La "bendita locura" del tenis en la playa de Luanco

La pista ubicada en la playa de La Ribera, que requiere dos horas de instalación y desmontaje de forma diaria, cuenta con las medidas reglamentarias del circuito profesional

El equipo humano que hace posible cada día la disputa de los partidos.

El equipo humano que hace posible cada día la disputa de los partidos. / Mara Villamuza

Christian García

El estadio Maracaná (Brasil) en el fútbol, el circuito de Spa-Francorchamps (Bélgica) en la Fórmula 1 o el Maddison Square Garden (Nueva York) en la NBA. Existen en todo el mundo grandes instalaciones deportivas que, por su simple mención, inspiran respeto a los deportistas y avivan su ambición por competir en ellos. Las características concretas del recinto y las grandes gestas deportivas aportan a los estadios, pabellones y demás recintos una magia que tanto los grandes apasionados como los desconocedores saben valorar.

En el caso del tenis, varias pistas tienen el honor de ser recordadas por tenistas y aficionados. Los Grand Slam de Roland Garros y Wimbledon cuentan con dos grandes pistas centrales que han sido sede de las mejores actuaciones de los dos mejores tenistas de la historia en sus respectivas superficies: Rafa Nadal en la tierra batida parisina y Roger Federer en hierba londinense.

Sin embargo, y pese al prestigio que ambas competiciones suponen para el circuito tenístico, ninguno de los dos recintos tiene el honor de albergar un torneo único en el mundo, un torneo con una ubicación que lo destaca por encima del resto y que se disputa sobre una superficie que no se emplea en ningún otro lugar: la arena de la playa de la pista de La Ribera, en Luanco, donde se celebra estos días el Memorial Manolo Galé.

El torneo luanquín, que volvió a celebrarse el verano pasado tras nueve años de parón, ve cómo su pista de competición se monta y se desmonta diariamente, antes y después de cada jornada deportiva, para protegerse de las subidas de la marea.

Para poder llevar a cabo el torneo de tenis, los operarios trabajan a destajo para convertir un simple espacio de arena, donde cualquier otro día un luanquín se tumbaría a tomar el sol, en un recinto deportivo donde se disputan emocionantes partidos entre jóvenes promesas del tenis y grandes figuras de la raqueta que ocuparon el "top 10" del ranking internacional.

De pie: Víctor Mariño, Miguel Fernández, Miguel Suárez, Roberto González y Borja Fernández. Agachados: Juan Orselli, Juan Mancho, José Ruiz, Pablo Braña y Miguel Gutiérrez. | Mara Villamuza

De pie: Víctor Mariño, Miguel Fernández, Miguel Suárez, Roberto González y Borja Fernández. Agachados: Juan Orselli, Juan Mancho, José Ruiz, Pablo Braña y Miguel Gutiérrez. | Mara Villamuza / Christian García

Cada día, decenas de curiosos se acercan a las inmediaciones para contemplar cómo un grupo de diez trabajadores miden, marcan y ajustan los límites de la pista, que cuenta con las mismas medidas que las del circuito profesional: 8,23 metros de ancho y 23,76 de largo.

Para hacer realidad "la bendita locura" que es el Tenis Playa de Luanco, la organización cuenta con dos operarios para el montaje de la pista y del contorno, a los que se suman ocho "pisteros" que realizan labores de preparación para dejar la pista lista en menos de dos horas, tiempo que se reduce ligeramente cuando desmontan el recinto una vez finalizado la jornada.

"Una de las mayores complejidades es la carbonilla negra, que afea la pista", comentó José Antonio Ruiz, actual responsable de la gestión de la pista, que explicó que esa "suciedad" no es predecible y que estéticamente "afea" la superficie dejándola negra. Para combatir el "cisco", la única opción es "rascar" con los enormes rastrillos con los que cuentan.

Pero lo más importante, según el responsable es el espesor de la arena. Según él, la edición de este año contó con un "muy buen año de arena", ya que había una abundante cantidad de grano, lo que hace que con la humedad se compacte y mejore la calidad del bote de la pelota, haciendo más atractivo el juego.

"Cuando llueve, en Roland Garros tienen que parar el partido, aquí no, aquí podemos seguir", explicó Ruiz en referencia a la "envidiable" capacidad de absorción de la arena.

Una de las claves que revolucionó la práctica del tenis en la playa de Luanco fue la sustitución de los surcos, realizados para delimitar la pista, por unas pletinas metálicas que han ido mejorando con el paso de los años. Con unas cuerdas, los operarios marcan las rectas sobre las que pasarán con los palos de marcar, que dejarán el hueco necesario para las pletinas. Todo al servicio de un espectáculo único.

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