Entrevista | José Antonio Quirós Director, estrena la película "El amigo de todos"

"Lo fascinante del nazi Pattist es que no se escondía, al contrario que el resto"

"Estaba perfectamente integrado en una sociedad de ver, oír y callar, donde siempre se miró hacia otra parte"

José Antonio Quirós.

José Antonio Quirós. / LNE

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Era un guaje de nueve años cuando José Antonio Quirós conoció al nazi Auke Bert Pattist porque iba mucho al bar "Panizales" de sus padres, en La Foz de Morcín. En moto. Trabajaba de intérprete traductor en el pozo Monsacro. El antiguo oficial de las Waffen SS (que era holandés, no alemán, como le llamaban), y que residió en Oviedo con normalidad durante décadas, fascinó a aquel niño que ahora estrenará comercialmente su documental "El amigo de todos" (miércoles, 24 en los cines Embajadores Foncalada de Oviedo).

¿Por qué esa fascinación?

–Probablemente porque en el entorno en el que me crié te brindaba la posibilidad de soñar, sobre todo de la mano de unos personajes que uno veía como excepcionales. Empezando por la manera de hablar, por cómo relataban sus experiencias, por el exotismo... En cierta manera es eso de "lo que viene de fuera es lo interesante".

–¿Qué le atrajo tanto de Ribadesella?

–La fiesta. El punto de partida o de coincidencia fueron "Les piragües", y a partir de allí empieza la integración.

–"Los que son amigos de todos no son amigos de nadie". ¿El título es definitorio y definitivo?

–Es una frase muy acertada y además detrás de ese título hay varias lecturas. Me gustan lo que hay detrás de una frase, de una historia. En este caso "El amigo de todos" se debe a una mezcla de empatía, adaptación y supervivencia del personaje.

–El Madrid de la posguerra era centro de información y poder, nazis en el Ritz y aliados en el Palace. ¿Está por contar eso?

–Por supuesto. Caí en esa tentación, pero la historia derivaba por otro lugar. Había muchos datos, ten en cuenta que me pasé casi un año investigando y eso te permite hacer crecer otras subtramas. Pero hay un momento en el que debes parar. Este género es lo que tiene: nunca lo quieres acabar, pero hay que saber decir: ¡basta!

–¿Era Pattist un monstruo con piel de cordero?

–No me gusta ser explícito o demasiado evidente. Me entusiasman los personajes que te hacen descubrir otros mundos, submundos o esa parte oscura. En definitiva, me interesa la contradicción de los personajes porque aprendes a meterte en la piel de ellos, aunque no compartas ni comulgues con sus ideas ni comportamientos. Pattist era un todo terreno. En la película documental hay varios personajes que intentan definirlo, pero luego deja un halo de misterio detrás. En este caso, lo que más disfruté fue ir descubriendo al personaje a través de otros. El espectador lo va deduciendo.

–¿Se decidió por España porque había un gobierno pronazi?

–Probablemente eso fue algo que le facilitó la tarea. De hecho, un dirigente nazi intervino para que le admitieran en nuestro país. La casualidad pudo haber sido otro de los motivos.

–Su mujer, Cheché, es un personaje fascinante, peluquera de perros, madre de cinco hijos, salía a nadar al encuentro de quien ganaba el Sella… ¿Sabemos cómo era su relación?

–Aquí el espectador es el que tiene que verlo y sacar sus conclusiones. Cheché ante todo era una mujer entregada. Hubo instantes en los que yo la veía como Magda Goebbels.

–¿Sintió algún escalofrío en algún momento del rodaje?

–Varios. Sobre todo cuando fuimos a los Países Bajos, al campo de concentración y de tránsito de Westerbork. Durante esos días llovía, había niebla, se palpaba el desaliento, el miedo…

Pattist en su juventud en las Waffen SS y a los 67 años.

Pattist en su juventud en las Waffen SS y a los 67 años. / LNE

–¿Fue "difícil" dirigir a su madre?

–El reto de dirigir a mi madre es que yo quería que apenas hablara y dijera lo justo. Aquí jugaba con la memoria, el recuerdo y el olvido. Realmente lo pasé mal pero encontré la satisfacción finalmente porque la estimulé para que reflexionara, quería adentrarme en el pudor, en ocultar o mostrar. En definitiva, me interesaba la ambigüedad. Ella sólo recordaba las propinas, el gusto por las comidas y el don de gentes, pero cuando descubrió algunos recortes, ahí se bloqueó, o pretendió bloquearse.

