Análisis

El feminismo herido llega a su 8M sin los vientos favorables de otras convocatorias

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Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

El feminismo se ha adentrado por una senda de tribulaciones y últimamente, se revuelve atravesado por sus propias contradicciones, debilitado por las fisuras internas y hostigado por las corrientes reaccionarias y los foros misóginos, que últimamente están alzando el vuelo. El 2018 fue el año del gran estallido, con la huelga feminista secundada en medio mundo y algunas de las manifestaciones más multitudinarias que se recuerdan en la historia más reciente de España. En 2019 el movimiento volvió a tomar las calles. Todas a una, el contexto era propicio. En España, la sentencia por la violación grupal de la manada de los sanfermines había caldeado el ambiente; el MeToo y el caso Wenstein se mantuvo vivo y extendió la indignación a escala global; en Chile, las feministas se encararon al ejército durante las protestas populares por el alza de los precios e internacionalizaron su himno contra la violencia sexual, "El violador eres tú".

No era fácil que un levantamiento ciudadano como el feminista, tan multitudinario y con tanta potencia como se mostraba en aquellos años, se mantuviera mucho en el tiempo. Efectivamente, llegó la pandemia y con ella se debilitaron los vínculos que las distintas facciones del feminismo habían ido tejiendo y, simultáneamente, a medida que el movimiento se expandía, resultaba más difícil mantenerlo unido.

Las disensiones internas están implícitas en la naturaleza del movimiento, que es una amalgama de colectivos muy diversos, cada uno con su propia agenda.

El feminismo español está tensionado internamente. Están los enfrentamientos lógicos en un movimiento tan heterogéneo y que reúne tantas sensibilidades, con los que las militantes veteranas están acostumbradas a trajinar. Las jóvenes son más intolerantes en ese sentido, temen que la discrepancia dañe el movimiento y que eche a perder todo lo conseguido. Son las eternas discrepancias, como la de la legalización de la prostitución o su abolición, y otras más teóricas, que a las militantes de base y a las simpatizantes les interesan más bien poco.

La ideología de género, el pensamiento queer, no son las mayores preocupaciones de mujeres que trabajan por la igualdad en el ámbito laboral o desde organizaciones volcadas en labores sociales.

Los efectos colaterales de la aplicación de la Ley de libertad sexual, la del solo sí es sí, con la cascada de rebajas de penas a violadores y agresores; el cuestionamiento teórico de la Ley Trans, con el debate que conlleva en términos de género y sobre el concepto mismo de mujer. En el terreno político, estos han sido los tragos más difíciles de digerir por el movimiento feminista español en el último año, de 8M a 8M.

Se percibe, además, un distanciamiento entre el feminismo institucional, el que se ha instalado en el Ministerio de Igualdad o en los ejecutivos autonómicos. A la gente de la calle le cuesta hacerse escuchar y a las instituciones les cuesta pedir consejo y, llegado el caso, rectificar.

La proximidad de elecciones no hace más que enrarecer el ambiente. Convertido en gancho electoral, propicia continuos tiras y aflojas entre el PSOE y Unidas Podemos, en la coalición de gobierno, y no es sencillo discernir si responde a sano interés y convencimiento o a estudiadas tácticas para asegurar votos. Se legisla con prisas, de cara a la galería y con pretensiones efectistas.

Los detractores del movimiento feminista no dudarán en aprovechar cada uno de sus errores para cuestionarlo y hacerlo retroceder. Los utilizarán como argumento y excusa para el recorte de derechos. Los ataques más burdos son los que ridiculizan al feminismo, los que corren por las redes en forma de memes o de twits, pero hay opositores más finos, con argumentos mejor armados.

En 2018 el viento soplaba a favor del feminismo, cinco años después el clima no es tan favorable. Hay por lo menos dos facciones enfrentadas, que de momento siguen sosteniéndose, y la opinión pública no está tan predispuesta hacia los mensajes feministas. El movimiento acusa cierto cansancio y la gran maquinaria consumista ha aligerado la reivindicación feminista hasta convertirla en eslogan para camisetas. Ha de sanar bien sus heridas si quiere llegar a la próxima batalla.

En tiempos de tribulación son aconsejables el recogimiento y la reflexión, clarificar objetivos y redefinir estrategias. Asegurar posiciones y sopesar cada nuevo paso, más que avanzar a lo loco.

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