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El enemigo ahora es Alcoa

La asamblea de trabajadores declara "la guerra" a la empresa "tras años de brega y esfuerzo para garantizar su competitividad" y convoca una acampada indefinida a las puertas de la fábrica

Daniel Cuartas, presidente del comité de Alcoa en Avilés, da lectura a la carta de la empresa que notifica el inicio de acciones para promover un despido colectivo. MARA VILLAMUZA

La interesada sintonía que mantuvieron durante los últimos años los trabajadores avilesinos de Alcoa y la multinacional aluminera en pos del objetivo común de velar por la viabilidad de la fábrica de San Balandrán saltó ayer por los aires. La notificación por parte de la dirección de Alcoa del inicio de los trámites para promover un despido colectivo sonó a traición entre la plantilla y los representantes sindicales de ésta escenificaron el divorcio en el transcurso de una tensa asamblea celebrada a las puertas de la factoría. "Estos últimos años los enemigos comunes habían sido nuestros competidores y el Ministerio de Industria, incapaz de proporcionar un marco energético estable al sector. Juntos, Alcoa y los trabajadores, bregamos hombro con hombro para sacar la fábrica adelante y dimos muestras sobradas de responsabilidad y esfuerzo para mantener su competitividad. Pero el enemigo ha cambiado y desde hoy es la propia Alcoa, que nos quiere largar para casa", sentenció José Manuel Gómez de la Uz, delegado de CC OO, entre gestos de asentimiento de los obreros apoyando ese punto de vista y sumándose a la improvisada declaración de "guerra".

Los miembros del comité de empresa habían citado a la plantilla a las 15.30 horas para informarles de lo que ya era un secreto a voces a esas horas: que Alcoa va en serio con su idea de cerrar las fábricas de Avilés y La Coruña. La lectura de la carta que la empresa hizo llegar a los representantes de los trabajadores avisando de sus intenciones crispó los ánimos más de lo que ya estaban. "Sinvergüenzas" y "mafiosos" fueron algunos de los epítetos más ligeros que los trabajadores dedicaron a los dueños del negocio. Para el Ministro de Industria, José Manuel Soria, hubo gritos pidiendo su dimisión por "inepto e incompetente". De inmediato y atropelladamente surgieron propuestas de acción, casi todas irreflexivas y fruto del gran cabreo y preocupación que flota en el ambiente. A viva voz se propuso desde parar la producción a bloquear la salida del aluminio al mercado, entre otras medidas drásticas.

Los miembros del comité apelaron a la cautela y la sensatez para no agravar una situación ya de por sí "crítica" -así la definieron- y reorientaron el rumbo de la asamblea hacia derroteros más "productivos". Los líderes sindicales hicieron ver que el objetivo prioritario de esta crisis es evitar el cierre de la factoría y que en ese sentido es importante no "generar daños" en la misma para no darle a Alcoa la excusa de un cierre patronal. Igualmente, se convino en que lo mejor será "seguir produciendo", pues una parada de las cubas donde se fabrica el aluminio -un sistema demasiado complejo como para andar parándolo y arrancándolo- podría ser contraproducente. Otra cosa será que, según avancen las horas, el metal que produce la fábrica quede "secuestrado" dentro de la misma. El curso de los acontecimiento dirá.

La asamblea de trabajadores fue informada de que ya está en marcha la maquinaria necesaria para convocar una manifestación comarcal en defensa de Alcoa, que el Presidente regional, Javier Fernández, se reunirá hoy mismo con el comité de la fábrica y que el jueves los delegados sindicales de las plantas afectadas por el pretendido despido colectivo se verán las caras en Madrid con la cúpula directiva de la compañía.

Tras un receso de casi dos horas para que los miembros de comité consensuaran a puerta cerrada las medidas de acción a tomar, la asamblea fue informada de lo decidido: montar un campamentos día y noche a la puerta de la planta que servirá, desde hoy, para hacer patente la preocupación de la plantilla de su futuro en tanto que en las próximas horas se despejan todas las incógnitas. Un grito de arenga puso fin a la concentración: "Va chavales, ¡ánimo! ¡Guerra y guerra!" Empezaba el día uno de la resistencia aluminera.

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