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¿Cómo funciona el BOPA? El boletín oficial de Asturias que antes miraban unos pocos y que ahora tiene 14.000 suscriptores

El continuo cambio de normas y restricciones revoluciona el trabajo de quienes elaboran el documento

De pie, José Antonio Dopico, jefe de edición, y sentado, Borja Vallina, maquetador, en la oficina del BOPA.

De repente, en las oficinas del BOPA suenan mucho los teléfonos. “Estoy en Oviedo, ¿puedo ir a Parque Principado?”… “¿Sabe si puedo salir a hacer deporte?”… Hay incluso llamadas de socorro, de gente que pide ayuda, porque “no me llega para comer…” En esta Asturias incierta de los confinamientos perimetrales, el toque de queda y los establecimientos cerrados, aquí puede haber veinte llamadas en una mañana, y unas cuantas son de estas que confunden al mensajero con el emisor y el canal de comunicación de las administraciones públicas en el Principado con la fuente que genera las disposiciones que reordenan la nueva realidad cambiante de la pandemia. Los trabajadores del Boletín Oficial del Principado no les pueden ayudar, ya lo sienten, ellos solo transmiten, pero esta escena que últimamente se les repite mucho en la oficina ilustra la súbita sobrecarga del interés y del volumen de producción que ha experimentado una publicación que podía pasar casi inadvertida para el público y se ha vuelto de pronto lectura habitual, web de favoritos, de consulta y compartido cotidianos, visita obligatoria desde que las normas que rigen la vida de los ciudadanos cambian significativamente cada pocos días a golpe de decreto.

El BOPA es una ventana que enseña cómo ha ido cambiando todo esto. La lista de la producción normativa vinculada directamente con la crisis del covid, de resoluciones, decretos y acuerdos emanados de distintas instancias del Principado, va camino del centenar y medio de documentos desde marzo, incluso sin contar las de los ayuntamientos. Al ritmo de esta notable inflación legislativa y de su manejo de material sensible, desde la sede del BOPA en Oviedo sienten aumentar los ojos que están puestos a diario sobre un boletín que de un tiempo a esta parte ha cambiado mucho. En las visitas, en la presión del tiempo, en la forma de trabajar… En la edición electrónica, la única que existe desde que hace más de un decenio se abandonó para siempre la publicación en papel, la onda expansiva de la pandemia se percibe con una explosión insólita de las visitas.

Mercedes Álvarez Fanjul y Lucas Fernández Morán, del departamento de registro. Julián Rus

Según los datos que ha hecho públicos hoy el gobierno regional por segunda vez en dos años, los plazos de publicación ordinaria de anuncios de particulares y de otras administraciones se han acortado, al pasar de 14 a 10 días. Este cambio conlleva una considerable mejora de los tiempos de respuesta en ámbitos tan diversos como normativa, subvenciones, oposiciones o autorizaciones, lo que redunda en beneficio de la ciudadanía.

 Algunos datos que avalan el incremento de la difusión del Bopa y el interés por sus contenidos son los siguientes:

  •  El número de suscriptores ha pasado de 11.945 en 2019 a los 13.999 actuales.
  • El número de impresiones/descargas en redes sociales se cerró en 2019 con 1,132 millones y el año pasado, con 1,385, lo que supone un aumento del 22,3%.
  • Entre el 12 de octubre y el 25 de noviembre de 2020, el momento de mayor actividad y repercusión, las entradas al portal digital casi duplicaron las del mismo período de 2019.
  • En la red social Twitter, los seguidores del perfil del Bopa han pasado de 3.735 en 2019 a las 8.481 actuales. 

Lo que sí es inmutable e irreversible es que aquí ya no se imprime nada. Aquellos tomos del BOPA que se distribuían en mano son parte de la historia, pero la pandemia, además, haciendo de la necesidad virtud, ha conseguido eliminar el papel también en el proceso de confección del boletín. Hasta el primer estado de alarma, los correctores imprimían todavía cada disposición maquetada para comprobar sobre la hoja que todo estuviera correcto. Desde mayo, sin embargo, el confinamiento digitalizó por completo la cadena de montaje de cada edición, eliminando el papel para que los correctores pudiesen trabajar a distancia y solo con el sistema informático. Ya no se imprime el boletín, y los archivadores donde se acumulaban y organizaban los folios por fecha de publicación ahora también están vacíos.

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