Entrevista | Luis Fernández-Vega Sanz Oftalmólogo, este martes recibe la medalla de oro de la Cámara de Comercio de Oviedo

"Nadie de la saga Fernández-Vega puede venir a vivir del negocio familiar"

"En mis 40 años en el HUCA, no es posible decir que hayamos desviado un paciente de la sanidad pública a nuestra clínica"

Luis Fernández-Vega Sanz, en su despacho de la clínica familiar,  en Oviedo. | Miki López

Luis Fernández-Vega Sanz, en su despacho de la clínica familiar, en Oviedo. | Miki López / Pablo Álvarez

Pablo Álvarez

Pablo Álvarez

Luis Fernández-Vega Sanz (Oviedo, 1952) atesora una trayectoria propia de un triunfador. Forma parte de la cuarta generación de una saga de oftalmólogos que ha situado a Oviedo –y por extensión a Asturias– en el mapa (ahora en el Google Maps) gracias al Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, del que es máximo responsable. El pasado 31 de agosto se jubiló como catedrático de Oftalmología de la Universidad de Oviedo y jefe del servicio de esta especialidad en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Este pasado jueves fue relevado de la presidencia de la Fundación Princesa de Asturias. Son cosas que pasan por el simple hecho cronológico de cumplir 70 años, porque su vitalidad, entusiasmo y capacidad de concebir proyectos continúan en un nivel alto. Ahora, tiene previsto centrarse en formar a la quinta generación de oftalmólogos Fernández-Vega. Que se preparen, porque el actual líder de la familia comenzó a vivir de su propio sudor en quinto de Medicina y lanza una advertencia muy clara: «En nuestra familia nadie puede venir a vivir del negocio». Este próximo martes, Luis Fernández-Vega Sanz recibirá, en nombre del Instituto Fernández-Vega, la medalla de oro de la Cámara de Comercio de Oviedo.

–Después de una vida a mil por hora, ¿qué piensa hacer mañana?

–Hasta ahora, no me he dado cuenta de que mi carga de obligaciones ha bajado. En adelante, quiero dejar alguna mañana un poco para mí. De todos modos, voy a ver más pacientes en nuestra clínica y voy a dedicarme más a lo que entiendo que es la prioridad: el paso a la quinta generación de oftalmólogos de la familia. Aunque ya están todos muy implicados y muy en su sitio, quiero echar un ojo.

–¿Cuántos miembros tiene la quinta generación oftalmológica de los Fernández-Vega?

–De la familia, cuatro. Más otra persona que también consideramos de la quinta generación, aunque no es familiar: Belén Alfonso, hija del doctor José Alfonso. Y después tenemos otros oftalmólogos jóvenes que también están trabajando y que, aunque no forman parte de la familia, representan la continuidad de toda la saga.

–¿Esta quinta generación estará a altura de lo que le exigirán las circunstancias?

–Estoy seguro de que sí, porque la formación que han tenido ha sido muy exigente. Es lo que figura en el protocolo familiar. No vale estudiar medicina, hacer el MIR y terminar la especialidad. No, tienen que hacer un fellow, una superespecialización que tiene que ser competitiva...

–¿Competitiva?

–Que no van a un sitio a mirar. Tienen que ganarse la posición en ese sitio. Tiene que ser un centro de prestigio y en el que les paguen un sueldo por trabajar. No que paguen ellos por estar allí, sino que el centro les pague a ellos. Es lo que están haciendo.

–¿Y ese protocolo dónde está?

–En una caja fuerte. Y tenemos uno cada uno de nosotros, y firmado por todos: mis primos, yo, mis hijos, mis sobrinos... Según pasan una serie de hitos, van firmando.

–O sea, nadie va a vivir del simple hecho de pertenecer a la familia...

–No. Eso se lo hemos dejado muy claro desde el principio: aquí no pueden venir a vivir del negocio. Además, si fuese así, el negocio se hundiría en cuatro días. Esto son habas contadas: o tienes una excelencia en la profesión, y se ve y se manifiesta, o esto se hunde. Yo les he dicho siempre: si no estáis dispuestos a trabajar...

–¿A qué llama trabajar?

–Aquí no vale trabajar siete horas e irse para casa…

–¿No vale el «quiet quitting», trabajar el horario estipulado y ni un minuto más?

–Aquí no sirve. O estás dispuesto o hay que venderlo. Cada tres meses tenemos una oferta. Estos días nos ha visitado un fondo de inversión muy importante.

–¿Qué les ofrecen?

–Mucho. Si fuese por dinero, habríamos vendido hace mucho tiempo y estaríamos nadando en la abundancia.

–Les ofrecen comprar pero manteniendo la marca, ¿verdad?

–Por supuesto, la marca es importante. Siempre recibimos a quienes nos lo piden, pero avisamos de antemano de que no queremos vender.

–¿Y por qué no quieren vender?

–Estamos nosotros aquí, en Oviedo, y todos los demás en otro lado. Hablo de toda España. Y no es una vanidad, es una realidad, estoy constatando un hecho. Somos la única clínica oftalmológica de España de este tamaño que solo tiene pacientes privados. No tenemos ni mutuas ni nada. Solo pacientes privados.

