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Los cien años de una musa

La llanisca Josefa Llorente, a la que el poeta Celso Amieva dedicó varias composiciones, celebra su centenario

Josefa Llorente, ayer, rodeada de sus familiares, durante la celebración de su centenario, en Baracaldo. L. I.

La musa de Celso Amieva cumplió ayer 100 años. Josefa Llorente Cue, llanisca de Barru, la novia adolescente del poeta, a la que dedicó varios versos, celebró el evento en Baracaldo, donde reside parte de su familia, rodeada por sus tres hijos, seis de sus siete nietos y nueve de sus once bisnietos. Feliz.

Josefa Llorente nació y creció en Barru. Sus padres se dedicaban al ganado y a la labranza. Ella, siendo aún adolescente, ya trabajaba como empleada de servicio. Entonces empezó a "cortexar" con un tal José María Álvarez Posada, el maestro del pueblo, que escribía poemas en la prensa local y regional. Mantuvieron el amorío hasta que ella lo dejó al considerarlo demasiado mayor (le sacaba siete años). Luego él, republicano, tuvo que marchar al exilio al terminar la Guerra Civil. Ahí se separaron sus vidas, aunque él siguió recordándola en sus versos. A Barru le llamaba Cadexana, y a Josefa, Nidia, que en asturiano significa "fina", "clara".

Tiempo después la ahora centenaria conocería en una romería al hombre de su vida, Paco Mañeru, guardia civil navarro destinado a Llanes, con el que se casó y con el que vivió en varios puntos de España, hasta que, jubilados, regresaron a Llanes. Él falleció hace un año.

La barrucana ha sido siempre persona muy activa y creativa, con mucho desparpajo y don de gentes. Ahora se entretiene armando puzzles y resolviendo sopas de letras. Le encantan las plantas: las hortensias de su casa de Barru llaman la atención y casi todo el que pasa por allí las fotografía.

Cuentan que fue muy guapa y que tuvo muchos pretendientes. Guarda con celo un libro con poemas de Celso Amieva y alguna vez lee a sus descendientes los versos que le dedicó el poeta. "Este lo escribió para mí", comenta con satisfacción. Pero siempre ha sido prudente con ese asunto, sobre todo por respeto a su marido, conocedor de aquel noviazgo adolescente.

Ayer, Josefa apagó las velas de una tarta y luego se fue con sus allegados a disfrutar de una merienda en un restaurante cercano. Asegura que el "secreto" de la longevidad está en "ser buena persona y no cometer excesos". Aunque algo tendrá que ver también la genética, pues tiene dos hermanas nonagenarias: Tere, de 97 años, y Carmen, de 95. O quizá la "culpa" sea de Barru, que con apenas un centenar de habitantes ha tenido ya otras cinco centenarias: Rita Gómez y cuatro hermanas, Ángeles, Charo, Áurea y Mercedes Martínez Cue (las tres primeras fallecieron con 108, 106 y 104 años y la cuarta cumplirá pronto los 102).

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