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El paréntesis de un aeropuerto con vuelos "a demanda": de 1.100 al mes a solo 23

Aena dispone turnos variables de entre siete y diez trabajadores in situ para mantener las instalaciones en condiciones de ser abiertas en cuanto sea posible

Un técnico de mantenimiento realiza tareas de revisión en un avión.

Un aeropuerto. Tampoco es una instalación sin trabajadores, ni completamente parada, ni desprovista del todo de tareas... En Santiago del Monte, en cerca de dos meses de quietud y silencio inauditos, apenas han despegado o aterrizado 155 aeronaves desde el 15 de marzo, y 23, ni siquiera una al día, en el mes largo que ha transcurrido desde que el 8 de abril el aeródromo asturiano empezó a trabajar exclusivamente con vuelos "a demanda", previa solicitud. Desde el inicio del estado de alarma, se han registrado además catorce "vuelos hospital", dos en la última semana. El desplome supera con mucho el noventa por ciento: el año pasado, los meses marzo y abril vieron salir o llegar en total en torno a 1.100 aeronaves cada uno?

En estas condiciones hay mucha menos gente presente, pero en lo posible también se teletrabaja y sobre el terreno fundamentalmente se efectúan las tareas necesarias para mantener la instalación en disposición de ser reanimada. Se han establecido retenes básicos de empleados con el propósito esencial de conseguir que la reanudación de la actividad pueda ser, cuando la pandemia lo permita, inmediata.

La única excepción a la regla de los vuelos extraordinarios sin fecha u hora fija se da los martes. A primera hora de la mañana sale una vez por semana un avión de Iberia a Madrid con pasajeros que han de justificar su necesidad de volar de forma "inaplazable". Por lo demás, el despegue o aterrizaje de una aeronave se ha vuelto una imagen poco habitual, insólita, reservada a los casos escasos en los que el uso del aeropuerto se reclama expresamente. Las operaciones deben ser solicitadas y autorizadas con al menos tres horas de antelación, la petición ha de llegar a la Oficina de Operaciones de la terminal y ser trasladada al Ejecutivo de Servicio para su revisión y aprobación.

Puede venir de la compañía aérea, de un agente de asistencia en tierra o de un organismo oficial: fuerzas de seguridad del Estado, la Organización Nacional de Trasplantes, Aduanas, Protección Civil? Para que sea aceptada, la solicitud debe aportar información relevante, como mínimo "compañía, identificativo, fecha programada, origen y destino, tipo de aeronave o número estimado de personas a bordo", aunque Aena no conoce en estos casos las identidades del pasaje ni su número exacto, precisan fuentes del organismo.

En un día cualquiera de esta extraña "nueva normalidad" aeroportuaria, la instalación mantiene sin embargo algunas rutinas. Conserva su horario operativo habitual, de 06.40 a 23.45 horas, aunque el personal que presta servicio presencial se reduce considerablemente. En los periodos sin peticiones de aviones, siete personas se ocupan en un turno de cinco horas de tareas esenciales de mantenimiento no vinculadas directamente a la atención de vuelos. Son labores destinadas a mantener las instalaciones y sistemas aeroportuarios en condiciones de funcionamiento y seguridad -vehículos, instalaciones eléctricas o sistemas electromecánicos?- y a su cargo están bomberos, un señalero, técnicos de la central eléctrica y un agente de terminal. Además, un técnico o coordinador se ocupa de recibir peticiones de vuelos y supervisar la programación de vuelos y la coordinación de la apertura a demanda.

Cuando hay solicitudes aceptadas, mientras tanto, el operativo suele crecer y requerir de la presencia de un contingente de trabajadores que varía en función del tamaño del avión o del tipo de vuelo, pero que suele constar de diez personas. Eso es solo, no obstante, el personal de Aena. En el aeropuerto, estos días, hay trabajadores externos al gestor aeroportuario que se ocupan de la seguridad -de empresas privadas, Policía y Guardia Civil, las 24 horas-, de la limpieza, de la asistencia en tierra al servicio de las compañías que operan los vuelos, así como un "agente de combustible", el personal que atiende los dos aviones de Volotea que han quedado estacionados, los trabajadores de control de vegetación y fauna, los de mantenimiento externo de distintos equipamientos del aeropuerto y el largo etcétera de un contingente que espera, como tantos, una señal para recuperar la normalidad, que en el caso del tráfico aéreo promete ser particularmente incierta: no antes del cierre de la última fase de la desescalada, muy avanzado junio.

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