Futuro hipotecado
Ahora nos hemos percatado de que nuestro futuro está hipotecado. Literalmente lo está el de muchísimas familias que han puesto por delante los ingresos de toda su vida laboral para tratar de vivir de un modo que la lógica establece que debería alcanzarse tras años de trabajo. Pero más hipotecado está aún el futuro de miles de jóvenes que, tras años de preparación, se enfrentan al hecho de que la sociedad no necesita de sus conocimientos y, si lo hace, los estima en menos de mil euros al mes. Todo esto debería invitarnos a reflexionar sobre los objetivos que hemos perseguido y el modo de lograrlos. Las carreras universitarias ya no son garantía de un trabajo estable y cualificado. Y si queremos que vuelvan a serlo habrá de ser dolorosamente selectivas. Eso no impide que existan otros cauces de formación paralelos, no sólo para adquirir conocimientos (un derecho universal), sino para permitir el progreso cultural y económico de las personas. Pero no puede suceder movido únicamente por la inercia; sin el impulso del sacrificio.
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