Nos hemos sentidos muy sorprendidos, más bien frustrados y ofendidos, de que haya aparecido publicado el día 26 de mayo de 2014 en LA NUEVA ESPAÑA un artículo sobre nuestro abuelo don Elceario Mariño Llames, sin que previamente, ni la periodista firmante E. Campo, ni el periódico que utiliza como plataforma informativa se hayan molestado en investigar si las personas de la familia de este honorable avilesino D. Elceario Mariño estaban de acuerdo en la forma y el fondo de este artículo.

La libertad de cualquiera a publicar algo termina donde empieza la libertad de los demás, y en este caso la de sus familiares a opinar y a dar su consentimiento a la posible verdad.

Nos parece que el tema debe ser tratado con muchísimo respeto por alguien que lo haya trabajado muy a fondo y haya dedicado tiempo a estudiar e ilustrarse sobre esas personas y esa época de Avilés y no simplemente transcribir de oídas lo que se ha tratado en una exposición sobre la masonería asturiana en el palacio de Valdecarzana de Avilés.

Nos ha enfadado mucho el tono sensacionalista que la periodista E. Campo ha empleado en los titulares del artículo.

Uno debe documentarse antes de lanzar determinados asertos al aire.

¿Cuáles son las fuentes que han consultado para concluir que nuestro abuelo tuvo que decidir entre un hijo u otro... para que fuera fusilado?

Nos habría gustado que la persona que hubiese hablado de Elceario Mariño y de su hijo Ángel Mariño fuese directamente alguien autorizado por el bagaje intelectual de sus conocimientos y por el dominio sobre el tema y, vuelvo a repetir, siempre con el consentimiento previo de su familia, pues aún le quedan dos hijos vivos que pueden sentirse muy afectados, lógicamente, al leer de pronto un artículo con esos titulares sobre su padre.

Nuestro abuelo fue fusilado en circunstancias tremendas, así como nuestro tío Ángel.

Son personas de las que hay que mantener por encima de todo su dignidad, porque se la merecieron ampliamente.

Fueron bellísimas personas que hicieron mucho bien a los demás e inocentes que pagaron con su vida el pensar de manera diferente en esos tiempos; y en el caso de nuestro tío ni siquiera eso, porque era un jovencísimo deportista y buen lector. Al poco tiempo de matarlo aparecieron por casa de mi abuela con el indulto en la mano diciendo que se habían equivocado de persona. Señores, los sentimientos y consecuencias de estos hechos hay que cuidarlos mucho.

Nuestra abuela no se cayó fulminada allí mismo de puro milagro. Esto es terrible para una madre.

La vida es muy complicada en determinadas situaciones y aprovechamos para decir que la muerte por fusilamiento de Elceario y su hijo ha causado mucho sufrimiento a sus hijos y hermanos, que son nuestras madres y tíos.

Una de sus hijas recientemente fallecida lloró muchas veces en el transcurso de los años esta tragedia, y nosotros con ella. Y lo mismo decimos de nuestros tíos y tías carnales.

Espero que corrijan ustedes y se asesoren profundamente sobre todos los temas, pero en especial en aquellos que, por tratarlos de oídas y ser muy graves, pueden causar mucho dolor y no ser fieles a la verdad.

Espero que ustedes tengan la cortesía, como personas con dignidad, de publicar en LA NUEVA ESPAÑA esta carta de los hijos y nietos de Elceario Mariño y sobrinos de Angel Mariño, su hijo.