El 6 de mayo de 1962, la huelga iniciada en las minas asturianas llevaba ya un mes. Aquella chispa producida por el paro inicial de un grupo de picadores del Pozo Nicolasa, se había convertido en una huelga secundada por decenas de miles de trabajadores en Asturias y no solo de la minería, se había extendiéndose a otros sectores. No eran ni las primeras huelgas mineras tras la Guerra Civil, ni las primeras huelgas contra la Dictadura en España, pero se convertirían en una referencia, se diría propagandísticamente que Asturias marcaba el camino. Todo un pulso que ponía en entredicho al régimen

Porque en la Dictadura Franquista, la falta de derechos y la ilegalidad misma de las huelgas, convertía a la movilización laboral, en algo político y contra el sistema, en un acto subversivo para la Dictadura. Eran las huelgas del silencio, de brazos caídos, de paralización de la producción del carbón en una España, que necesitaba de este combustible en su día a día.

Despidos, detenciones, deportaciones y torturas, fueron la pauta habitual. Pero en esta ocasión, se produjo la reacción, de una parte relevante de los intelectuales, tanto veteranos como jóvenes. El posicionamiento en un manifiesto carta, firmado el 6 de mayo de 1962. Carta colectiva, encabezaba nada menos que Ramón Menéndez Pidal presidente de la Real Academia Española, reclamando libertad de información y soluciones negociadas para los conflictos laborales, dirigida a D. Manuel Fraga Iribarne como catedrático. Planteando, que en uso del derecho de petición se la hiciera llegar al jefe del estado. Fraga sería nombrado Ministro de Información y Turismo en pocas semanas, en julio con la remodelación ministerial posterior al contubernio de Munich.

La carta de los intelectuales tuvo una gran repercusión en los medios internacionales. Su solicitud de reconocimiento del derecho de huelga y la suspensión de las sanciones impuestas, eran aún más importante, en un momento en el que el 4 de mayo, se había decretado el estado de excepción en Asturias, Vizcaya y Guipúzcoa. Los firmantes daban por buena la información de la prensa extranjera sobre las huelgas, frente a la censura imperante en España. Resaltando el carácter económico de las huelgas, algo que debería ser legal y repudiando la represión injustificada. Planteando una necesidad de libertad, justicia y concordia, para todos los españoles. Con dos puntos principales. La práctica de la lealtad informativa y la normalización del sistema de negociación de las reivindicaciones económicas por los medios generalmente practicados en el mundo con renuncia a las maneras autoritarias.

La misiva iba respaldada por la elite intelectual, no solo por conocidos comunistas o cercanos al PCE , también por personalidades de la derecha moderada: Ramón Menéndez Pidal, Ramón Pérez de Ayala, Ignacio Aldecoa, José Bergamín, Camilo José Cela, Gabriel Celaya, Faustino Cordón, Fernando Chueca, José María Gil Robles, Teófilo Hernando, Manuel Jiménez Fernández, Pedro Laín Entralgo, José Luis López Aranguren, Julián Marías, Manuel Millares, Antonio Quirós, Dionisio Ridruejo, Alfonso Sastre, Antonio Saura, José Suárez Carreño, Gonzalo Torrente, Dr. Vega Díaz, Luis Felipe Vivancos, Juan Antonio Zunzunegui, Antonio Buero Vallejo. A lo largo del mes de mayo se irían sumando más personalidades , con un escrito de adhesión de colectivos de intelectuales en las semanas siguinetes, desde Barcelona, México y París. En Francia con Pablo Picasso, Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre, André Breton, Margueríte Duras, Louis Aragon, Simone de Beauvoir y Pierre Vilar entre otros muchos. Centenares de intelectuales de referencia a nivel mundial.

La primera oleada huelguista finalizó a finales de mayo, tras acuerdo entre el gobierno y los mineros y volvería a resurgir en agosto, ante los incumplimientos, deportaciones y despidos. Un conflicto que ya había tomado una carácter internacional, al afectar a la imagen del régimen en el exterior, con cobertura por parte de la prensa internacional y manifestaciones de apoyo por todo el mundo. En España estas huelgas marcaron un antes y un después, con centenares de miles de huelguistas en todo el estado.

A partir de 1962 las movilizaciones mineras serian constantes año a año y no sería la última carta de intelectuales a Manuel Fraga, el cual, ya ministro, incluso respondería por escrito dando la versión del régimen de los hechos. El posicionamiento de los intelectuales a favor de los huelguistas el 6 de mayo de 1962, del que se cumplen 60 años, fue fundamental para dejar clara, la naturaleza represiva del régimen y poner en duda las medidas aperturistas, que seguían sin entrar a lo fundamental. La constitución de un sistema de derechos y libertades en España.