Admirar una puesta de sol tiene algo de mágico. Genera una sensación que entremezcla la armonía y la serenidad en un estado de sosiego que permite disfrutar de los últimos momentos del día. La despedida del astro rey regala imágenes que, en ocasiones, nadie quiere que sean borradas de su retina. Los tonos naranjas y rojos, entremezclados entre sí, y en pleno juego con las nubes evocan paisajes y momentos especiales que son idóneos para vivir en soledad, en pareja o incluso en grupo.
Hay personas que aman los ocasos y retratan estos instantes plagados de juegos de luces y cuelgan esas imágenes en las redes sociales, algunas de esas fotografías se hacen virales porque, entre otras sensaciones, transmiten paz. La comarca de Avilés es un lugar idóneo para admirar los últimos compases del día y sobre todo en las jornadas veraniegas, cuando los amantes de las puestas de sol se dejan llevar para buscar los espacios más propicios por una mera sensación de placer, de bienestar, de relajación. Esos regalos para los sentidos pueden disfrutarse en la costa y en el interior de una comarca que convive con una variada naturaleza, de las praderías corveranas e illenses a las extensas playas de Gozón y Castrillón sin olvidar la majestuosa vista del estuario avilesino cuando el día está dando sus últimos coletazos.
Y entre todas esas imágenes robadas al sol, emergen contraluces de surfistas en Salinas, de bañistas paseando por la playa de Los Quebrantos, brillos casi imposibles en la ría de Avilés y un arcoiris que nace entre Las Vegas y Los Campos, en Corvera, cuando el astro rey está a punto de decir adiós hasta la mañana siguiente.
Y como cuando cae el sol, esos tonos amarillos intensos y anaranjados y más tonos cálidos van dejando paso poco a poco a la noche, a una velada relajada y armónica que solo puede transmitir el haber asistido a un regalo de la naturaleza como es el crepúsculo, una sensación que muchos “cazan” con sus objetivos porque “merece la pena recordarlo siempre".