Gozón, al igual que otros concejos del litoral asturiano, fue una potencia en la plantación de cítricos allá por los siglos XVII y XVIII. Los naranjos y limoneros eran algo habitual en las quintanas de las viviendas y sus frutos eran exportados a las islas británicas y los Países Bajos para combatir el escorbuto, una enfermedad producida por la carencia de vitamina C, y también para elaborar mermeladas. Ya en el siglo XXI, algunas familias mantienen esa tradición cítrica como es el caso de José Manuel García, "Manolo" de Casa Barrosa, en Bañugues. Dice que ya su bisabuelo contaba una historia de "las plantas las trajo un probe que venía pidiendo y ahí siguen". García calcula que los naranjos que posee en la huerta situada junto al hórreo pueden tener hasta 300 años que, sin duda, les hacen ser un símbolo de esta propiedad situada en el entorno de la iglesia de San Nicolás. "Siempre dieron buenas naranjas, éstas plantas y todas las de Gozón", relata "Manolo" de Casa Barrosa para referirse a los dos tipos de árboles que tiene en su quintana, las tiene agrias y también dulces. "Y también unas ricas mandarinas que ya cuidaron mi bisagüelo, mi güelo y mi pa...", añade.

Las plantaciones de naranjos y limoneros fueron menguando en las últimas décadas. Lo cuenta García: "Hace años había plantaciones de todo tipo en el concejo, en Ambiedes había muchos pero incluso antes de que llegara la Ensidesa comenzó a haber menos". García explica que uno de los principales factores que puede explicar el declive de estas plantaciones puede ser la contaminación. Aunque también el éxodo rural u otras cuestiones.

Ya en el siglo XIX, el litoral asturiano y, por supuesto, Gozón sufrieron lo suyo por la casi desaparición del comercio de cítricos en la región. ¿El motivo? La especialización de la costa mediterránea en esos frutos apoyados por el desarrollo de los transportes y la mejora de las comunicaciones.

En Casa Barrosa también hay espacio para otras plantaciones como el sidrón, un árbol que da frutos similares a las naranjas pero que a la hora de llevárselos a la boca "tienen un sabor que mezcla el pomelo y el limón" y, según Mari Nieves García, hija de "Manolo", "son buenos para adelgazar". "Antes garrábamos paxos enteros de naranjas, ahora hay menos", comenta la hija.

La quintana de Isabel Casas está presidida por un enorme naranjo cargado de fruta. "Lo planté hace veinte años, al poco de venir a Susacasa, y simplemente porque me gusta", afirma tras indicar el camino hacia una posible ruta para admirar los naranjos gozoniegos. "Ahí hay una casa vacía con varios naranjos", señala al despedirse. En San Jorge de Heres, efectivamente, aún quedan varias plantaciones como la de Joaquina García y José Manuel Fernández que tiene "más de cuarenta años". García recuerda que antes había muchos más cítricos en las praderías del concejo. "Si no se cuidan, van podreciendo y la gente los quita", advierte. Una de las razones para explicar esta situación está relacionada con que en el campo "queda poca juventud". "Los frutos los uso para hacer zumo, postres, para los pescados,...", comenta. Fernández cuenta que el árbol "tiene el mismo tiempo" que su llegada a su casa. Lo mima y lo poda para que las ramas no cojan demasiada altura.

A pocos metros de la la casa de García y Fernández, asoma un gran naranjo cargado de frutos que da color a la carretera rural de San Jorge de Heres. Es la casa de Benjamín Menéndez que le cuenta a su nieto Javier Casas que el árbol debe rondar los sesenta años. A pocos metros, hay otro naranjo también cargado y enfrente, dos limoneros. Y continuando por la carretera de San Jorge otro par de quintanas cuentan con plantaciones de cítricos. Mientras tanto, en el resto del concejo también se intercambian injertos para seguir manteniendo viva una tradición que llegó a ser un comercio importante hace siglos.