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Me quedo en el pueblo | Santa Marina (Cudillero)

Luz Rodríguez no dejó pasar el tren

La ingeniera industrial reconvirtió con su pareja una vieja estación ferroviaria en un acogedor y original albergue privado

Luz Rodríguez Cocina, ante el albergue El Andén, en Santa Marina (Novellana), al borde de las vías ferroviarias. ANA PAZ PAREDES

Luz Rodríguez Cocina se muestra encantada con el giro que ha dado a su vida y en el que ha tenido una parte importante su actual pareja, Simon Donaldson, gran conocedor del occidente asturiano y, sobre todo, del concejo de Cudillero por haber vivido los últimos años en Novellana. "Me trasladé a vivir aquí hace un año y no puedo estar más contenta", afirma esta mujer, ingeniera industrial que estuvo trabajando en una empresa hasta que en 2013 la crisis económica, como le pasó a tanta gente, la dejó en el paro.

Poco tiempo después conocería a quien hoy es su pareja y juntos emprenderían un proyecto donde el viejo edificio de la estación ferroviaria en Santa Marina (Cudillero) habría de convertirse, además de en su hogar, en su forma de vida a través de una idea cuando menos singular como fue convertirlo, a base de mucho trabajo y buenas ideas, en un albergue. Se respetó con rigurosidad la estructura y la decoración externa hasta el punto de que, actualmente, muchos de los que pasan cerca haciendo alguna ruta o, sencillamente paseando, se aceran a hacer una foto ante un edificio rehabilitado con gusto y que invita, cuando menos, a entrar en él.

"Lo de esta estación, perteneciente a la línea Gijón-El Ferrol, es una historia singular, pues nunca estuvo abierta al público como tal. Se empezó a diseñar a finales del siglo XIX y se terminó de construir en los años setenta del siglo pasado. La idea inicial era dar servicio a las fábricas de armas y fueron haciendo a lo largo del trazado un montón de estaciones similares con la misma distribución que tiene la nuestra. Este edificio se construyó, pero no se utilizó jamás salvo la vivienda que tenía en su parte superior", recuerda Luz.

El Andén, que es como se llama este albergue que abrieron en septiembre del año pasado, es el resultado de un trabajo conjunto y de ideas muy claras de esta pareja que apostó fuerte por emprender y vivir en el medio rural.

"Hemos recuperado y respetado los colores y la estructura del edificio con el aspecto que tenía en los años ochenta. Es un edificio protegido y de interés cultural y tiene una protección integral de la fachada. Incluso en las actuaciones que hicimos dentro hemos mantenido prácticamente todos los huecos, salvo alguna pequeña modificación", explica esta mujer, que afirma que, como a todo el mundo, la aparición del covid-19 afectó a su negocio, aunque con matices. "Imagina. Abrimos el 1 de marzo y cerramos el 14. A finales de junio reabrimos con todas las medidas de seguridad establecidas y, la verdad, no tuvimos queja. Nos vino gente tanto en julio como en agosto, el 80 por ciento españoles, y también las dos primeras semanas de septiembre, pero luego bajó bastante", matiza esta ovetense que recuerda que el albergue es para todo tipo de viajeros, y no solo para los peregrinos que hacen el Camino de Santiago por la costa. "De hecho, este verano tuvimos un buen número de familias y de parejas que vinieron a alojarse aquí", dice.

Ilusión y pasión por lo que hacen no les faltan a ambos dos. De hecho, están ampliando la parte baja para dar servicio a grupos un poco más grandes. Sobre si se puede vivir a día de hoy en el medio rural y, en su caso, a través de este albergue privado abierto en un edificio tan singular como bello, al borde de las vías del tren, ellos afirman, con prudencia, que creen que sí. "Un año es poco para afirmarlo, pero creemos que sí, que se puede. Nosotros estamos en ello", añade Simon Donaldson.

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