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Cabrales quiere dejar buen sabor de boca

Del milagro demográfico de Asiegu a proyectos ecológicos, el concejo de marca internacional cultiva un futuro que engarce tradición y modernidad

Por la izquierda, Mario Fernández y Leo; Laura Moradiellos y Valeria, y Esther Fernández con Carmen y Luis, en Asiegu. Tino PERTIERRA

Un momento. Escucha. ¿Eso que suena son risas de niños? Así es. En Asiegu hay diez niños. Cabrales, concejo en riesgo de despoblación, tiene estos dulces contrastes. Veamos a algunos: Laura Moradiellos, de Arenas, es madre de Valeria (tres años); Esther Fernández, de Cangas, tiene a Carmen (once meses) y Luis (cuatro años); y el avilesino Mario Fernández, jefe de máquinas de la marina mercante que pronto embarcará de nuevo tras el paréntesis pandémico que le trajo al pueblo de sus suegros, es el padre de Leo (seis años). Valeria: mira a la cámara. Y Valeria sonríe. Los dejamos jugando.

A las Puertas del sabor

No hay lugar más dulce en Puertas que la antigua cuadra familiar donde Pablo Llano fabrica sus mermeladas de doce sabores. De la fresa al tomate pasando por el melocotón y el pimiento. A sus 40 años envasa una aventura tan personal como elocuente. Nació en Oviedo pero se considera de aquí. Vino hace dos años tras dejar el oficio de tornero. Casado y con dos hijas (Marina, de ocho años, y Olaya, de dos), su idea era vivir donde se hunden sus raíces, “un lugar totalmente diferente a la ciudad. La idea de ‘La Boluga’ me vino en la feria de La Ascensión, había puestos de queso para hacer bocadillos pero el dulce de manzana que servían no era casero. Y me dije: voy a hacerlo yo”. Y en esas estamos. De momento, el negocio “es del banco” y no son buenos tiempos para emprendedores por culpa del maldito virus: “Arranqué en febrero de 2021 y al mes nos cerraron. Trabajé bien el verano y en septiembre, cierre de nuevo”. Hablamos de un producto con fecha de caducidad temprana y sin conservantes: fruta, limón y azúcar. Nada más. En la fábrica y futura “tiendina” está el obrador. Marmita, lavadero, batidora, esterilizadora... Llano lo hace todo, incluido el envasado y etiquetado. Él se lo guisa y nosotros lo comemos. Se le indigesta la burocracia: “Te dan ganas de desistir con tanto papeleo. Entiendo que haya gente que tire la toalla”. Pero seamos positivos: los Picos ahí cerca, la playa casi a tiro de toalla... Después de 38 años en Oviedo, ahora disfruta la plena Naturaleza y la vida tranquila. “Las crías son felices”. Ve los problemas que tiene la ganadería bien nítidos: “La burocracia. Y el lobo. El turismo viene a ver un entorno natural que cuida el ganadero sobre todo, y sin ganaderos...”

Lorena García, en el invernadero de Puertas Miki López

Cultivando dulzura

También en Puertas vive Lorena García, quien, por si ustedes no lo saben, es hija de Carmen, dos mujeres que saben bien lo que es luchar día a día por sacar una familia adelante. Son jornadas de despedida: el próximo 21 cerrará sus puertas el bar “Casa Luisa” porque se jubila el cuerpo y alma del local. Setenta años de historia, Carmen lo sacó adelante durante 36 con coraje y sacrificio y da “mucha pena” decir adiós pero “no hay forma de seguir, no hay gente”. Las esquelas van marcando el destino. “Ya no quedan clientes ni para jugar la partida”.

Muchos echarán de menos sus legendarias patatas rellenas. “Luisa”, al menos, seguirá en las dos casas de aldea que regentan. Lorena García (41 años) y su marido, Gabriel Gutiérrez (39), tienen cuatro niños de 9, 7 y 3 años. Más una nena de seis meses. Lorena y Gabriel tienen invernaderos de fresas, lechugas, tomates... Utilizan la antigua y al tiempo novedosa técnica de la hidroponía: no hay tierra, solo agua y nutrientes. Hace falta ser un manitas para montar la infraestructura y Gutiérrez lo es: era mecánico, trabajó en la construcción... “Gabi es mucho Gabi”, resume su orgullosa esposa. Las fresas, “prueba una”, saben distinto. A fresa. Las lechugas parecen de bodegón. Hay que llegar a las diez mil, y llegarán. Como llegaron cuatro hijos como cuatro soles, una inyección de frescura allí donde la natalidad cae en picado. Y en ese número “me planto”. Ven el futuro con optimismo porque “sin salir casi de Cabrales lo vendemos todo”. Ella pertenece al grupo “Muyeres”: canta y toca la pandereta. Su bebé, hermana de Nico, Luisa y Antonio, se llama Aurora: “2. f. Principio o primeros tiempos de algo”. Lo trae la RAE.