–¿Nada concertado con el Servicio de Salud del Principado (Sespa)?

–Nada. Nunca quise tenerlo. Cuando llegué, en 1986, quitamos todos los seguros. Y con el Sespa nada, porque nunca quise la más mínima duda de que yo me aprovechaba de mi dualidad, de estar en los dos sitios. Y mira que nos lo pidió el Sespa en ocasiones, con el PSOE en el Gobierno. En cuarenta años, nadie puede decir que hayamos desviado un paciente de la sanidad pública a nuestra clínica.

–¿Y con esta quinta generación la clínica seguirá siendo familiar y seguirá estando en Asturias?

–Mientras que yo viva, estaremos aquí, salvo que nos hagan alguna tropelía. La quinta generación creo que tiene las raíces también aquí y que aquí vamos a seguir. Siempre y cuando veamos que las comunicaciones mejoran, por ejemplo el año que viene con el AVE. Y otra cosa que siempre pedimos: que tengamos una armonización fiscal. No pido pagar menos. Estoy pidiendo pagar lo mismo que en el resto de España para competir con todo el mundo en igualdad de condiciones.

–¿Se ve en inferioridad?

–Si yo me muero aquí, resulta que mis hijos tienen que pagar mucho más que si me muero en Madrid o en Cantabria o en Galicia. En un momento determinado, nos costó trabajo contratar a determinadas personas porque me decían que el IRPF aquí es cuatro puntos más que en el lugar en el que estaban. Vamos a jugar en igualdad de condiciones. Lo que pido es no estar en inferioridad. Imagínese que, si esto sigue así, un día me dicen mis hijos: «Oye, papá, vámonos a Madrid porque aquí, el día que tu faltes, la broma esta va a costarnos mucho dinero que a lo mejor no tenemos». En Madrid tenemos una clínica que nos costaría muy poco trabajo hacerla crecer. Cada vez que damos un paso, al poco tiempo se satura. Cuando lo digo, el presidente Barbón me mira y se ríe... Se ríe, pero digo la verdad.

–¿Qué espera que pase con la llegada del AVE?

–Que los pacientes tengan más posibilidades de venir.

–O sea, un aumento de la demanda.

–Eso es, porque hay pacientes que son gente mayor, que no les gusta venir en avión... Espero que pueda ser bueno.

–El Instituto Fernández-Vega acaba de ser elegido el mejor centro oftalmológico privado de España por el estudio del Monitor de Reputación Sanitaria.

–Hasta ahora, siempre estábamos segundos o terceros, y sabíamos que era muy difícil ser primeros porque la mayoría de los que votan son de ciudades grandes y se conocen mejor entre ellos. Lo importante para nosotros: que ahora, cuando alguien en cualquier sitio de España tiene un problema gordo en un ojo, se plantea venir a nuestra clínica. Otra cosa es que venga o no, pero estamos en la agenda de todos.

–¿Cómo van a cerrar este año 2022 en cuanto a actividad?

–Estamos en el tope. No podemos crecer más porque no tenemos más espacio.

–¿Cómo les impactó el covid?

–En 2020 pasamos un momento malo.

–¿Tuvieron que despedir gente?

–No. Hicimos un ERTE desde el 13 de marzo hasta el 13 de mayo. Pasamos de 450 pacientes un viernes a 30 al lunes siguiente. Casi me da un síncope. Inmediatamente después de abrirse los cierres perimetrales, nos pusimos a trabajar a tope. Terminamos 2020 con muy buenas cifras, recuperando parte de la actividad perdida. El año 2021 fue muy bueno. Y 2022, también.

–¿Este año será el mejor de la historia?

–Será el mejor año de la historia.

–¿Cuántos beneficios?

–No debo decirlo. En nuestro planteamiento, el dinero tiene una importancia limitada. Ya he dicho que, si fuese por dinero, ya habríamos vendido la clínica. Eso no nos mueve ni a mí ni a mis primos, y espero que no mueva a nuestros hijos.

–¿Cómo resumiría sus 45 años de profesor universitario?

–Empecé en Madrid, en 1978, como profesor ayudante, lo que se llamaba PNN (profesor no numerario). En aquel momento cobrábamos nada, 20.000 pesetas. Después leí la tesis doctoral, fui profesor adjunto, estuve de jefe de sección en el Hospital Clínico, gané la cátedra y ya me vine para casa. Siempre he tenido un gran apego a la Universidad. Ya desde mi época de colegio mayor. Quise ser jefe de estudios de mi Colegio Mayor y lo conseguí. Y para mí fue una satisfacción que a partir de quinto de carrera mi padre no tuvo que pagar mis estudios. Yo me autofinanciaba. Después fui delegado de Facultad. Siempre me ha gustado estar en los sitios en los que se toman las decisiones. Eso va con la personalidad de cada uno.

–En la vida usted ha perdido pocas veces...

–Sí, y cuando he tenido alguna cosa en la mala en la vida he procurado olvidarla pronto. Pero he tenido algún episodio complicado, como una enfermedad de uno de mis hijos. Con la familia, ese tipo de situaciones se sacan adelante.

