Entrevista | Toni Roldán Monés Economista, coordinador del libro "Un país posible", que hoy se presenta en LA NUEVA ESPAÑA

"En España faltan instrumentos para que la sociedad pueda controlar las malas políticas"

"Si traes de fuera 2.000 investigadores que trabajen en campos de frontera puedes cambiar el rumbo de país"

Toni Roldán Monés.

Toni Roldán Monés. / LNE

Pablo Álvarez

Pablo Álvarez

Antonio (Toni) Roldán Monés dirige EsadeEcPol, un centro de política económica con formato de "think tank" que busca fomentar espacios de consenso para analizar y propiciar las principales reformas económicas que precisa España. Asimismo, es uno de los coordinadores de "Un país posible", un libro coral que lleva por subtítulo "Manual de reformas políticamente viables". Esta obra se presenta a las 18,30 horas de hoy, miércoles, en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, donde Roldán estará acompañado de otros dos autores del libro –la economista Claudia Hupkau y el sociólogo Luis Miller–; de Elena Lasarte, profesora titular de Economía de la Universidad de Oviedo y directora de Regiolab; y, como moderador del debate, de Ignacio Prendes, exvicepresidente del Congreso de los Diputados en representación de Ciudadanos, la misma formación por la que Toni Roldán fue diputado entre 2016 y 2019.

–¿Cómo resume la esencia de "Un país posible"?

–Es un libro que parte de una doble reivindicación: la política pequeña y la necesaria mejora de la productividad.

–¿Política pequeña?

–En ocasiones, los economistas hemos pensado en políticas que funcionan sobre el papel, pero hemos tenido poco en cuenta las restricciones políticas que impiden que se implementen. Por lo tanto, el libro es, primero, una reivindicación de la política pequeña, de los cambios incrementales en políticas basados en la evidencia, más que en grandes gestas.

–O sea, aportan una dosis de realismo...

–Es que hemos hablado mucho en los últimos años de hacer grandes reformas estructurales, que evidentemente me interesan mucho. Pero resulta claro que, en un entorno tan ultrapolarizado como el que tenemos, hemos de pensar en medidas más concretas. Hay programas específicos que están contrastados y fundamentados en políticas basadas en la evidencia que permiten avanzar mucho. En otros países, ya hace tiempo que hacen programas piloto, experimentan los objetivos y testean lo que funciona y lo que no. El libro es también una reivindicación de la evaluación de políticas. Hoy, en España, todavía estamos en el pleistoceno de la evaluación de políticas.

–¿Sólo de políticas? La cultura de evaluar lo que se programa y se ejecuta en muchos sectores no parece estar muy al alza...

–Todos conocemos el mundo de la Inteligencia Artificial. Hay un desarrollo gigante de la disponibilidad de datos. Sin embargo, en la pandemia de covid-19 vimos que en España estábamos muy atrasados en el intercambio de datos sanitarios entre comunidades autónomas. También se han visto deficiencias en el ingreso mínimo vital: no hay manera de consultar quién está recibiendo ayudas en los diferentes niveles administrativos... En esta materia, el sector público parece estar muy por detrás del privado. Sin embargo, cuando realmente se quiere recabar datos, como sucede con Hacienda y los impuestos, somos extremadamente avanzados en encontrar todas las trampas que hace la gente. Conclusión: no es un problema técnico, es un problema de voluntad política.

–¿Este déficit es exclusivo de España?

–Seguramente no, pero es muy llamativo. Desde Madrid puedes acceder a una sala segura del Gobierno alemán creada para analizar todos sus datos de Seguridad Social o de Hacienda, para ver qué pasa con las diferentes políticas. Sin embargo, en España es imposible que cada comunidad autónoma comparta sus datos. Estamos muy atrasados a nivel europeo en transparencia y disponibilidad de datos que permitan a la comunidad científica evaluar las políticas. En consecuencia, nos faltan instrumentos para que la sociedad civil pueda controlar las malas políticas. Queda muchísimo camino por recorrer.

–¿Y si se pudiese evaluarlas?

–Otra cosa es que esas evaluaciones tengan un efecto, es otro reto todavía más grande. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF) ha hecho la evaluación de las políticas activas de empleo, ha concluido que no sirven para reemplear a los trabajadores y, sin embargo, los cambios han sido mínimos. Esto conecta con la falta de ambición en los cambios en el ámbito del capital humano.

–¿Por dónde debería comenzar el cambio de rumbo?

–Con el envejecimiento de la población, que es muy problemático, hay que pensar de otra manera sobre las políticas públicas, de una manera más científica. En España hablamos mucho de cómo redistribuir riqueza, y eso muy importante, pero tenemos que hablar más de cómo crecer.

–Usted hablaba al principio de una segunda idea de fuerza del libro: la baja productividad de España.

–Llevamos desde 2005, básicamente, con el mismo PIB per cápita en España. Desde el final de los años 60 del siglo pasado habíamos empezado a converger con Europa. Entonces, estábamos un 30 por ciento por debajo de la media de renta per cápita en relación a la Unión Europea. Llegamos a acercarnos hasta llegar al 9 por ciento por debajo, en 2006, y ahora estamos un 17 por ciento por debajo. Lo que hacemos es crecer a base de añadir más personas, pero no de producir mejor.

–¿Cuáles son las claves del problema?

–Hay muchas explicaciones a esa parálisis de la productividad. Por ejemplo, el pequeño tamaño de las empresas. Tenemos empresas que realmente son productivas, pero mucho más pequeñas que las de países como Alemania. Después, en España, la reforma universitaria ha sido un desastre, la reforma educativa no ha cambiado nada, la reforma de políticas activas de empleo, tampoco. Hay una dejadez en esa línea esencial, no se está tomando en serio. Un capítulo del libro lo firma Andréu Mas-Colell, que fue director del Departamento de Economía de Harvard durante diez años, y propone usar los fondos europeos, usar mil millones de fondos europeos, para traer a 2.000 investigadores del extranjero, repatriar talento, atraer talento. Imaginemos a cientos de investigadores de frontera trabajando en España sobre Inteligencia Artificial generativa, sobre energía, sobre energía eólica... Puedes cambiar el rumbo de país.

–¿Cómo valora la aplicación de los fondos europeos "Next Generation"?

–Hace tres años tuvimos ese maná que nos cayó del cielo, como consecuencia de la pandemia. Lo que estamos viendo desde el centro de investigación que dirijo es que una buena parte de los fondos se están gastando en construcción, que es lo que hemos hecho toda la vida: edificios, carreteras, túneles, trenes... Pero el problema central de España no es precisamente de infraestructuras, aunque es cierto que Asturias acaba de ver un cambio muy positivo con el túnel de la variante ferroviaria de Pajares. Tenemos un reto: intentar gastar mejor en la economía de conocimiento y no tanto en infraestructuras físicas, sino más bien en las humanas.