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Asturias lidera la caída demográfica en España por el desplome de su población autóctona

La porción de extranjeros crece levemente, pero por encima de la media | La región pierde en un año 7.000 personas en edad laboralmente activa

Chupete en una escuela infantil Miki López

Asturias ha actualizado su penuria demográfica con un progreso muy débil de la población extranjera, con un destello fugaz que no tardará en apagarse, un repunte casi imperceptible que no amortigua el descalabro del censo autóctono. Empezando por la buena noticia, o así, la región cerró 2020 con apenas 124 habitantes foráneos más que en 2019, un dato escaso que le basta para crecer porcentualmente más que la media española en el año difícil del estallido de la pandemia y también para encadenar cuatro ejercicios consecutivos de incremento en la zona foránea del censo, pero no, ni de lejos, para aliviar las endémicas afecciones de la natalidad más deteriorada del país. En el juego de claroscuros de la población asturiana siguen dominando las sombras.

Los últimos datos del padrón continuo, recién divulgados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), confirman que el Principado ha vuelto a liderar la caída demográfica en España –con casi 7.000 habitantes menos que un año antes para casi un 0,7 por ciento de decrecimiento– y que eso pasa fundamentalmente por el vertiginoso desplome de su porción de población local, cuyo descenso ha sido el más acusado del conjunto autonómico: no hay región que iguale su disminución del 0,73 por ciento. El problema es una de las tasas de natalidad más menguadas de Europa, pero a su lado, también, la escasa capacidad atractiva para compensarla mediante la retención de la población propia y la captación de habitantes externos. Como muestra, el último resumen de 2020 dirá que el censo asturiano ingresó 124 extranjeros, casi uno cada tres días, y restó 7.116 españoles, casi veinte diarios.

Asturias no sólo no ha perdido población extranjera, algo que sí ha ocurrido por ejemplo en Madrid o Canarias, la ha ganado porcentualmente en mayor medida que el conjunto del país. Su problema es que parte de tan abajo que su leve mejoría es imperceptible. El Principado, al que sólo le queda la inmigración para compensar la sangría del descalabro de su natalidad, sigue sin dejar de ser la tercera autonomía del país con menor proporción de población extranjera, un exiguo 4,5 por ciento que aunque sea su mejor dato anual desde 2013 únicamente es mejor, todavía, y no por mucha diferencia, que los de Extremadura y Galicia.

Es así como el Principado ha hecho, a su pesar, una notable aportación a la estadística que viene de confirmar al extraño 2020 como el primer año que ha registrado un descenso de empadronados en España desde 2016. Pero en cuestión todo es peor en Asturias. El Principado cae sin parar desde 2009, y su dato parcial de población autóctona no ha abandonado la dirección descendente en todo lo que va de siglo, desde 1999.

La tendencia a la insostenibilidad que caracteriza a la demografía asturiana encuentra asiento además, o sobre todo, en el desmenuzado del padrón por edades. En sólo el año que va de 2020 a 2021, la región perdió 6.800 habitantes de entre dieciséis y 64 años, las zonas de la pirámide que a efectos demográficos se consideran laboralmente activas, y casi 2.500 niños y adolescentes de menos de dieciséis. Para volver a dar fe de la profundidad del desequilibrio, la parte de los mayores de 65 engordó en casi 2.300 personas.

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