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“Creí que me moría; le puede tocar a cualquiera”: el relato de la ovetense de 19 años que acabó en la UCI por el covid

La asturiana Carmen Aguirre cuenta su “caída en picado” por una infección que la llevó de notar una simple fatiga a estar intubada en pocos días | Su padre la contagió tras infectarse en el trabajo: "Hay que dejar pasar estas Navidades; podemos hacer daño a los nuestros"

Por la izquierda, Javier y Carmen Aguirre con sus padres, Javier Aguirre y Carmen Fernández, ayer, en El Milán. | Irma Collín Irma Collín

Con tan solo 19 años, la ovetense Carmen Aguirre creyó durante varios días este pasado noviembre que se iba a morir por coronavirus en una UCI del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Tuvo que ingresar sola, porque su padre, Javier Aguirre, ya había dado también positivo por el virus y solo le pudo dejar en la puerta del centro, sin bajarse del coche. Lo que empezó como un cuadro de fatiga y unas décimas que había atribuido a la vacuna de la gripe, acabó con una neumonía grave y más de 39 grados de fiebre. La joven, estudiante de ADE, ya está recuperándose –también publicó en LA NUEVA ESPAÑA su carta de agradecimiento al personal sanitario– y espera que su historia ayude a concienciar sobre dos cosas: que los jóvenes también pueden enfermar gravemente en esta pandemia y que saltarse las reuniones en familia esta Navidad, aunque pese, será siempre mejor que tener que lamentar una silla vacía en la Nochebuena de 2021.

Un contagio familiar

Javier Aguirre se contagió a raíz de un brote en la empresa de Avilés donde trabaja como informático. Cuenta que le llamaron el miércoles día 11 del mes pasado para informarle de que dos compañeros habían dado positivo. Todo, por suerte, fue rápido. “Esa mañana me citaron al servicio de prevención para hacer una PCR y ese mismo día me dieron el positivo. Todo en una misma mañana. Al final en la empresa dimos positivo unas once personas”, recuerda. En cuanto supo de su contagio, su principal preocupación ya fue su primogénita. “Hasta ese día no habíamos pensado en ello, pero es verdad que venía desde el fin de semana encontrándose algo mal, incluso con unas décimas de fiebre”, aclara el padre.

La joven, que ya de por sí es “muy familiar”, llevaba ya dos semanas sin salir de casa –sus clases son todas online y llevaba tiempo sin quedar con amigos por responsabilidad–, así que hasta entonces no habían pensado en el coronavirus. “Ya le habíamos pedido cita con el médico por si acaso, y al ser yo positivo ya nos llamaron los rastreadores, así que esa misma tarde ya fuimos al autocovid a por la PCR, y al día siguiente por la mañana ya teníamos el positivo. Realmente la atención fue muy ágil”, agradece el progenitor.

“Dicen que la gente joven no se contagia o que lo hace por salir de fiesta; ese no fue nuestro caso”, recuerda la madre

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“Caída en picado”

Los Aguirre Fernández se refieren así al empeoramiento de la joven. “Yo al principio me notaba cansada y me encontraba algo mal, pero hacía poco que me había puesto la vacuna de la gripe y no era la primera vez que me pasaba algo así. Después empeoré rápido”, relata la afectada. Su madre, Carmen Fernández, trabaja en el ámbito formativo de la sanidad y supervisa la educación de auxiliares de enfermería, así que tenía en casa un pulsioxímetro para medir la saturación de oxígeno en sangre. El viernes día 13, solo 48 horas después de notificarse el positivo del padre de familia, Aguirre tenía más de 39 de fiebre y su pulsioxímetro marcaba una saturación de 89. Llamaron a un médico conocido que les explicó que bajar de 95 era un riesgo, que tenían que llamar inmediatamente al 112. Lo hicieron y les remitieron al hospital, que viendo lo crítico de la situación y que la familia reside a escasos minutos del centro, les pidieron que la llevasen al HUCA inmediatamente. “Yo aún era positivo, así que tuve que dejarla en la puerta para que ingresase sola, sin bajarme del coche. Ella todavía no había cumplido los 19 y tuvo que hacerlo todo sola”, lamenta Javier Aguirre. Se quedó esperando en el aparcamiento.

A las cinco de la madrugada de la misma jornada, y tras varias pruebas, mandaron a la joven a casa, pero por un despiste. “Al día siguiente, el sábado, ella seguía mal y nos llamaron del hospital. Habían revisado sus placas y resultó que tenía infiltraciones en el pulmón. Tuvimos que volver a dejarla en la puerta de urgencias”, resume el padre. La joven no volvería a salir de allí hasta casi dos semanas más tarde y previo paso por la UCI, donde le contaron que era la más joven que accedía a la unidad por el coronavirus. La familia todavía no entiende cómo pudo pasar algo así. “Yo tengo más de 60 años, soy paciente de riesgo, y fui casi asintomático. Y ella, con 18 y solo por tener asma, casi se nos muere. Y mi mujer y nuestro otro hijo nunca se llegaron a contagiar. El virus es muy puñetero, de nada sirve confiarse”, relata el progenitor.

