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Un avilesino abre un bar en plena pandemia y solo puede trabajar 20 días de 150

Juan Luis Santana, con negocio en Cervantes cuenta su historia

Hostelero avilesino gafado por el covid

Hostelero avilesino gafado por el covid Mara Villamuza

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Hostelero avilesino gafado por el covid Saúl Fernández

Lo dice y apenas se lo cree: “Abrí el bar hace 150 días y sólo he podido trabajar unos veinte”. El hostelero avilesino, de origen dominicano, Juan Luis Santana (1986) cogió el bar La Muralla, en la calle Cervantes, a comienzos de octubre y entre obras de adecuación y cierres perimetrados no ha facturado ni un mes completo. “Empecé el 14 de diciembre y cerré el pasado 19 de enero”, cuando Avilés entró en el club de los concejos perimetrados nivel 4+. “No tengo terraza, pero sí que tengo ventilación”, se lamenta. En esos días felices de la Navidad dio empleo a dos camareras. “Pero las tuve que despedir”, confirma. La caja no dio para muchos alardes, confiesa en su local cerrado, con las guirnaldas navideñas recorriendo aún las estanterías de las botellas. “Mandaron cerrar y no pude ni recoger la decoración”, aclara.

La Muralla había estado abierto hasta finales de septiembre por su anterior propietario. “Le ayudé a levantarlo: trabajamos juntos. Decidió dejar el negocio y yo no podía dejar pasar la oportunidad de tener un bar como este”, explica. El suyo, en su primera encarnadura se llamó bar Cervantes, después fue Las Gildas y ahora, La Muralla, aunque está cercada por las restricciones sanitarias y por su propia ubicación: da a una de las calles con más tráfico de Avilés. La posibilidad de una terraza ofrecida por el Ayuntamiento no es la mejor de las posibles.

“Remodelamos el local como bar deportivo”, detalla mientras señala a una gran pantalla de televisión que lleva cogiendo polvo desde hace un mes. El paso al nivel sanitario reforzado, por lo menos, no le afectó más de lo que ya estaba afectado. El problema mayor, admite, es querer trabajar y no poder. “Menos mal que cuento con el apoyo del casero y de toda mi familia”, agradece.

“Sabía cómo estaba todo por la pandemia, pero también sabía que no podía dejar pasar la oportunidad de explotar un bar como este”, insiste Santana. “Lo que no contaba es con un cierre tan largo”, añade. Tiene otro local pequeño, el Galiana 54. “Pero estaba enfocado para la noche y llevamos sin noche casi un año”, se lamenta. “Lo que tengo que buscar es una nueva manera de pagar mis facturas”, cuenta. Las copas nocturnas se han transformado en cocina para llevar.

En La Muralla tienen cocina y, desde hace unos días, un horno para asar pollos. “Busqué lo que no había en Avilés y resulta que de eso no hay: pollos asados con guarnición y cocinados con especias caribeñas”, recalca el hostelero de Santo Domingo. Juan Luis Santana llegó a España en 2008. “Fui a Madrid: iba a ser socorrista en una piscina. Una prima mía, que vive aquí, en Avilés, me dijo que viniera, que esto me iba a gustar”, cuenta. Y le gustó tanto como para llevar trece años.

Juan Luis Santana aprendió la profesión de hostelero de la mano de “uno de los mejores”. Se refiere a Manuel Cano, el de Les Ablanes, en el Carbayedo. Su vida profesional, de hecho, no ha salido del entorno del parque. De vender sidra a poner copas y, ahora, servir pollos asados y vermús, que la vida no está para saltarse el toque de queda y las normativas complementarias aunque tengan consecuencias: como que Santana sólo haya podido trabajar veintipocos días desde que se puso de hostelero por cuenta propia. “Maldita pandemia”, maldice.

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