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ESPERANZA PEREDA | Enfermera

"Volví a ser enfermera para curarme del duelo después de 35 años sin ejercer"

"Cuando murió inesperadamente mi marido, Gerardo Herrero, el mundo se me puso del revés porque una vida perfecta acaba en 5 minutos"

Esperanza Pereda en el hotel Reconquista de Oviedo. IRMA COLLÍN

Esperanza Pereda paseaba con su marido, Gerardo Herrero, fiscal superior de Justicia de Asturias, cerca de su casa de Soto de Llanera, donde pasaban la Semana Santa. Charlaban de la cena de amigos que estaban preparando para el día siguiente. De golpe, el fiscal sufrió un infarto masivo y murió camino del hospital. El pasado 24 de marzo hizo tres años.

-¿Qué tal está?

-Bastante bien, dadas las circunstancias. Dicen las estadísticas que el periodo de luto dura uno o dos años. La realidad es que cada uno padece el tiempo que necesita.

-¿Y sus dos hijos?

-También les cambió la vida. Ya eran independientes pero estaban muy compenetrados con él. La gran pasión de mi marido, algo decepcionado de la música, era el cine, al que hubiera querido dedicarse. Nuestros dos hijos estudiaron Derecho pero, con 37 años, Luis compone bandas sonoras y Gerardo es cineasta. Siguieron las aficiones de casa.

-¿Qué fue de su día a día?

-El mundo se me puso del revés. Una muerte inesperada te deja sin capacidad de reacción. Una vida perfecta se acaba en 5 minutos. El que no lo vivió no lo sabe.

-Usted tenía una vida activa.

-Que perdió todo el interés. Los que se dejan llevar por la situación caen en depresión. Yo decidí que no me iba a pasar. A mi marido no le habría gustado y yo no me lo podía consentir. Tenía que trabajar.

-¿Sabía cómo?

-No. La mujer de mi hijo Gerardo tiene una agencia de comunicación y me dijo: "Te vamos a buscar algo para que hagas". Pasados tres meses me fui a Alicante huyendo de mi tristeza y de la lluvia de Asturias, fueron a visitarme y me dijeron: "Vas a hacer galletas personalizadas y a venderlas por internet". Miré cursos, era bonito pero lo comenté en una comida y una amiga me dijo: "Esperanza, ahora las hace todo el mundo. Eres enfermera: trabaja de lo tuyo". Me callé.

-Llevaba 35 años sin ejercer.

-No sabía si conservaba la documentación ni si sería factible. Encontré un documento que decía que tenía plaza en propiedad con excedencia indefinida. Fue una emoción. No podía quedar en Oviedo: la excedencia era de Zamora.

En junio de 1976 Gerardo Herrero sacó la oposición y Esperanza Pereda se tituló como enfermera. Se casaron en julio. El primer destino fue Gerona y año y medio más tarde, Zamora. Esperanza trabajó en los ambulatorios de ambas ciudades. Cuando nacieron los gemelos una cuidadora pegó a uno de los bebés, no tenían entorno familiar y ella dejó el trabajo. Temporalmente...

-... Pero luego te necesitan en el colegio y cuando son adolescentes precisan de mucha atención. Fueron años muy buenos, aunque eché de menos trabajar.

-¿Cuánto le costó volver?

-Un año de burocracia y de largas a la solicitud de una persona que quería trabajar a la edad de jubilarse. Lo entiendo. También mis hijos se asombraron.

-En junio de 2014 se fue con una hermana a alquilar piso en Zamora.

-Era una cura. Necesitaba estar sola y volver a ser independiente después de 40 años en pareja. Fue perfecto: una ciudad pequeña, tranquila, acogedora, donde no me conocía nadie, lo que me permitía expresar mi duelo sin representaciones sociales. Cada día iba a buscar destino y recibía largas. No me desalentaron. Mi jefe intentó que me pasase el plazo para incorporarme. Fue tan duro que me distrajo de mi problema. Me vino muy bien.

-¿Tuvo reciclaje?

-Tres meses, en distintos departamentos, como las niñas de 22 años pero a mi edad. En Oviedo, amigas de centros de salud me habían dejado ver su trabajo y gracias a eso supe que podría hacerlo. Tenía muchos miedos. En Zamora los compañeros me acogieron y pedí hacer guardias con ellos sin cobrar. Trabajé 6 meses de 8 de la mañana a 10 de la noche con un rato para comer. Vieron que no iba a pasearme. Buscaba llegar a casa agotada para dejar de pasar las noches en vela. No quería tomar pastillas.

-Pidió el traslado a Oviedo.

-Hace poco. Zamora tiene un clima extremo: en invierno, la niebla aísla, y en verano, el calor achicharra. Fuera del centro de salud no tenía vida. Echaba de menos mi casa y mi gente. Salió un concurso de traslados y mis jefes me ayudaron. El jefe que no había querido darme el trabajo me dijo que sentía que me fuera y que me ponían de ejemplo de perseverancia en la escuela de enfermeras. Eso me emocionó.

-Volvió a Oviedo en marzo pero en otras circunstancias.

-En estos años venía los fines de semana, de paso. Pensé que sería más sencillo pero regresas a la casa en la que viviste con tu marido. Di pasos atrás. Fue hace un mes. Ahora vuelvo a avanzar.

-¿Y en el centro de salud?

-No me costó nada. Otero es estupendo, de referencia, se trabaja mucho y muy bien. No hay jefes: funciona porque todo el mundo trabaja con responsabilidad y sabe lo que tiene que hacer. Aún estoy conociendo a los compañeros pero me siento cómoda. Me gusta la sensación de formar parte de un equipo y de trabajar por mérito propio.

-¿Ningún problema?

-Mi plaza tiene el periférico de La Manjoya. Me casé con 19 años, tengo carné desde los 20 pero no conduje. Tengo un Ford Sierra de 23 años que era de mi marido con el que debo ir por caleyas donde no se pueden cruzar dos coches. Me puse a conducir todas las tardes, acompañada por un amigo y ayudada por un GPS, para recorrer los sitios de visita. No soy Fernando Alonso pero conducir devuelve la satisfacción de ser capaz de llegar y de volver.

-¿Cuándo se jubila?

-Doy gracias todos los días por trabajar. Me jubilaré el último día posible, después de prórrogas y cuanto haga falta.

-¿Y después?

-Desde que murió mi marido sólo vivo el presente. Los planes se desbaratan en un momento.

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