L. M. A.

El queso de La Peral es el hallazgo rutilante de la gastronomía asturiana. José Manuel Escorial, crítico gastronómico, autor del libro «España y sus quesos», un magnífico tratado en la materia, lo buscó y lo encontró nada menos que en Murray$27s, la mejor quesería de Nueva York y, junto a una variedad de los montes de Toledo y un manchego, lo presentó en un encuentro español en la Gran Manzana, al que asistía entre otros Ferrán Adriá. Se trajo como souvenir el titular de una revista especializada norteamericana: «La Peral conquista Manhattan».

Bueno, pues el queso de La Peral, que empezó a elaborarse artesanalmente en la localidad del mismo nombre del concejo de Illas en 1923 y que se está renovando continuamente hasta convertirse en una de las piezas más apreciadas de la producción láctea asturiana estuvo ayer de boca en boca, y nunca mejor dicho, en un acto organizado en la Cantina de la Renfe por la Cofradía del Colesterol.

Los asistentes pudieron probar el queso azul de oveja, última creación de la quesería peraliega, además del helado de chocolate y queso a cargo de Miguel Sierra, maestro pastelero y miembro de la Cofradía, y los bombones Arrecifes de Salinas, de la confitería Carmen.

Del queso azul de oveja, que empezó a fabricarse en abril, se producen 3.000 kilos. Y para el de vaca, de acuerdo con la elaboración tradicional, se emplean de seis a siete mil litros diarios de leche, en la quesería de la familia López León.

Escorial, aunque nadie lo diría viéndolo con unos cuantos kilos de más, fue, hace años, un notable jugador de baloncesto en el Estudiantes y en el Real Madrid. Ayer, explicó en pocas palabras pero de manera muy eficaz los rudimentos de la cata ante un público expectante por los quesos. Después, animó a que todos los asistentes los probaran sin reparar en otra cosa que el hedonismo. De eso se trata.

Carlos M. Guardado, portavoz de la Cofradía, hizo de maestro de ceremonias. Esta noche se entregan los premios «Colesterol bueno», «Mandiles del colesterol» y «Toda una vida».