–Con alguna copa de más, Pattist no ocultaba ser nazi. Es decir, que de arrepentido, poco.

–Lo fascinante es que era un tipo que, al contrario que el resto, él no se escondía. Le dio una vuelta de tuerca. Bueno, eso lo hacen ahora muchos políticos, es lo que se denomina "desfachatez". Hasta se hizo, o al menos él lo creía, amigo de periodistas.

–¿Por qué la sociedad ovetense acogió tan bien al "nazi que escanciaba sidra"?

–El carácter y la empatía tienen mucho que ver. Además, siempre se miró hacia otra parte. Es curioso, pero muchas personas me dijeron que le llegaron a conocer en un sitio o en otro… Era una sociedad del "ver, oír y callar".

–En la guerra no se invita a café al enemigo, decía, pero nunca admitió ser un criminal, solo que de vez en cuando "algún golpe cayó". ¿Cree que tenía sangre en las manos?

–Será el espectador el que diga sí o no. Realmente tenía frases colosales que hoy gozan de una lectura muy actualizada. Hay una parte en la que se hace poca referencia a su etapa en Yugoslavia en la que se da a entender que allí tuvo un especial protagonismo en persecuciones y acciones. Lamentablemente no quedó rastro de aquel período, pero se deduce de algún documento al que pude acceder en La Haya.

–Se llevaba bien con cierta prensa local, ¿sabía disimular?

–Había un poco de todo. Lo envolvía y no se le notaba porque era muy próximo a la gente. Adentrándote más en situaciones, sí descubrías que a veces se le notaba, pero resultaba difícil descubrirlo.

–"Los judíos son un pueblo racista y Hitler estuvo bien hasta que se pasó de rosca". No se cortaba ni un pelo…

–Desde luego. Era algo que tenían marcado. Es la esencia del fanatismo. Creérselo, esa es la cuestión. Se trata de seguir una doctrina, en este caso, marcada por Hitler.

–Era "uno de los nuestros", ¿aquella sociedad prefería mirar hacia otro lado con el tema nazi?

–Estaba perfectamente integrado, pero al final no todo sale bien.–Se consideraba un "luchador incomprendido". ¿Era sincero cuando lo decía?

–Desde su punto de vista, sí. Todos fueron luchadores incomprendidos según ellos, claro que no preguntan al resto. Una cuestión de narcisismo.

–Hay una inquietante entrevista con Iñigo en la que, al final, es despedido con aplausos…

–Sí, cuando descubrí esas imágenes me quedé estupefacto. Me hizo pensar mucho. Sigue ocurriendo. Hay que tener en cuenta que esa figuración que va al programa no piensa, o quizá tenían la misión de aplaudir en el set para despedir al personaje. En cualquier caso, resulta delirante.

–Una mujer dice que hay que quedarse con la parte positiva de la gente aunque haya sido nazi, ¿hay mucha gente que prefiere blanquear la historia antes que hacer justicia?

–Aquí entra el concepto de memoria histórica. Hay espectadores que se enfurecen cuando viene esa parte. Decidí integrarla porque es un reflejo de lo que piensa una gran minoría o quizás una mayoría.

–Un final con suspense. ¿Fue asesinado?

–¡Todo lo quieres saber! Pero os dejaré con las ganas. En la película documental hay pequeñas pistas bien razonadas que te llevan a hacerte esta pregunta. Unos creen que sí, otros no.

–¿Quedan vestigios de aquella España acogedora de criminales de guerra?

–España siempre acogió a todo el mundo, excepto a los vencidos, para bien y para mal. Somos un país extraño y fascinante a la vez.

Las entradas se agotaron en 24 horas para el estreno en los nuevos cines de Oviedo

Fernando Delgado, Oviedo En apenas veinticuatro horas se agotaron las entradas puestas a la venta por internet el lunes para el estreno comercial el miércoles de "El amigo de todos" en los nuevos cines Embajadores Foncalada de Oviedo. Este hecho ha obligado al empresario del cine a ampliar otra segunda sesión el miércoles y jueves, siendo muy posible que se prolongue su exhibición durante todo el fin de semana. La película ya ha sido galardonada en el Festival Internacional de Cine de Gijón con el "Gran Premio del Público" y acaba de ser seleccionada por el Mercado Internacional de Producciones de Televisión de Cannes. La película se rodó en varios concejos, como Ribadesella, Oviedo, Morcín y Riosa. También se grabó en Madrid y Países Bajos.

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