El presunto asesino de La Arena no parecía borracho, declaran los agentes que le detuvieron

"A mí me gustan los malos", admitió ante su familia la víctima, que quería sacar al acusado de la droga

"Era tranquilo, cariñoso, muy humano", describen al asesinado sus hermanos

Doru Robert Diditel, entre dos agentes.

Doru Robert Diditel, entre dos agentes. / Luis Vega

Luis Ángel Vega

Luis Ángel Vega

En la segunda jornada del juicio con jurado contra Doru Robert Diditel por el asesinato de su novio, Alejandro Fernández-Canteli, Álex, en noviembre de 2020, han declarado siete de los nueve hermanos que le sobreviven (eran doce), así como un sobrino a cuya madre cuidó la víctima cuando estaba terminal de cáncer. La mayor parte de los hermanos coincidieron en que Álex "era tranquilo, cariñoso, muy humano", en palabras de una de ellas, que no pudo reprimir las lágrimas. Algunos de ellos estaban al tanto de que Álex había iniciado una relación con un gitano rumano con problemas de drogas. "Quería sacarlo de la droga", aseguraron. "A mí me gustan los malos", había admitido ante su sobrino, al que le unía su amor por la música. Los hermanos no ahorraron calificativos a la hora de describir a Álex: "Era alegre, optimista, de gran corazón, no era una persona violenta en absoluto". Y otra de ellas añadió: "Era de carácter muy bueno, bastante amable, cariñoso, divertido, hacía deporte, gimnasio, natación, viajaba y pintaba, huía de las broncas, todo el mundo quería a Alejandro".

Los agentes que intervinieron en el operativo tras el descubrimiento del cadáver de Álex, hallado en el interior de su coche a la altura del Castillo, en Soto del Barco, cuando trataba desesperadamente de llegar al Hospital San Agustín tras recibir una puñalada en el pecho, entre la clavícula y una costilla. Los agentes de la patrulla que halló el coche a eso de las doce y media de la noche pensaban que se trataba de un accidente de tráfico, ya que el coche se había salido de la calzada. Pero cuando los sanitarios le abrieron la camisa y vieron la herida, fueron unánimes: "Esto no es un accidente de tráfico, es una muerte violenta". En el coche, junto al cadáver, estaba su móvil, que no dejaba de sonar. El capitán al frente del operativo cogió el teléfono y le colgaron la primera vez. Luego llamó a ese número desde otro aparato y se puso Robert, quien aseguró que era pareja de Alejandro y que habían tenido una discusión, aunque no reconoció haber apuñalado a su novio. Un poco antes había llamado a su Rumanía natal, a su hermana, para pedirle que su cuñado se responsabilizase del crimen, porque él no estaba acostumbrado a la cárcel y no iba a soportarlo.

Cuando los agentes de la Guardia Civil llegaron a la casa en la que se había producido el crimen, en la avenida Río Nalón, les llamó la atención sobre todo el abundante reguero de sangre que partía de la vivienda hasta un descampado utilizado como aparcamiento al otro lado de la carretera. Tras recibir la mortal puñalada, Alejandro salió de la casa a toda prisa para coger el coche e ir al Hospital San Agustín. Desde allí solo pudo recorrer un kilómetro y 200 metros antes de quedar inconsciente y morir desangrado.

Los agentes hablaron brevemente con los ocupantes de la casa. Propietario, José María, y su pareja, Virgil, aseguraron que se había producido una fuerte discusión entre Robert y Álex, y después ya vieron a este sangrando por el pecho. Frente a lo que declaró el acusado (dijo que había bebido dos o tres botellas de vino y veinte botellas de cerveza), a los guardias les pareció que no estaba borracho en absoluto: "Estaba nervioso, pero no le vi síntomas de embriaguez, que se tambalease o no coordinase los movimientos", comentó un agente de la Policía Judicial. El acusado presentaba lesiones en los nudillos. "Dijo que eran pareja, que habían tenido una discusión y una pelea, pero que no recordaba si le había causado algún tipo de lesión", añadió el agente. Eso sí, el acusado, "tenía restos de sangre en la ropa". Los agentes encontraron el mango del cuchillo supuestamente utilizado en el crimen. El acusado habría arrojado la hoja, de entre diez y quince centímetros de largo, al terraplén que hay entre la vivienda, pero ese terreno se desbrozó y no se encontró nada.