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Al modo del alcalde-presidente

Areces logra su último éxito político con un abarrotado teatro de la Laboral y al reunir en torno a su memoria al dividido socialismo asturiano

En el centro, el presidente del Principado, Javier Fernández, y la viuda de Álvarez Areces, Soledad Saavedra, junto a familiares del expresidente, durante la ovación; entre el público, dirigentes socialistas de todas las familias. ÁNGEL GONZÁLEZ

A Francisco Villaverde, uno de los jóvenes de aquella "tribu" de socialdemócratas gijoneses que hallaron en Vicente Álvarez Areces al líder renovador que andaban buscando allá por 1987, le asomó ayer una duda en el escenario del teatro de la Laboral. Fue un poco antes de la hímnica del "Gijón del alma" y del "Asturias, patria querida", que bordaron los coros de La Calzada y La Camocha. Y del "Gijón/Xixón", una joyita que Julio Ramos grabó cuando las campañas felices. "Sabemos que a Tini le gustaba hacer las cosas a su modo", deslizó. Un temor del discípulo, del compañero o camarada (de los dos términos se tiró), del seguidor leal, a lo que habría pensado el fallecido alcalde gijonés y presidente del Principado de su propio homenaje.

Nadie puede saber algo así. Pero da idea del cierto sentimiento de orfandad que ha dejado la repentina muerte de Areces en casi todos los sectores del socialismo asturiano. Lo verbalizaba la menor de los hermanos Sanjurjo, Carmen, el pasado viernes en los soportales de la plaza Mayor de Gijón, al lado de la fila vecinal de duelo: "El final de una época". Tres décadas en las que el alcalde-presidente contó por triunfos todas sus batallas electorales. Ha sido un guerrero reñido con el desaliento, como ha dicho su viuda Marisol Saavedra y se repitió ayer en la Laboral. Un peleador ambicioso, de mucha agenda política y personal. Y un gran saludador que sigue llenando los teatros después de muerto.

Los ritos de paso plantean siempre una inseguridad a quienes carecen de una liturgia, de un ritual. Pero esa posible duda de Villaverde, que condujo con aplomo la ceremonia del elogio de Areces, no tenía mucho sentido. Porque el homenaje civil de la Laboral, con otra larga cola entre la columnata helenística, fue un compendio de la personalidad empática, de esponja, del desaparecido político. Y, en buena medida, un acto con los modos exhaustivos y las maneras cordiales con que solían desplegarse Areces y Tini, o sea, el alcalde-presidente y el vecino que tomaba el aperitivo en el Dindurra. Quizás habría echado en falta que entre los intervinientes, muy seleccionados por el exceso de peticiones, no estuviera el secretario general de la Federación Socialista Asturiana (FSA), No sé, por recoger un pero que escuchamos en el patio de butacas poco antes de que sonara "Grândola Vila Morena", la canción de José Afonso (otro amigo de Areces) que movilizó a toda una generación ibérica.

Y eso que el socialismo asturiano, de nuevo a la greña, guardó ayer sus floretes para honrar al compañero/camarada que fue uno de sus grandes capitanes, posiblemente el de mayor talento a la hora de ilusionar al electorado. Nadie echó de menos, sin embargo, a quien fue su principal adversario interno. Por José Ángel Fernández Villa hace tiempo que no se pregunta. Ni estuvo ni se le esperaba, como se suele decir. Desde uno de los palcos, lejos del meollo de los dirigentes principales y el círculo familiar, todo lo siguió sin embargo, discreto, el actual secretario general del SOMA, José Luis Alperi.

El homenaje duró algo más de hora y media. La biografía de Areces, inesperadamente interrumpida en la madrugada del pasado jueves, da para bastantes más discursos, canciones y películas. El ensamble de la OSPA emocionó con la "Fanfarria" de Henri Tomasi. El presidente asturiano Javier Fernández acertó, desde el escepticismo crítico de sus últimos meses, a describir de manera barojiana a Areces como un hombre de acción. Para Paz Fernández Felgueroso, ha sido el modelo de alcalde perpetuo. José Manuel Pazos habló del amigo desde la cercanía de una dolorosa experiencia personal. Y Santi Martínez, que fue joven eurocomunista en los tiempos en que Areces era un carismático dirigente del PCE, hizo por completar la semblanza del fallecido.

Los tres presidentes socialistas del Gobierno de España (Felipe González, Zapatero y Pedro Sánchez) dijeron lo suyo en sendos vídeos. También María Teresa Fernández de la Vega, Rubacalba y Pérez Touriño. Coincidieron en destacar en Areces las virtudes del servidor público, del defensor de la democracia y la Constitución. Hubo quién se preguntó por qué el alcalde-presidente no fue nombrado ministro.

Emocionadas y emocionantes las palabras de los hijos del fallecido político, Manuel Carlos y Alberto. Este último removió a todos con la evocación paterna. Y con una frase de esa misma forja: "En tu honor nunca daré una batalla por perdida". Todos vimos ahí un modo, el de Areces.

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