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Encerrona en el aula escalonada

El discurso de Barbón sonó a tema de tribunal de oposiciones, sin aplausos ni jaleo y calmado de la bronca parlamentaria

Cofiño se dirige a Barbón antes del inicio del debate, ayer, en la Junta. JULIÁN RUS

El arranque del debate sobre el estado de la región en la segunda ola covid fue una encerrona de tribunal de oposiciones bien ventilada y con poco público en el aula escalonada del hemiciclo asturiano. La mitad de los parlamentarios (23) escucharon en directo al presidente Barbón dar el tema y al acabar hubo silencio y un guiño cómplice, de vuelta a la bancada, de su preparador, el vicepresidente Cofiño.

En la primera jornada, con intervención única de Barbón, se echó de menos, por lo habitual, el debate gestual, los esparabanes de la oposición, la espantada de Vox al sentir falar y el murmullo de fondo del PP cuando el presidente dijo "elegetebefobia".

Antes de subir a la tribuna, con esos gestos de orador profesional ya interiorizados de tan repetidos, Barbón silenció el móvil, ajustó las gafas, mascarilla quirúrgica y las páginas del discurso, armadas en canutillo. No por casualidad, sí por puntualidad, coincidió el arranque de su intervención con el himno de Asturias martilleado por el campanario de Cajastur y esparcido por la político de puertas abiertas para que el virus circule y no se detenga por los pasillos del parlamento regional, aunque una mala corriente también tiene sus peligros.

El sosiego parlamentario, esa falta de refriega, de vítores y abucheos, lo propició el clima covid, la falta de parlamentarios y el propio Barbón, que calmó la curva oratoria desde el primer momento, imponiendo un minuto de silencio con todos sus segundos en nombre de todas las víctimas del bicho, desde Avelino Uña hasta los ocho fallecidos del día anterior. Si la idea, como plantearía mucho después, es mantener a la región, y su parlamento, "a salvo de la viciada atmósfera nacional", el tono del debate de ayer fue un gran paso. Desde la tribuna, algo rígido en las costuras del traje pero en su sitio, Barbón gesticuló sin fuerza pero con frecuencia, señalando con el dedín índice y regresando tras cada frase borde de sus folios.

Al otro lado, en los escaños holgados, tuvo a una Teresa Mallada muy concentrada en cada una de sus palabras, inquisitiva en la mirada por encima de las gafas, boli y subrayados. No perdió nota y para el que perdió clase seguro que puede aportar unos buenos apuntes.

En la parte superior, los dos diputados de Vox, Ignacio Blanco y Sara Álvarez Rouco, asistieron impertérritos al discurso. Sendas banderas de España en sus mascarillas caqui, él, y "neutrex", ella, tampoco pestañearon cuando Adrián Barbón utilizó asturiano y fala. Blanco tomó notas en su portátil Lenovo, citas textuales y negrita. Rouco escuchó. Un poco más allá Leal (Foro) tuvo que pedir al ujier que le trajera la gabardina y Ripa (Podemos) diversificaba el tiempo entre los apuntes, el temario y el móvil, con el desaliño estudiantil aprendido en los años de Feijoo.

Los socialistas, "claque" obediente, se condujo durante el discurso entre los apuntes breves del alumno aventajado que ya se sabe la lección pero quiere aportar cierta confianza al profesor con la gestualidad del boli y las miradas cómplices de los consejeros más involucrados en las estrategias, pactos y mapas mentales que fue desplegando.

Pocos reproches y mano tendida, el presidente fue presidencialista y autoreferencial, recitando su historia reciente con nombres solemnes, de los "pactos de Fruela" al "mapa de estrategias". No se olvidó de nada y hasta le sobró un minuto. En casa están contentos.

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