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Fiesta religiosa con protagonismo de animales en Avilés

San Antón, con retraso

El párroco David Cuenca cumplió con la tradición, en la que participaron decenas de fieles con sus animales de compañía

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Bendición de animales por San Antón en Avilés Ricardo Solís

La fiesta de San Antón, de normal, se celebra cada 17 de enero: los animales se acercan con sus dueños al templo y reciben la bendición del párroco de guardia. La iglesia, antes que el propio Estado, hace tiempo que siente que las mascotas son seres sintientes. Esto pasó, mismamente, ayer poco antes del mediodía. En la iglesia de San Agustín, la del parque de La Magdalena. Una verdadera celebración con una semana de retraso. Porque este de ahora aún no es un tiempo normal. Ómicron mediante.

El cura de San Agustín, David Cuenca, bendice un Baby Yoda, a la salida de misa de 11.00. | Ricardo Solís

El templo del polígono fue una fiesta, mayormente, de amor perruno, de ladridos sin cuento y de niños nerviosos por salir al parque. Las mascotas (y un Baby Yoda) recibieron la bendición de David Cuenca, el párroco de la unidad pastoral, con la hora pegada a las ganas de alargar el festejo: “Que tengo misa a las doce y que no llego”, se excusó así como con la boca pequeña.

Mejor belén. La familia Carretón se llevó el reconocimiento de la parroquia de San Agustín. En la foto, Jorge Carretón, María Jesús Gonzalo y Andrés y Miriam Carretón junto al cura David Cuenca. | Ricardo Solís

Siendo lo de las bendiciones el cúlmen de la celebración, ayer en San Agustín hubo tiempo para la entrega de los premios a los mejores belenes de la parroquia y hasta para que David Cuenca soplara las velas del roscón de reyes que sus dos monaguillos sacaron de la sacristía con el coro de la iglesia entonando el “Cumpleaños feliz”. “Así da gusto cumplir años”, sonrió el cura hinchando los mofletes y apagando ese 4 y ese 8 encendidos que daban fe del aplauso posterior de sus feligreses. Por San Antón, el templo se llena como nunca.

Esperando la bendición. “Luna”, la perrita de Sonia García, fue la primera en recibir la bendición por el día de San Antón. En la imagen, el animal, en brazos de su dueña. | Ricardo Solís

Sonia García llevaba en brazos a su “Luna” toda temblorosa. “Somos de aquí, del barrio”, señaló. Cuando el oficio terminó, fue la primera en salir al atrio y su mascota la primera en recibir las gotas benditas del hisopo del cura del barrio. Antes había repartido aplausos con los niños de la catequesis que montaron los mejores nacimientos de los contornos. Vera, por ejemplo, de primero, no podía con la lista de regalos (el calendario de la parroquia, el evangelio, un belencito y hasta un roscón de reyes). Este problema no lo tuvieron los miembros de la familia Carretón. David Cuenca les llamó a los cuatro al altar mayor, pero los padres quisieron mantenerse discretos. “No, no, todos aquí”, pidió el sacerdote. Y así salieron Jorge Carretón, su esposa, María Jesús Gonzalo y los hijos de ambos: Miriam y Andrés. Como Vera, también se llevaron evangelio, belencito y roscón de reyes tan dulce como en la mañana de los magos.

La misa se alargó algo más de la cuenta: al propio oficio se incorporaron las canciones y los festejos que la normalidad epidémica había retrasado. Fue una misa llena de ladridos, de aplausos, una verdadera juerga dominical. Y David Cuenca respondió por San Antón. Aunque fuera con una semana de retraso. Los catecúmenos, al final, se fueron también a casa con piruletas y los animales, todos benditos. Como nunca.

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