis había nacido en Oviedo en 1934, y a su padre, Julián Carlón lo inhabilitaron hacia 1936 como tesorero de Hacienda, que era el funcionario de mayor nivel, porque al abonar las indemnizaciones de la Revolución del 34 incluyó al diario "Avance", que había quedado destrozado. Él se había limitado a atender todas las solicitudes, pero le castigaron durante dos años. Y cuando le rehabilitaron ya no quiso volver a trabajar en Oviedo y fue a Gijón, donde había subdelegación. Luis pasa en Gijón su infancia, encantado, jugando al fútbol en la playa. Más que buen estudiante, era muy eficaz, por listo. Quiso ser geógrafo, pero en la familia le dijeron que no. Hizo Derecho en Oviedo y se quedó como profesor ayudante. Después fue lo de la cátedra en Valencia, pero a los dos años le llaman para que vuelva y sea decano-comisario de la futura Facultad de Ciencias Económicas. Fue una peripecia porque no había nada de nada para comenzar, ni siquiera locales. Pero Luis era muy animoso. Además, no sé ahora, pero en la Universidad de Oviedo hay un sentimiento poco noble hacia los de casa. Lo podría demostrar de muchísimas maneras. En cambio, venía un profesor de fuera y todo era: ´¡Oh, don fulano! ¡Oh, don mengano!´. Creo que él hizo una estupenda labor para poner en marcha la facultad, pero como era muy sobrio pasó inadvertido y en cuanto pudo, y hubo un grupo de profesores, lo dejó. Y, como suele suceder, hubo tiros por conquistar ese decanato".

El Nadal de los Rivero. "A Valencia nos habíamos ido con tres hijos y como era la época del "baby boom" habían llegado todos seguidos: Julián (que se me murió este año); Francisco y Matilde; y más adelante, ya en Oviedo, nació Luis. Hoy tengo dos nietos: una niña, Alba, de Luis (que es botánico); y un niño, Luis, de mi hija Matilde, que está en Madrid y es secretaria general de la Complutense. Mi marido Luis hubiera cumplido esta pasada semana los 82 años, y se me hace rarísimo que muriera con 62. En Valencia ya había pensado en hacer la tesis doctoral sobre una mujer y asturiana y cuando volvimos empecé a prepararla con el profesor Cachero. Esa mujer escritora era Dolores Medio. No fue por ningún afán feminista, sino porque ella estaba sin estudiar y envuelta en tópicos. Me decían: ´¿Cómo se te ocurre estudiar sobre esa chiflada€, ese rara€, esa roja?´. Todo así. Pero entonces me apeteció más ´la roja´. Formamos una estupenda amistad hasta el final, porque Dolores se murió estando yo con ella en la clínica. Falleció el día que cumplía 85 años, el 16 de diciembre de 1996. Con la novela ´Nosotros, los Rivero´ había ganado el premio Nadal en 1952, y ella llegó a contar con el Nobel, no sé por qué razón exacta, pero es cierto que el Nadal era entonces un premio importantísimo y abría todo tipo de puertas".

El Oviedo estrecho. "Se había marchado a Madrid porque Oviedo se le quedaba estrechísimo, sobre todo por cuestiones políticas. Ella estaba muy echada a la izquierda por un novio que tuvo y que le abrió a otras mentalidades. Era maestra y dejó las clases para trabajar como periodista en Madrid. Escribió y trabajó muchísimo, y cuando le vinieron las cosas mal dadas, porque la editorial Destino, pasados los años, se cansó de ella, alquilaba las habitaciones de su casa madrileña, un piso muy bueno en Bretón de los Herreros. Incluso lavaba la ropa de los inquilinos y tenía las manos hechas polvo. Nunca dejó de trabajar y escribir y después tuvo el acierto de volver a Oviedo. La gente, aunque no había leído nada de ella, decía: ´¡Ah, Dolores Medio, Dolores Medio!´. Cuando terminé la tesis sobre su obra narrativa, fui a la Caja de Ahorros y me atendió Juan José Plans, al que yo no conocía. Al minuto me hizo firmar un papel y me dijo que me la publicaba. Salí de allí alucinada, porque no esperaba tanto. De Dolores Medio me atrapó su retrato de Oviedo. Yo soy muy de Oviedo, pero no una forofa y, como con los hijos, veo los defectos. Su retrato es del Oviedo de la postguerra y hay también referencia a la preguerra. Su novela del Nadal sigue perfectamente vigente como descripción de la ciudad. Recuerdo que en mis años universitarios Oviedo era estrecho. Era mi mundo y no reniego de él, pero era muy estrecho. Salías al cine los domingos, al Santa Cruz, o al Principado, que es lo que hacíamos y que era nuestro alimento, pero después, cuando ya había anochecido, te entraba una tristura€ No había nada adónde ir. Por otra parte, tenías que llevar la falda por donde se debía e ir a las misas que se decían. Yo me hice pronto, y dentro de un orden, un tanto ácrata. Las misas de doce y esas cosas no me iban. Por otra parte, había bastantes prejuicios sociales, de clase".

