Una inmersión lingüística y también social

Un programa de intercambio entre alumnado avilesino y francés refuerza los lazos de amistad frente a las diferencias culturales y educativas

Por la izquierda, Sofía Villa, Melissa González, Mari Cruz Meana, Milo Deloye, Lyna Gherbi, Bérénice Pavat, Alejandra Sánchez, Eliora Mancassola y Sanuel Zapico en el IES Número 5. En la foto falta Carmen Pérez.

Por la izquierda, Sofía Villa, Melissa González, Mari Cruz Meana, Milo Deloye, Lyna Gherbi, Bérénice Pavat, Alejandra Sánchez, Eliora Mancassola y Sanuel Zapico en el IES Número 5. En la foto falta Carmen Pérez. / Miki López

Illán García

Illán García

Nueve estudiantes asturianos, cuatro del Carreño Miranda y cinco del IES Número 5, iniciaron el curso en Francia como parte de un intercambio. Vivieron en casas de otros alumnos galos de su edad durante un mes. Los franceses, otros tantos, pasaron el mismo período de tiempo en Avilés en los institutos de sus ahora nuevos compañeros y amigos. Tras dos meses de relación, todos coinciden en que, al margen de la experiencia de la inmersión lingüística que, obviamente, también les ha servido para "soltarse" sobre todo en la comprensión oral, han nacido nuevos vínculos "casi familiares" entre jóvenes que residen unos de otros a más de 1.300 kilómetros. El intercambio con alumnado de la región de Besançon y pueblos del entorno contó con la participación de 27 alumnos asturianos, de los cuales nueve son avilesinos gracias a un programa coordinado por la consejería de Educación.

Gonzague Racinangue y Lucas Pérez han compartido familias y han tejido una gran amistad los últimos dos meses. Estos días comparten clase en el Carreño Miranda. Uno del otro han aprendido detalles de ambas culturas, de sus respectivos idiomas y también han escuchado "Pink Floyd" y "Guns’n’roses", entre otras bandas de rock que les apasionan. A Racinangue le encanta el cachopo y observa que en España, los alumnos tienen más tiempo libre porque los horarios de clase finalizan antes de ir a comer a casa. En Francia, hay días que tienen clase hasta las 18.00 horas. "Aquí se come muy tarde, a las 15.00 horas, en Francia suele ser al mediodía", indica el francés Elio Meyer. Las clases "son menos estresantes" en Francia. "Hay más respeto, se trata de usted a los profesores y nunca se levanta la voz", afirman. "Parece que están muertos en clase, no se oye nada", indica el asturiano Ángel Musatoiu, con sonrisa burlona. El intercambio les ha servido para socializar más, profundizar en el conocimiento de otro idioma y y considerar a sus compañeros directos del intercambio casi como hermanos. "Me voy a sentir solo", abunda Musatoiu cuando su compañera Melina Blaise y el resto de sus compañeros regresen a Francia el miércoles tras dos intensos meses de relación.

Arriba, Gonzague Rancinangue, jacobo Lamas, Lucas Pérez, Melina Blaise y abajo, Lucife Ducroux, Daniela Roces, Ángel Musatoiu y Elio Meyer en unas escaleras del IES Carreño Miranda.

Arriba, Gonzague Rancinangue, Jacobo Lamas, Lucas Pérez, Melina Blaise y abajo, Lucife Ducroux, Daniela Roces, Ángel Musatoiu y Elio Meyer en unas escaleras del IES Carreño Miranda. / MARA VILLAMUZA

En el IES Número 5 ocurre otro tanto de lo mismo. Milo Deloye y Samuel Zapico afrontan con "pena" los últimos días en Avilés. Se invitan el uno a casa del otro para próximas fechas y eso porque han tejido una gran amistad, cuestión que trasladan también a sus respectivas familias. Pero no todo es amistad y socialización, han aprendido a conocer otro sistema educativo. A los asturianos les sorprendió que las clases en Francia tuvieran unas ratios de 35 a 40 alumnos por aula y que existen centros con más de 2.000 alumnos, algo impensable para una ciudad como Avilés y más en estos tiempos de envejecimiento poblacional. "Tienen tranvía", afirman los avilesinos sobre su estancia en tierras galas. Los franceses destacan, sin embargo, los precios y la "belleza" de los edificios así como el jamón y "las moscovitas", apostilla Deloye, que se le hace la boca agua mientras pronuncia ese postre que degustó en su excursión a Oviedo.

Entre risas, complicidades y compañerismo, los alumnos de intercambio del Carreño Miranda y del Número 5 agotan los días, pasean, se abrazan y recuerdan lo vivido estos dos meses, todo tras ser unos completos desconocidos y haber tejido una amistad que, dicen muchos, no va a ser flor de un día. Otros quieren seguir desarrollando programas de intercambio con otros lugares, seguir aprendiendo más español o francés depende del caso y conocer a más jóvenes. Este programa ha servido además para unir a los alumnos franceses que antes no se conocían. "Ahora Elio es un amigo", concluye Gonzague Racinangue, del Carreño Miranda.

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