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ANTUÁ ROSAS | SPEAKER DE BOXEO

La voz del boxeo español aprendió a hablar en Versalles

El presentador trabaja en los mejores campeonatos, aunque se inició en este mundo para cubrir una baja puntual

Antuá Rosas, con un micrófono y trajeado como en los espectáculos de boxeo en los que presta su voz para hacer las presentaciones. MARÍA FUENTES

Antuá Rosas se pasa en el centro de un ring de boxeo la mayor parte de sus fines de semana desde hace cinco años, pero nunca ha lanzado un directo a un estómago. Tampoco espera recibirlos, aunque vive todas las veladas en las que participa fajando en el medio del cuadrilátero. No pelea, no se chasca los nudillos, tampoco lleva guantes y mucho menos muerde un protector bucal. Aun así, es el centro de todas las miradas. Antuá es speaker de boxeo y es de los buenos.

También es de Avilés. "Nacido y criado en Versalles", como él dice. Este fin de semana sus cuerdas vocales están en Barcelona. Presta su voz en el "Bcn Boxing Nights", una cita histórica para este deporte que convierte la cúpula de la plaza de toros de Las Arenas en uno de los rings más exclusivos del boxeo nacional, casi medio siglo después de la última vez.

Antuá se dedicó toda la vida a trabajar en su empresa de distribución de equipamiento deportivo, pero siempre mantuvo con la comunicación una cuestión no resuelta. Fue uno de los millones de españoles que se iba a la cama escuchando al periodista José María García. Y después de oír hablar de muchos "chupócteros", "abrazafarolas" y "bombas informativas", una buena tarde hace cinco años le dieron la oportunidad de brillar.

Venía de una comida algo larga con unos amigos y le sonó el móvil. Al otro lado, le interpelaba Rubén García, "Rubi", uno de los más firmes impulsores del boxeo en Avilés. "Él sabe mucho de este deporte, pero es un poco desastre. Había organizado una velada en El Quirinal y lo tenía todo, menos un speaker. Me lo ofreció, sin yo saber nada de boxeo. Entre que estaban mis colegas detrás animándome y que íbamos un poco alegres... total que acepté", relata.

En ese momento, se empolló todos los datos sobre los boxeadores a los que tenía que introducir, casi en tiempo récord. Aún no sabía que ese "sí" le iba a cambiar la vida. "Me vio Daniel Rasilla, promotor de boxeo cántabro. Le gusté y hasta hoy", resume Antuá sobre una trayectoria que le ha llevado a la cúspide del espectáculo pugilístico.

"Creo que no ser alguien que viene del boxeo me da un toque especial. Empecé copiando al asturiano Néstor Domínguez, mirando películas, y escuchando otras voces", asegura sobre sus intervenciones, algunas de ellas apoteósicas. Su imagen en un ring, con luces estroboscópicas y gradas aborratadas de gente es ya un clásico. Acompasado al sonido de unas gaitas y con el gentío de fondo, la voz de Antuá, impecablemente trajeado, suena atronadora.

"Cuenta la historia que pocos más de 300 cristianos, comandados por un hombre, doblegaron con acero, valor, sangre y muerte al poderoso ejército del islam para demostrarles que este país no se toca", arranca. "Es el espíritu de un hombre, el espíritu de Don Pelayo. Lleva su historia tatuada en el cuerpo este impecable guerrero astur", prosigue elevando varios decibelios su tono de voz. "Es Javier, 'El Cachorro', Rubio", clama Antuá medio rompiéndose la voz y convirtiendo una noche de lucha en Avilés en algo mayúsculo.

En estos cinco años, por la vera de Antuá han pasado campeones de España, de Europa y del Mundo, pero él barre para casa. "La figura más grande de este deporte sigue siendo José Enrique Rodríguez Cal 'Dacal'. No solo por los títulos -primer medallista olímpico asturiano en Munich 72- sino por la persona. En cinco minutos con él te das cuenta de todo lo que proyecta", asegura.

Lo dice porque también ha tenido la oportunidad de estar con otras figuras que también ganaron mucho, pero representan la cara fea del boxeo, como Policarpo Díaz, "El Potro de Vallecas". Para los profanos, "Poli" fue un boxeador madrileño, siete veces campeón de España y ocho de Europa en peso ligero, que cayó en desgracia tras su retirada. "El boxeo ya no es eso. Ya no son las apuestas ni toda esa leyenda negra de los noventa. Ahora los boxeadores son deportistas y los hay que son hasta maestros de escuela y van a los sitios en traje", explica Antuá.

En su ascenso a la fama, el avilesino no se olvida de sus orígenes en Versalles. No deja atrás todas las veces que colaboró con la asociación de vecinos, ni todas las veces que se movió para organizar torneos de fútbol en el barrio. Tampoco que fue presidente del Verarte, el equipo de fútbol sala de la zona.

"Era un poco el Peterman, porque hacía de presidente y de entrenador. Mis amigos eran muy buenos jugando y muy malos organizando. Yo al revés", cuenta un hombre de 40 años que logró hacer de su afición, su sueño de toda la vida. "Imagínate, para un tío de Versalles que te llamen para un evento como el de Barcelona es todo un honor", afirma. Pero lo cierto es que estar entre grandes púgiles no es una excepción para este avilesino. En lo que va de 2018 ya lleva alrededor de 37 campeonatos, siempre de aquí para allá.

Además, tiene que compaginar esta faceta con la empresa de serigrafía que mantiene en Avilés. El mismo taller que se encarga de rotular las camisetas amarillas con el lema "Alcoa no se cierra". Por ahora, no se plantea dar el salto a escenarios internacionales, aunque teniendo en cuenta el ascenso meteórico que ha pegado en cinco años, no es descartable ver dentro de poco a Antuá comentando algún show de mucho postín en el extranjero. Sería un paso más para una de las voces más prolíficas del boxeo nacional y que dijo sus primeras palabras en Versalles.

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