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Díaz Merchán, el niño de 10 años marcado por la barbarie de la guerra civil

Los padres del arzobispo de Oviedo, melquiadista él, cristiana piadosa ella, murieron ejecutados por milicianos en agosto del 36

A Gabino Díaz Martín y a Paz Merchán Goubert, que contaban 42 y 41 años respectivamente, la fatídica tarde del 21 de agosto de 1936 los sacaron de su casa en Mora, en La Mancha toledana, a unos 30 kilómetros al sur de la capital de la provincia, y bajo la solanera vespertina los montaron en un coche y los llevaron a Orgaz, a unos diez mil pasos de distancia. Los milicianos iban solo a por el hombre, republicano melquiadista propietario próspero de una tienda de ultramarinos al por mayor que surtía incluso a vecinos de localidades próximas. La mujer, que preveía el fatal desenlace y era valiente y resuelta dijo a los captores: “Si lo vais a matar, yo quiero morir con él”. El matrimonio tenía dos hijos pequeños: Gabino y Francisca Isabel.

A la altura del cementerio de Orgaz, el vehículo paró. Gabino llevaba el ánimo muy caído, temeroso de lo que fuera a ser de sus hijos en medio de la barbarie desatada. Su mujer, Paz, mujer piadosa, le reconfortaba y le pedía que se pusiera en manos de Dios. Sus ejecutores los situaron frente a una tapia para fusilarlos y ella vendó los ojos a su marido con un pañuelo, le tomó de la mano y frente al pelotón elevó los suyos al cielo: “¡Viva Cristo Rey!”, gritó con firmeza, cuando sonó la ráfaga que apagó sus vidas. De ese luctuoso y trágico suceso que marcó para siempre su existencia, Gabino Díaz Merchán dijo años después que su madre “murió mártir del matrimonio, entregada a su marido, por encima de sus hijos y sin que fueran a por ella. Morir por el matrimonio es morir por la fe. Murió casi como un sacerdote que ayuda a morir a una persona. Dieron un buen ejemplo cristiano. Valoro eso más que si me hubieran dejado dinero y tierras”.

El pequeño Díaz Merchán, de la mano de su hermana y junto a sus padres, Gabino y Paz.

El pequeño Díaz Merchán, de la mano de su hermana y junto a sus padres, Gabino y Paz.

De nada sirvió la intervención de un primo hermano de Campo de Criptana (Ciudad Real) anarquista y cargo de la FAI que se dedicó a repartir carnés de la CNT entre familiares y amigos para evitar que fueran represaliados. Se fió de la recomendación del jefe del Partido Comunista en Mora, Carlos Torres, quien pidió al anarquista que se desentendiera, que a Gabino y a Paz “nadie les haría nada”. Los dos niños, Gabino y Francisca Isabel, de 10 y 4 años, quedaron al recaudo de la abuela. El mayor de la casa era entonces “un niño delgadín que estaba en los huesos” al que obligaron durante un tiempo a afiliarse al PC.

De Gabino Díaz Merchán dijo su predecesor al frente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Tarancón, que era un obispo “transparente en todos sus juicios y todas sus actitudes”. Sereno y conciliador, fue ejemplo de perdón y convivencia. Asesinados sus padres en las primeras calendas de la guerra civil, vivió toda su vida sin odio ni rencor hacia quienes segaron la vida de sus progenitores. Y fueron habituales sus pronunciamientos en favor de que los miles de muertos de uno y otro bando no fueran utilizados como arma arrojadiza en la España que transitaba con paso firme hacia la democracia. Muy mentada fue, en este sentido, la pastoral que escribió, estando al frente de los obispos españoles, con motivo del cincuenta aniversario del inicio de la contienda fratricida: un mensaje de concordia y reconciliación que no cayó en saco roto.

Presidente de los obispos durante  el 23F

A Gabino Díaz Merchán le tocó lidiar como presidente de la Conferencia Episcopal Española con la intentona golpista del 23F. Desde algunos sectores progresistas se acusó a los obispos de retrasar su pronunciamiento contra el golpe de Estado. El arzobispo de Oviedo expresó su adhesión al orden constitucional, reprobó los métodos violentos y elogió la serenidad y aplomo del pueblo en momentos tan difíciles, así como el papel del Rey. Calificó el golpe de “acto terrible”.

El día de la Santina, la fiesta de todos

Corría el año 1980 cuando Rafael Fernández, presidente de la región, invitó a comer al arzobispo Díaz Merchán a un restaurante de Trascorrales, en Oviedo, para comunicarle su deseo de fijar el Día de Asturias coincidiendo con la fiesta religiosa en honor de la Santina. Era una llamada a la concordia que encontró la complicidad de dos personas que mantuvieron una relación de respeto mutuo, desde sus distintas responsabilidades. De esa forma, el presidente asturiano acudió a la misa en Covadonga y se arrodilló ante la Santina; y el arzobispo asistió al acto institucional en Cangas de Onís. Se trató uno de los gestos más relevantes de la Transición en Asturias.

De La Mancha pero también asturiano

El 21 de septiembre de 1969, en la señalada festividad de San Mateo, cruzaba el umbral de la catedral de Oviedo el mitrado Gabino Díaz Merchán, el entonces arzobispo más joven de Europa, a los 43 años. Se iniciaba así una estancia en Asturias que duraría cuatro décadas, hasta tal punto que llegaría a declarar en alguna ocasión que “soy manchego, pero me siento como un asturiano entre asturianos”.

Con el Papa en Covadonga, "monumento de fe del pueblo"

Uno de los hitos del mandato arzobispal de Gabino Díaz en Asturias tuvo lugar en agosto de 1989, con la visita del Papa Juan Pablo II a la región. El prelado recordó al Sumo Pontífice, en una multitudinaria misa en La Morgal, que venía al encuentro “de un pueblo antiguo por su historia y su cultura, pero siempre joven por su coraje, sus inquietudes y la esperanza con que se proyecta el futuro”. En la Santa Cueva, donde oró ante la Santina, el Papa dijo: “Covadonga, un monumento de fe del pueblo de Asturias y de España entera”.

El largo encierro de los de Duro y el "gomeru"

En 1996, un grupo de trabajadores de Duro Felguera permanecieron encerrado 318 días en la torre de la Catedral de Oviedo en protesta por el despido de cientos de compañeros en una de las crisis cíclicas de esta empresa. Dos años antes, una huelga de hambre acabó con cinco trabajadores encerrados en el salón de plenos del Ayuntamiento de Langreo durante 52 días. Más de cuarenta sacerdotes firmaron un manifiesto pidiendo a Díaz Merchán que interviniera para intentar parar el conflicto. Así lo hizo y los encerrados le regalaron un “gomeru”, algunos de los cuales habían llegado a encadenarse a la verja de la cueva de Covadonga durante un Día de Asturias.

Adoptivo y predilecto en sus dos tierras del alma

Uno es querido cuando es profeta en su tierra y también en territorio foráneo. Tal es el caso de Gabino Díaz Merchán, hijo predilecto de su localidad natal, Mora (Toledo) y a su vez hijo adoptivo de Oviedo, tituló que le fue otorgado por el Ayuntamiento de Oviedo junto a la entrega de la Medalla de Oro de la ciudad, en 1995. Y si de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha recibió la Medalla de Oro en el año 2000, el Principado de Asturias se sumó a los homenajes un año después al nombrarlo hijo adoptivo, a quien también fue hijo predilecto de su provincia natal toledana.

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