–¿Cómo ha visto la evolución de la Universidad de Oviedo?

–Lo que mejor conozco es la Facultad de Medicina. Ahora entre los médicos hay pocas vocaciones de profesores porque no se estimula. Pocos hacen la tesis doctoral, porque tenerla puntúa muy poco para acceder a una plaza de médico. Entonces cada vez hay menos profesores vinculados. Y están dando las clases médicos que no tienen una carrera universitaria como tal. Hacen falta más profesores.

–De todos los rectores a los que ha conocido, ¿con cuál se quedaría?

–He tenido buena sintonía con todos, pero tengo una relación especial con Juan López Arranz, que es médico, como yo. Cuando llegué a la Facultad de Medicina, él era decano y yo fui vicedecano.

–¿Cómo ha dejado el área de oftalmología del HUCA después de tantos años de jefe?

–Yo me centro en que la he dejado con un equipo muy bien formado, en manos de una persona estupenda, la doctora Begoña Baamonde, que de momento es la jefa en funciones y va a hacerlo muy bien.

–Hay mucha lista de espera...

–Sí, pero ese es un problema de todas las especialidades que tienen una gran demanda, como es la nuestra. Además, se han jubilado cuatro o cinco personas que no han sido sustituidas porque no hay oftalmólogos en el mercado. Así es muy difícil mantener una lista de espera con unos plazos razonables.

–¿Cómo deja la Fundación Princesa de Asturias?

–He estado muy contento en mis casi cinco años de presidente. Son inolvidables en todos los aspectos. La nueva presidenta, Ana Isabel Fernández, es una persona con un gran currículum y estoy seguro de que va a hacerlo muy bien. Y, sobre todo, está apoyada por el equipo de la Fundación, que es estupendo, con una gran directora, como Teresa Sanjurjo. De todas maneras, sigo vinculado como patrono.

 –¿Le han asaltado por la calle para sugerirle premiados?

–Muchas veces. Por la calle, por teléfono... Muchas veces con sugerencias de lo más peregrinas. Tengo gente enfadada conmigo. Hay uno muy conocido que está enfadado porque no se le ha dado el premio a él. Y dice que la culpa es mía.

–¿Le han gustado todos los premiados de estos años?

–Unos más que otros.

–¿El que más?

–Pues voy a decir uno fácil, pero es la verdad: los padres de las vacunas del covid-19. El aplauso que se les dio en el Campoamor no lo he visto en los más de veinte años que llevo vinculado a la Fundación Princesa.

–¿Cómo recibe el reconocimiento de la Cámara de Comercio de Oviedo?

–Con orgullo. Este tipo de premios siempre me extrañaron. Al principio no me veía como empresario. Ahora ya empiezo a pensar que algo habré aprendido. Lo veo como una de mis facetas, y no la más importante.

–Es un empresario autodidacta...

–Absolutamente.

–No ha ido a ninguna escuela de negocios.

–No. Lo que vi cuando estuve en Estados Unidos: lo que marca la diferencia es la organización, que es lo que aporta eficiencia.

–¿Usted qué le pide a un trabajador de este Instituto?

–Dedicación y lealtad.

–Si aquí hay un lío de faldas, ¿qué pasa?

–Tenemos mucha gente joven en la plantilla y sucede a veces que se conocen y terminan casándose. Sin problema.

–Hay empresas que eso lo prohíben radicalmente.

–Nosotros no nos metemos en la vida de la gente y nos va bien. Suelo ser el último en enterarme de estas cosas.

–¿Cómo ve Oviedo, sus calles, sus comercios?

–Con una cierta tristeza y preocupación. Veo muchos locales vacíos. Y que las grandes multinacionales acaban con el mercado de barrio. Y sobre todo que la gente joven tiene que irse de Oviedo y de Asturias para encontrar trabajo.

–¿Cómo valora la trayectoria de Asturias? ¿Es de los que piensa que necesita un gran cambio de paradigma político?

–Creo que hay que estimular la iniciativa y el emprendimiento. Para mi gusto, sobran funcionarios y falta iniciativa privada. 

–¿Adrián Barbón (PSOE) o Diego Canga (PP)?

–Creo que no debo expresarme. Diego Canga es una persona con un currículum muy bueno, con una trayectoria profesional y vital importante. Me parece muy elogiable que renuncie a una posición envidiable y relativamente cómoda para venir a arrimar el hombro por Asturias. Y Adrián Barbón está haciendo lo que puede y lo hace de la mejor manera posible. Los ciudadanos tendrán que decidir.

–Si el PP gobierna, ¿le veremos a usted como consejero de Sanidad?

–No. No es eso lo que me desean los buenos amigos (risas). No me gusta la política. Opino como ciudadano. Eso sí, huyo de los extremos, de un lado y del otro. Me encuentro centrado, y en ese centro aspiro a que, quien gobierne, lo haga lo mejor posible, sea Adrián Barbón o sea Diego Canga.

–Últimamente anda sin gafas... ¿Se ha operado por fin?

–No, no me he operado. Es que me ha bajado un poco la miopía y suelo arreglarme bien sin ellas. No obstante, las llevo conmigo.

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