Gemma Lozano Miki López

El alma de Gemma

Gemma Lozano nació hace 34 años en Arenas. Se fue a Madrid y allí estuvo 14 años trabajando como cámara de cine y televisión. Volvió a su tierra por motivos personales y la pandemia lo cambió todo: decidió quedarse. ¿Qué podía hacer? Reinventarse. Conocía el movimiento cero residuos y así nació “Alma caliza”, que lanza un mensaje a los cuatro vientos (limpios): “No nos gusta el plástico y sí la naturaleza”. ¿Cómo lo hace? “Vendo online productos que generan el mínimo residuo posible. Olviden los plásticos y demás venenos para el medio ambiente. ¿Productos estrella? Las botellas termo, los champús sólidos, los desodorantes y jabones... “La demanda creció durante la pandemia, es el momento”. Y para consolidar proyectos tan innovadores sería deseable que aumentan las facilidades tecnológicas para que haya más gente atraída por teletrabajar en un lugar de “gran calidad de vida. Las personas contentas trabajan mejor”. Apunten el eslogan. “Yo pasé mi infancia aquí y no lo cambiaría por nada”. Vendrían bien más servicios públicos culturales también. Generar diversidad económica. ¿Alma caliza? “Estamos rodeados de piedra caliza”, explica. Un asentamiento que tiene mucho de “romántico”.

Su empeño profesional es una declaración de principios para evitar finales devastadores: “El modo de vida actual es insostenible para el medio ambiente. Pero no pierdo la esperanza. Aprendamos de países como Noruega, donde viví un tiempo. Como tires la basura sin reciclar te clavan una multa impresionante. No hace falta ser un ecologista perfecto, pero sí aportar lo que puedas, un poco de todos es mucho”. Modernidad y tradición: con 12 años ya bailaba el corri-corri con su vestido de cabraliega de cinco kilos (cómo pesa el azabache), con fiestas cada dos por tres. Ya no baila pero sí canta: lo lleva en el alma.

Manuel y Javier Niembro en su llagar de Asiegu

Manuel y Javier Niembro en su llagar de Asiegu Miki López

La geografía del queso

Los hermanos Javier (47 años) y Manuel Niembro (51) estudiaron geografía pero lo que querían era abrazar la vida campesina. Desde 2005 lo hacen. Volvieron de Oviedo a Asiegu y aquí convirtieron el mundo de su abuela Guillermina en una ruta de quesu y sidra. Convirtieron su paraíso en un museo vivo. Y peleando. Llagar en la casería Pamirandi, sidrería, plantación de manzanos, rebaños de ovejas, quesería, casas de aldea... Todo aquí, en el “Pueblo Ejemplar de Asturias” 2019 donde Manuel enseñó al Rey (cómo llovía aquel día, se quedaron sin ver unas vistas asombrosas) un llagar que es toda una revolución: el concepto de cueva del Cabrales aplicado a la sidra. Javier Niembro admite que tal vez sería más fácil emprender en una ciudad, pero “aquí tenemos nuestro origen, nuestra esencia, nuestro vínculo con el territorio”. Se precisa compromiso serio con el campo y la ganadería conociendo sus dificultades, prescindiendo de la imagen “bucólica y pastoril”. Debería haber “una discriminación positiva hacia estos lugares”. Y se podrían subvencionar los chigres, por ejemplo, porque “si cierra uno, cierra medio pueblo. Dan cohesión y estructura, son una casa abierta para la gente que viene. Y son escaparate del producto local”. Tiene dos hijos y su hermano otros dos: “Un pequeño milagro demográfico porque en un pueblo de 70 habitantes hay diez niños”. En Asiegu, donde Pascual Tejerina pintó un óleo mítico y viven una vecina llegada de Carolina del Norte que da inglés online a alumnos chinos y un emprendedor del mundo de los videojuegos, el auge de lo neorrural necesita buenas comunicaciones para desarrollarse. “No hay territorio sin proyecto”, concluye, “tener claro el concepto agroalimentario futuro sin perder la identidad del territorio”.

Yuso Romero y Patricia Valdés, con Deva Miki López

La vida libre

Patricia Valdés (Castrillón) y Yuso Romero (Badalona) encontraron en la majada de Tebrandi la libertad que buscaban, un lugar donde hay todo lo que necesitas “si te adaptas a lo que tienes. Nos gusta ser autosuficientes”, explica ella con su hija Deva de tres meses en brazos. Descartado volver a la ciudad. “¿Hay mayor lujo que pasear por estos parajes o ir a la huerta? Quién necesita un casoplón”. Ellos tienen una cabaña-cuadra que arreglaron a partir de ruinas. Él venía de “trabajar solo para pagar” y aquí le sale gratis disfrutar todo el día de una vida libre y sin deudas. El aire es libre.

Pablo Ruiz, en su quesería

Pablo Ruiz, en su quesería Miki López

Queso ecológico

El cántabro Pablo Ruiz y la asturiana Rocío Bueno apostaron con valentía por el queso de Cabrales ecológico. Tienen dos hijas (Amaya, de dos años, y Vega, de cuatro). Se conocieron en la fiesta de Carreño. A partir de la quesería de los padres de ella en Asiegu pusieron en el mercado el primer queso de Cabrales ecológico, que se diferencia a primera vista por un color más amarillo: “Como se hacía hace cien años”. El futuro está en el pasado. Cuesta más producirlo pero el valor añadido es enorme. ¿Peticiones a las administraciones? “Que se aparten”, pide él, “no hay tiempo material para tanto papeleo”. La pandemia fue dramática porque se cayó un contrato vital con una empresa láctea y “hubo que empezar de cero”.

Desde el Ayuntamiento

El alcalde socialista de Cabrales, José Sánchez, deja un buen sabor de boca sobre el futuro: “Cabrales tiene oportunidades. Tenemos una marca reconocida en el mundo como el quesu. Y el paisaje. Nos gustaría mejorar servicios, como la conexión de banda ancha. Estamos bien situados geográficamente, a hora y poco de grandes ciudades, un aeropuerto cercano, la playa cerca... Hay gente joven que retorna y otra que viene a asentarse de fuera que nos dan fuerza además del turismo, la ganadería y la quesería”.

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