Carolina G. MENÉNDEZ

«Los padres y las madres no somos amigos de nuestros hijos, somos adultos de referencia; nuestro rol no es el de la amistad, que se hace en otro lugar fuera de la familia», señaló ayer Remedios Cotarelo Alonso, educadora del equipo de intervención técnica de apoyo a la familia, tras una charla que ofreció sobre las herramientas para mejorar el comportamiento de los hijos y fomentar su autorregulación con disciplina.

Durante este acto celebrado en el edificio Fuero dentro del marco de la Escuela de familia, la diplomada en Trabajo Social hizo hincapié en la necesidad de integrar una disciplina en el proceso educativo familiar. «Tenemos que guiar a los hijos para que aprendan a discriminar hasta dónde pueden llegar y a tolerar la frustración. Es la manera de prepararles para la vida, ya que desde la infancia hay normas: en el colegio, el trabajo y la sociedad en general», apuntó.

A los jóvenes que no se les marcan límites, comentó Cotarelo, «les estamos respondiendo a todas las peticiones y transmitiendo un mensaje erróneo de lo que se encontrará en el futuro. Y la tolerancia a la frustración con la edad es más dolorosa. Por tanto, no les ayudamos y nosotros no nos hacemos respetar como padres porque nos colocamos en un plano de igualdad», dijo.

La manera más adecuada de establecer normas, indicó, es que sean claras y proporcionadas a la edad. Igualmente, recalcó la conveniencia de que exista sintonía entre los dos cuidadores a la hora de aplicarlas «porque permite percibir coherencia». Y cuando no son acatadas, el castigo -que Remedios Cotarelo llama consecuencia- ha de adaptarse al comportamiento, será razonado y acorde a la edad. «Se debe aplicar con consistencia pero la flexibilidad tiene que estar presente porque las situaciones pueden cambiar. En esta línea, aconseja huir de las amenazas que luego no se cumplen: «esta dinámica no consigue modificar el comportamiento y sí que los jóvenes no respeten a los padres, incluso que lleguen a imponer su criterio».