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Un científico hacedor de música: el luthier avilesino que lleva dos décadas reparando y poniendo a punto instrumentos

“Este oficio no está ni de lejos en vías de extinción: es cierto que no hay más artesanos, pero tampoco menos, nos mantenemos en equilibrio con la demanda”, afirma Roberto Jardón

Así es el taller de Roberto Jardón, el luthier avilesino más demandado del país

Así es el taller de Roberto Jardón, el luthier avilesino más demandado del país Mara Villamuza

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Así es el taller de Roberto Jardón, el luthier avilesino más demandado del país Myriam Mancisidor

En el taller de Roberto Jardón todo suena. Y a la vez nada. Huele a madera: arce, abeto, ébano... A, simple vista, el lugar parece desordenado. Lejos de eso, al detalle, cada cosa está donde tiene que estar: las gubias, al fondo; los pinceles, en varios tarros... El luthier avilesino, uno de los más laureados del país –recientemente recibió en público los aplausos de Gustavo Santaolalla, músico y compositor, ganador de dos premios “Oscar”, a quien ajustó la viola que hizo sonar en Avilés– se mueve por su taller con delicadeza, casi mimo. En su profesión la perfección es éxito. Y Jardón lo sabe. Lleva ya más de 20 años realizando trabajos tanto de reparación y puesta a punto como de restauración de instrumentos: grietas, encastrado de cabezas, corrección de curvaturas... Y también dedicado a la construcción de nuevos instrumentos, su verdadera pasión: principalmente violines y violas.

En este campo, si en algo destaca Jardón es en el empeño por fabricar instrumentos artesanales y, sobre todo, conciliar la tradición con una aproximación científica de atención al rendimiento acústico. Así, pues, en la base de su trabajo está madera expresamente seleccionada para la elaboración de los instrumentos y barnices de elaboración propia a base de resinas naturales, como hace siglos. Cada año recibe entre cuatro y cinco encargos para la fabricación de instrumentos. La teoría dice que construir una viola se invierten 200 horas. Jardón no las ha contado: “Creo que unos tres meses, aunque los procesos se solapan en varios instrumentos simultáneos”.

Algunos de sus clientes son virtuosos de la música, pero Jardón, en un deseo por no darse importancia prefiere no dar nombres: “Muchos son nombres relevantes tanto en el mundo de la docencia como de la interpretación a nivel nacional”, precisa. El último, Santaolalla. Por su local pasó también el concertista libanés Ara Malikian... La lista es larga.

Hasta el taller del luthier avilesino, uno de los más grandes de España en cuanto a personal, ya que Jardón trabaja con dos luthieres más, ambos violinistas, se desplazan con frecuencia músicos de todo el país, especialmente de la mitad norte peninsular. “Casi el noventa por ciento de los clientes están ligados a la música clásica”, señala Jardón, ahora en plena “temporada alta” de trabajo con el reinicio de las clases en el conservatorio “Julián Orbón” de Avilés.

El luthier estuvo siempre próximo, por tradición familiar, a las herramientas del trabajo de la madera, y desde niño le interesó la música clásica, pero llegó a esta profesión después de licenciarse en Filosofía, cuando ya tenía 22 años.

De sus manos, además de instrumentos musicales, salen también acordes, ya que tiene conocimientos básicos de violín, y también cantaba en el coro Príncipe de Asturias. También impartió clase durante años de la asignatura de fundamentos de la luthería, cuyo programa hizo él mismo. “Este oficio no está ni de lejos en vías de extinción: es cierto que no hay más luthiers, pero tampoco menos, nos mantenemos en equilibrio con la demanda”, reconoce Jardón con una viola aún en gestación entre las manos. Y apunta: “Lo que sí estamos viviendo es un momento muy interesante a nivel de investigación”.

El luthier avilesino ha participado en algunos experimentos de acústica con el profesor Miguel Fernández Gutiérrez relacionados con los congresos de la Asociación Española de Amigos de la Viola, de la que es uno de los miembros fundadores. También ha escrito varios artículos y ha aparecido en revistas especializadas como “The Strad”. En noviembre de 2014 realizó junto a George Stoppani y Fernando Fernández unos estudios en el Stradivarius de 1713 Boissier-Sarasate que atesora el Museo del Conservatorio Superior de Música de Madrid. “Era la primera vez que ese extraordinario violín se estudiaba realizando mediciones acústicas de radiación sonora, análisis modal, además de otras medidas estructurales como mapas de grosores con sonda magnética, inspección del interior con micro cámara de vídeo...”, relata el avilesino, que es participante asiduo de los encuentros de acústica que se desarrollan en la Universidad de Oberlin en Ohio y en varios experimentos que están teniendo lugar en este momento.

Aunque donde casi siempre está Jardón es en su taller, entre gubias, barnices, arcos, limas... En el centro de la sala hay un ordenador. En la estantería, varios libros. Destaca uno: Universal Dictionary of Violin and Bow Makers. Porque la profesión de luthier es madera, pero también estudio, ciencia e investigación.

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