José Padilla | Autor y director de «Ruido», que se estrena en el Niemeyer

"Lo rico del teatro es que se comparte de mil y una maneras"

"No se me caen los anillos: me encanta poder pasar de la escena de gran formato a la del pequeño con cierta asiduidad"

José Padilla, en una anterior visita a Avilés. | Ricardo Solís

José Padilla, en una anterior visita a Avilés. | Ricardo Solís

Saúl Fernández

Saúl Fernández

El dramaturgo y director de escena José Padilla (Santa Cruz de Tenerife, 1976) estrena esta noche (20.00 horas) en la sala club del Niemeyer su último espectáculo, la comedia "Ruido". Atiende la llamada telefónica de LA NUEVA ESPAÑA desde Praga, en Chequia. Y es que este mismo jueves tenía que asistir a un "combate de dramaturgia", en checo, con otra de sus obras: "Las crónicas de Peter Sanchidrián", teatro de ciencia ficción y comedia salvaje.

–Le pillo en Praga.

–Estoy en Praga porque hoy [por el jueves] se hacen aquí "Las crónicas de Peter Sanchidrián". Todo esto empezará a las siete de la tarde. Se trata de un "combate de dramaturgia" y es un acto que está auspiciado por el Instituto Cervantes. Hay varios textos de autores y autoras españoles, los traducen al checo y los representan en un teatro.

–Con actores checos, supongo.

–Con actores checos, efectivamente. Sí, sí, sí. Aquí estoy, en Praga. [Finalmente, ayer, jueves, Padilla se llevó el premio del Jurado y el del Público] Y mañana [por ayer]: de Praga a Avilés.

–Vaya con esta semana intensa.

–Sí, sí, desde luego.

–¿Cómo está "Ruido", ya terminaron de montarla entonces?

–El miércoles ensayé con los actores. Hoy jueves están solos y mañana [ayer, viernes] ensayamos en Avilés. O sea, han estado un día sin mí, pero el equipo está ahí. Ahora, en Avilés, ajustaremos las últimas cosas. Bueno, las típicas de los estrenos. Y ya, a por todas. Lo que está hecho, está hecho.

–Cuénteme, ¿qué hay en "Ruido"?

–En "Ruido" hay comedia, mucha comedia, hay intriga y diría que hay un cierto elemento de "thriller". Y creo, también, que mucha sorpresa. A partir de ahí vamos a ver si somos capaces de ofrecerles esta experiencia al público.

–Y, encima, estrena en el club del Niemeyer.

–Todo lo que sea ir a Avilés, lo sabe bien usted, es siempre una buena noticia. Allí se nos acoge como en ningún otro sitio. Tener la garantía de poder estrenar en un lugar así, con un público así, a mí, personalmente, me parece un añadido nada desdeñable y creo que refuerza el trabajo que estamos haciendo. Así que sí, es un enorme placer poder estrenar en el "Off Niemeyer".

–Va del "Off" al teatro "grande" y del "grande" al "Off". Parece que tenga querencia por todo.

–Sí, tengo querencia por todo. "Ruido" es una pequeña vuelta a los orígenes que no desdice nada, al contrario, reafirma todo. Creo que el teatro es teatro y así sea una obra mayor, como la última que pudo ver –"Run. Jamás caer vivos"– o esta, que tiene un corte, digamos, más íntimo. No deshecho nada porque todo el teatro me aporta una experiencia espectacular. No se me caen los anillos: me encanta poder pasar de la escena de gran formato a la del pequeño con cierta asiduidad.

–¿Quién manda en su teatro?

–Hombre, en todo teatro termina por mandar el público: esta es una de las pocas verdades que atesora el teatro: el público manda. A partir de ahí hay un momento, el inicial, en que mando yo por motivos obvios, pero según van avanzando los días y según se va conformando el trabajo, dejo yo de mandar y empiezan a tomar las riendas tanto el equipo técnico como, por supuestísimo, el elenco. Esto se lo digo siempre a los equipos con los que trabajo: "Es una perogrullada lo que voy a decir, pero una vez empieza la función, los directores sois vosotros. Mi trabajo termina cuando se apagan las luces de sala y se iluminan las del escenario. "Bueno, chatos, esto es vuestro".

–Se tienen que arreglar ellos solos.

–Sí, claro, es la maravilla del teatro.

–¿Cómo sienta que un grupo ajeno tome para sí obras que usted ya había representado?

–Estoy a punto de vivir eso, por fortuna, nuevamente. En checo. De repente, hay una obra que trasciende la autoría. Lo rico del teatro es que es un artefacto que se comparte de mil y una maneras, cosa que no sucede en otras disciplinas artísticas. El teatro nunca está acabado y lo prueba el hecho de que a día de hoy seguimos haciendo los clásicos.

–¿Qué pasó en el festival de Canarias con "Run", la última obra que se vio en el Niemeyer?

–Mataron el espectáculo. Se habían comprometido conmigo y con la productora. A principios de verano nos dijeron que no se podía por motivos burocráticos y luego nos reconvocaron para hacerlo en septiembre. Dos semanas antes de lo que hubiera sido estar en el escenario, no es una hipérbole, nos dijeron que se caía. Fue una desfachatez importante. Después de esto, a mí no me ha llamado nadie. Se escondieron. Rompieron una compañía y se escondieron. Esa cobardía es lo que define todo lo demás.

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