“Cuando estaba ingresada, me iba al salón a ver fotos suyas; le pedía que no dejase de sonreír”, cuenta el padre

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Los sanitarios del HUCA lo intentaron todo para salvar a Aguirre. Primero usaron las gafas nasales tradicionales para aportarle más oxígeno estando ella en planta, pero no fue suficiente. Cuando llamaron a sus padres para informarles de que la iban a llevar a la UCI, a la familia se les cayó el alma a los pies. “Ahí la cabeza empieza a rodar y no sabes qué pensar. Yo me sentaba en el salón a mirar las fotografías, en una sale ella con cuatro añinos sonriendo y yo la miraba y le intentaba mandar buenas energías. Intentaba decirle que no dejase de sonreír, que aguantase”, concretó el padre, emocionado. Al final la joven acabó intubada y con un tratamiento de transfusión de anticuerpos, un método aún “experimental” que parece haber funcionado, pero “por los pelos”. “A ella ahora todavía le cuesta hablar de esos días, porque se acuerda de bastantes cosas, sin emocionarse. Pensaba que se iba a morir”, relata el progenitor.

Un cumpleaños anómalo

Se dio la casualidad de que Carmen Aguirre cumplía 19 años el día 16 de noviembre, cuando acababa de ingresar en planta y su pronóstico no era todavía tan malo. De nuevo, la familia agradece el trato brindado por los sanitarios, que le dibujaron una pancarta de felicitación y trataron de animarla durante todo el día. También días después, tras sus tres jornadas de estancia en la UCI y ya de vuelta en planta, la tuvieron entre algodones. “Me llamaban ‘la bebé’ o ‘la mascota’, porque era la más pequeña de todos”, recuerda la ovetense.

Una historia para concienciar

La familia Aguirre Fernández espera que historias como la suya ayuden a entender al resto de asturianos que poder celebrar o no la Navidad en reuniones de grupo no debería ser este año una prioridad. “Claro que por estas fechas todos queremos juntarnos y estar con los nuestros, pero esta Navidad la tenemos que dejar pasar. Hay medios de sobra para poder hablar con tus seres queridos sin tener que verlos en persona. Habrá otros años para celebrarlo como antes, pero a la vista está que las reuniones familiares sí pueden dar problemas. Yo contagié a mi hija”, recuerda el padre. La joven, por su parte, se recupera poco a poco y tiene todavía que superar la neumonía que le ha dejado el covid. “Sigo cansada y camino como arrastrando los pies, pero estoy mejor”, asegura. “Dicen eso de que a la gente joven el virus no le afecta o que se contagia porque sale de fiesta. Ese tampoco fue nuestro caso; Carmen está muy concienciada y llevaba días sin salir de casa. Todos tenemos que tener cuidado”, añade la madre.

El virus en jóvenes “puede confundirse al inicio como un catarro”, alertan los sanitarios

El caso de Carmen Aguirre, la ovetense que acabó en la UCI del HUCA por la grave neumonía que le provocó el coronavirus, sigue siendo poco habitual. El perfil de los infectados que precisan ingreso siguen rozando la mediana edad y, pese a que muchos sanitarios alertan de que en esta segunda ola abundan los pacientes de unos 30 años que acaban en estado crítico, suelen estar siempre vinculados a patologías respiratorias de riesgo, la hipertensión y peso elevado. Sin embargo, estos mismos expertos reconocen que, igual que el virus “se camufla” en pacientes ancianos al no manifestar síntomas obvios como tos seca y fatiga, en jóvenes puede hacer algo similar. “Estamos viendo muchos casos de covid-19 en jóvenes que parecen simples procesos catarrales”, afirman. Lo “lógico”, añaden las mismas fuentes, es que si la evolución de estos jóvenes infectados empeora, su sintomatología sí se empiece a parecer más a la clásica asociada al coronavirus. “Suelen tener tos, si no tienen problemas al respirar se notan simplemente cansados y suelen tener fiebre. Pero no es necesario, todos sabemos que muchos infectados son asintomáticos”, aseguran, y añaden: “En el caso de los jóvenes, el covid-19 puede manifestarse a veces como un simple dolor de garganta o un malestar que se puede confundir a un catarro o una gripe leve, y también con dolores de cabeza que, si no se acompaña por nada más, es lógico que no levanten sospechas”. Otros expertos ya aclaraban hace semanas que otro riesgo del covid-19 era la llamada “hipoxia feliz”: muchos no son conscientes de que no están respirando bien.

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