Primera novela. "Publique la tesis y cometí el error de no quedar con Cachero. Entré a trabajar pronto en Magisterio y estuve allí hasta que me jubilé. Trabajé lo mejor que pude en Didáctica de la Lengua, pero mi mundo era más bien el de la creatividad. Me gustaba muchísimo Oviedo como tema y leía mucho. Recordaba los paseos con mi padre por el Antiguo, que no era el de ahora, ni muchísimo menos. Aquel era un Oviedo totalmente vivo. En cuanto pude, me lancé a escribir una novela, durante un verano en Barro, Llanes. Escribía y luego salía con Luis a tomar una sidra y le leía el capitulo. Le gustaba mucho, pero lo que pasa es que si yo hubiera escrito lo cosa más turbia del mundo a él le hubiera gustado igual. Publiqué ´Crisantemos para todos´ en 1994, en KRK, que entonces empezaba. La novela tuvo éxito y está en la tercera edición o así".

Sin consignas. "Nunca pretendí nada, ni ningún cargo. Soy muy cigarra. Sí pretendía trabajar y tener un medio de vida digno, pero nunca luché y sobre mi cabeza pisaron algunos. Me decía alguien, así, a la cara: ´Tú, como licenciada, no, pero como doctora eres peligrosa´. Claro, porque podía acceder a las plazas. Y tampoco aspiraba a ser Cronista Oficial de Oviedo. Manuel Avello, muy buen amigo mío, falleció y al cabo de unos meses me llamó Gabino de Lorenzo y me lo ofreció. Acepté, pero Gabino sabía que yo no era su cronista y él no era mi alcalde; él tenía sus propios cronistas, pero debió de tantear a la gente. Recuerdo que me preguntaba mi hija: ´Pero, mamá ¿para qué quieres eso?´ Y le dije: ´Porque creo que lo merezco´. Es vitalicio y gratuito, y esto último es muy bueno, porque si te pagan unos euros te ponen una correína al cuello y te mandan por las ferias. Gabino se portó siempre muy bien conmigo; jamás me dio la menor consigna, que yo no hubiera admitido, claro".

En buenas manos. "Me voy a morir de vieja descubriendo cosas de Oviedo y, sobre todo, leyendo. Oviedo es una ciudad que está perfectamente viva. Lo mejor que tiene es poder dar una vueltina por el Fontán (que no existe tal como era, por cierto), y siempre te encuentras conocidos. Lo que ya no puedes hacer tanto en el Fontán, ni en ningún lado, es comprar en los comercios de siempre. Cierra todo y se pierden personas muy bien formadas para vender. Es un drama. Hay otras ciudades que mantienen ese comercio, pero aquí todo cerró y todo es empujarnos a las grandes superficies y franquicias. No soy del ´Oviedín del alma´ y me considero objetiva. La ciudad sigue manteniendo un espíritu inconfundible, del que, no obstante, ha perdido muchísimo. Había un carácter de la gente, un talante buenísimo, y unas amistades que prescindían de las capas sociales. Me temo que eso se está perdiendo, o se haya perdido ya. Sin embargo, en las conferencias de la SOF veo mucha gente joven estupenda, universitarios que estudian muchas más ramas del conocimiento. Creo que la ciudad va a quedar en buenas manos.

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