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El ministro de Agricultura, Luis Planas, acomete la tarea de mantener las ayudas europeas y combatir el despoblamiento

Los retos agrarios del nuevo Gobierno

Los habitantes de las áreas rurales esperan que el Ejecutivo de Sánchez abandere la defensa de políticas que mantengan vivos los pueblos y el paisaje

Los retos agrarios del nuevo Gobierno

"Al menos habrá Ministerio". Ésa fue ayer una de las frases más repetidas entre la gran familia agraria asturiana, que ha vivido en los últimos días en vilo, a la espera de saber si el campo tendría un área de gestión propia en el Gobierno presidido por Pedro Sánchez o se integraría en el macrodepartamento de Energía, Agua, Medio Ambiente y Cambio Climático, en manos de Teresa Ribera.

Al final, el nuevo presidente, consciente de los grandes retos que planean sobre el sector agrario español con la reforma que se aplicará en el periodo 2021-27, ha optado por una solución "a la francesa" y ha recuperado un ministerio al que los anteriores gobiernos socialistas de José Luis Rodríguez Zapatero despojaron del nombre para adoptar el de "Medio Rural".

La cartera de Agricultura recae en Luis Planas (Valencia, 1952), un tecnócrata curtido en mil negociaciones y batallas políticas. El exconsejero de la Junta de Andalucía y hasta ahora secretario del Consejo Económico y Social de la Unión Europea se convierte de la noche a la mañana (ayer mismo regresaba a Madrid desde Bruselas) en el timonel de un departamento que debe encarar en los próximos meses el cambio integral de la Política Agrícola Comunitaria (PAC o CAP por sus siglas en inglés), que deja cada año en Asturias más de sesenta millones de euros dirigidos a más de 8.000 beneficiarios.

El sector agrario del Principado espera ahora que el nuevo ministro continúe la senda iniciada por Isabel García Tejerina y reclame ante Bruselas el mantenimiento de las subvenciones, que suponen casi el 30 por ciento de la renta media de las ganaderías asturianas.

Planas, inspector de Trabajo, ha sido, entre otras cosas, embajador en Rabat, jefe de gabinete de Pedro Solbes y de Manuel Marín, representante permanente de España ante la Unión Europea y consejero en Andalucía. En 2013 intentó disputarle las primarias a Susana Díaz. El esfuerzo fue inútil. Es gran amigo de la vicepresidenta Carmen Calvo, perteneciente al sector "sanchista" andaluz, y tiene la gran ventaja de conocer a la perfección los entresijos de la Comisión Europea y el lenguaje especial que se habla en la "burbuja" de las instituciones. Pero en esta ocasión tal vez eso no sea suficiente. La negociación será dura y Asturias puede salir malparada, a tenor de las propuestas realizadas hace días por el comisario de Agricultura, el irlandés Phil Hogan. La asociación agraria ASAJA considera que el proyecto de reforma multiplica la complejidad de la PAC actual, mina su carácter común y no responde a las necesidades de los agricultores y ganaderos.

La organización insta al Gobierno de España a defender el carácter nacional de la PAC y a trabajar para ampliar el número de países firmantes de la alianza por una financiación adecuada de la PAC suscrita la pasada semana en Madrid, en uno de los últimos actos de García Tejerina como ministra.

Desde ASAJA estiman que si se cumple la hoja de ruta trazada por la Comisión, los agricultores dejarán de ser los protagonistas de la PAC a partir de 2021 y tomará peso la renacionalización y regionalización de la Política Agraria en un ataque frontal al carácter común que la ha distinguido hasta ahora y que ha hecho de ella la única realmente común que sobrevive, dejando aparte los nuevos planes para defensa.

Y es que, contrariamente a lo anunciado, la reforma que se planteaba desde la simplificación introducirá una mayor complejidad e incertidumbre al trasladar los mecanismos propios del funcionamiento del segundo pilar (el del desarrollo rural) al primero (el de las ayudas directas a la agricultura), lo que generará problemas de gestión y podrá conllevar retrasos en los pagos. La Comisión Europea plantea además una nueva arquitectura medioambiental más compleja y con mayores exigencias que pueden restar eficiencia a la actividad de las explotaciones ganaderas.

Además, a la incertidumbre sobre el porvenir de las subvenciones los ganaderos unen la preocupación por el creciente despoblamiento de las áreas rurales, donde queda claro que las actividades tradicionales no son suficientes para mantener vivos los territorios rurales. Se impone buscar nuevas fórmulas que logren mantener habitantes en los territorios. El modo en el que lo hará el nuevo ministro aún es una incógnita.

Una de las ventajas del cambio de signo en el Ejecutivo es la coincidencia de color político entre los gobiernos español y regional, algo que debería aportar fluidez a las relaciones entre ambas administraciones, que tampoco han sido malas en los años del PP.

En definitiva, el agro asturiano se juega su supervivencia y con ella la del paisaje que han ido forjando a lo largo de los siglos la agricultura, el pastoreo y los cultivos forestales. Por eso es tan relevante que el nuevo Ejecutivo mantenga los compromisos del anterior en materia de desarrollo rural, articulado a través de los programas "Leader". A pesar de sus puntos débiles, los planes han conseguido dotar al campo de nuevas infraestructuras. Los equipamientos, junto con la generación de actividad, son básicos en los pueblos, de lo contrario el campo morirá y con él una forma de vida y una cultura. Durante la primera década del siglo XXI el declive del territorio rural fue más acusado por la caída de la natalidad, el envejecimiento de los residentes y, en último término, la emigración hacia las áreas metropolitanas del centro de la región. Sin actuaciones contundentes, la desertización del espacio rural asturiano será una cercana realidad.

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