Un "jurista tranquilo", cuya labor en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) se caracterizó por el autocontrol y la prudencia, en palabras de Paz Andrés Sáenz de Santa María. La catedrática de Derecho Internacional -hoy Defensora Universitaria- glosó ayer, en el Club Prensa Asturiana, la figura del jurista gijonés Gil Carlos Rodríguez Iglesias, fallecido en Madrid el año pasado, con motivo de la presentación del libro homenaje al que fuera magistrado y luego presidente del TJUE -"Una contribución a la europeización de la ciencia jurídica"-, que reúne 27 contribuciones sobre el Derecho de la Unión Europea y ha coordinado la propia Andrés. "A Gil Carlos Rodríguez se le echa de menos en el TJUE, que se está alejando del 'self restraint' (autocontrol) que le caracterizaba. No me lo imagino protagonizando audacias como el fallo por el asunto de Junqueras", indicó Paz Andrés. Y se explicó: "El TJUE no quiso reparar en que el Tribunal Supremo ya había dictado sentencia, por lo que dejaba sin efecto la cuestión prejudicial. Es una sentencia escasamente argumentada, que introduce un enfoque alternativo, nuevo". Y es que según Andrés, Rodríguez Iglesias no hubiese cuestionado "la competencia de los estados en establecer requisitos para obtener el acta".

El acto, al que asistieron numerosos juristas asturianos, así como familiares del desaparecido, como su viuda, Teresa Díez, y sus hijas, fue introducido por el decano de la Facultad de Derecho, José María Roca, quien calificó a Rodríguez Iglesias como "uno de los juristas más grandes del ámbito asturiano, y desde luego el más grande sobre Europa", un jurista "que hace grande a la Universidad de Oviedo", donde se licenció en 1968 y obtuvo su primer empleo.

Luego vendrían la Universidad de Friburgo y la Autónoma de Madrid, donde se doctoró en 1975, y donde coincidió con el jurista asturiano también fallecido Aurelio Menéndez. Tras pasar por Extremadura, recalaría en Granada, donde creó una de las pocas escuelas de Derecho Público aún vigentes, indicó Paz Andrés.

La catedrática recorrió otros hitos del gijonés, como su entrada como magistrado, en 1986, en el TJUE -entonces Tribunal de las Comunidades Europeas-, el primero español, que luego presidiría entre 1994 y 2001, justo el año en que fue investido doctor honoris causa -por cuarta vez- por la Universidad de Oviedo, un acto que tuvo lugar un 25 de mayo. "No bastaba con sus vastos conocimientos o con ser políglota, sino que había que ser capaz de crear consensos", añadió la catedrática.

Andrés resumió los principales logros del jurista en el TJUE en dos facetas: el alcance de los tratados y la defensa de los derechos de los particulares. Para Andrés, se trata de una figura clave en la "constitucionalización de Europa". Luego repasó los últimos años del catedrático, ya de regreso en Madrid. Se trataba de un hombre que resaltaba por su "sencillez, discreción y naturalidad".

Pedro Cruz Villalón, expresidente del Tribunal Constitucional, ex abogado general del TJUE, miembro del Consejo de Estado, y además amigo del homenajeado, hizo una serie de reflexiones sobre el libro y el derecho comunitario utilizando como guía frases del discurso de Rodríguez Iglesias en aquella ceremonia del 25 de mayo de 2001, cuando fue nombrado doctor honoris causa. Gil Rodríguez se acordó de maestros como Adolfo Posada o Rafael Altamira, "que europeizaban a los estudiantes", y se definió como "europeísta, pero no eurocentrista". Tras resaltar la deuda del Derecho Internacional Público con Rodríguez Iglesias, Cruz llamó la atención sobre el fenómeno de europeización de los ordenamientos nacionales, y la nacionalización del derecho europeo, la creación de una comunidad de derecho en la que no hay monopolios ni coerción. Y trajo a colación otra de las frases de Rodríguez, según el cual, en las relaciones entre los diversos ordenamientos europeos, "no existe una sola respuesta, sino un pluralismo de soluciones". También resaltó que "el derecho europeo requiere una elaboración conceptual", a la que sin duda contribuye el volumen presentado ayer.

Quedaba el momento más emotivo, las palabras de la viuda de Rodríguez Iglesias, Teresa Díez: "Esta Universidad aportó los cimientos de su formación, le decidió por el Derecho Internacional y la docencia, aquí trabó amistades que lo acompañarían durante toda su carrera. Su investidura como doctor honoris causa era especialmente emotiva y valorada para él. Estaría muy satisfecho de ver que su facultad preserva su línea de trabajo. Siempre mantuvo contacto con Asturias y nunca dejó de ser asturiano".