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En Ibias, ya como en Canadá: “Serafín” baja a buscar en la basura de Sisterna

El oso visto en la parroquia ibiense mantiene sus frecuentes visitas a los pueblos: “No harán nada hasta que haya una desgracia”, dicen en El Bao

Osos a la puerta de casa: "Serafín" el oso de El Bao que merodea por el pueblo en busca de comida

Osos a la puerta de casa: "Serafín" el oso de El Bao que merodea por el pueblo en busca de comida

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Osos a la puerta de casa: "Serafín" el oso de El Bao que merodea por el pueblo en busca de comida P. T.

En la misma tarde-noche en la que se producía el insólito ataque de un gran oso adulto a una vecina del valle del río Cibea que paseaba entre Sonande y Sorrodiles, “Serafín”, el ejemplar que ya se ha convertido en un vecino más de los pueblos de la parroquia de Sisterna (Ibias), bajaba hasta los contenedores para buscar comida entre la basura, una estampa que hasta no hace mucho era mucho más propia de países con grandes poblaciones oseras, como Canadá, que de Asturias.

En El Bao, el pueblo preferido por “Serafín” para ir a la caza de cerezas y otras frutas, no tienen muchas esperanzas puestas en que el Principado reaccione al ataque vivido en el valle del río Cibea dándoles una solución al problema que vienen denunciando: el ejemplar se ha habituado demasiado a andar metido en sus calles y alrededores. “La gente piensa que es una broma, pero ahora, con lo que ha pasado, se ha visto que no. Aun así, ¿crees que van a hacer algo? No van a hacer nada, hasta que no haya una desgracia a este oso no nos lo sacan de aquí”, lamenta Arsenio Sal, vecino de El Bao que lleva tiempo denunciando la situación que viven, ya desde el año pasado, con “Serafín”. “Este de aquí no marcha. Ahora tiene una cerezal toda desarmada. También destrozó una lata con gasolina y aceite. Y, claro, son bichos del monte, no sabes nunca cómo van a reaccionar”, añade.

En El Bao la preocupación se acrecienta a medida que se acerca el verano, cuando el pueblo se llena de niños en sus calles y las familias temen un encontronazo con “Serafín”, con el que algún vecino ya se dio de bruces cuando estaba tumbado junto a su coche en un aparcamiento. “Lo triste es que aquí acabará pasando lo mismo que en Cibea”, lamentan en el pueblo ibiense.

Otro pueblo en el que saben últimamente lo que es convivir, casi puerta con puerta, con el oso es Gedrez, en Cangas del Narcea. En el paraje próximo al pueblo conocido como La Penona ven estas semanas “nueve o diez ejemplares”, y, de vez en cuando, alguno se acerca más al pueblo e incluso acaba atacando al ganado. El ganadero Antonio Romay sufrió varias bajas en su rebaño de ovejas por el oso, al que una vez se lo encontró en la puerta de su casa, ya en el interior de su finca.

Una imagen reciente del oso cerca de El Bao.

Una imagen reciente del oso cerca de El Bao.

Romay lanza con intención una pregunta tras el ataque registrado en el valle del río Cibea. “¿Ahora qué? Es lo que nos preguntamos todos. Llevamos tiempo advirtiendo que esto iba a pasar. Y ahora pasó. ¿Pero qué va a pasar ahora? ¿Quién paga esto que ha ocurrido? A ver qué valoración hacen de esto desde el Principado”, reflexiona el ganadero cangués.

Romay continúa su discurso con el tono de quien siente que el tiempo le ha dado la razón tras muchos meses advirtiendo de encontronazos con osos. “Y a ver las medidas que toman. Si lo van a anestesiar y llevar para otros sitio, eso es llevar el problema para otro lado. No sé qué solución sería esa. Y eso mismo (en referencia al ataque en el valle de Cibea) va a pasar en Gedrez, o en Genestoso, porque estamos entre ellos, vivimos rodeados por ellos”, asegura.

El mismo oso joven que hace semanas se acercaba al ganado en un prao próximo a Gedrez mientras rebuscaba entre la hierba, cuya imagen fue portada de este diario, mantiene el mismo hábito. “Vuelve a verse ahí otra vez”, asegura Romay, que incide en su discurso. “No sé la solución que van a dar. Advertidos estaban. Dijimos bien claro lo que iba a pasar”, afirma. Y reitera su invitación para que las autoridades del Principado se acerquen a la zona. “Aquí estamos, esperando a que vengan a vernos, porque aquí no recibimos noticias de nadie”, lamenta Romay.

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