Avilés despide con pena a Fernando Álvarez Balbuena, empresario erudito, poeta y "dueño de mil saberes"

La iglesia de San Nicolás de Bari acoge esta tarde el funeral

Fernando Álvarez Balbuena.

Fernando Álvarez Balbuena. / Mara Villamuza

Saúl Fernández

Saúl Fernández

La enorme curiosidad por las razones del mundo que siempre manifestó el escritor, estudioso y empresario Fernando Álvarez Balbuena –falleció este domingo en Avilés a los 90 años– se tradujo, consecuentemente, en una actividad social larga y frondosa que explica que la pena por su ausencia haya llegado a gremios tan dispares como el del comercio, la política, los intelectuales o el arte. Todas esas penas juntas tienen cita esta tarde a las cinco en la iglesia de San Nicolás de Bari, que acogerá el funeral de cuerpo presente del empresario y erudito.

El presidente del Principado, Adrián Barbón, a media tarde de ayer, compartió en X (antiguo Twitter) la necrológica del empresario y escritor avilesino que publicó LA NUEVA ESPAÑA, y firmando personalmente señaló: "Lo conocí en mi etapa de Alcalde. Era una persona con la que siempre disfrutabas conversando y hablando. Amaba Avilés y Asturias". La alcaldesa de Avilés, Mariví Monteserín, también se sumó a la pena: "Era una persona muy vinculada a la ciudad, a los eventos de la ciudad, a todo lo que sucedía en Avilés. Era un erudito, una persona con amplios, amplísimos conocimientos y, sí, es una persona de esas que vamos a echar de menos", señaló la Regidora. "Este sábado pasado, en la inauguración del certamen de coros ‘Villa de Avilés’ ya lo eché en falta: era la primera vez que estaba allí sin él". Y concluyó: "Como Alcaldesa, le estoy muy agradecida por haber participado positivamente en la ciudad siempre. Desde la erudición y el ámbito cultural". Monteserín no se olvidó de su faceta empresarial: "Lideró uno de los comercios más importantes de la ciudad, quizás uno de los más conocidos. Así que, también, en este sentido, ha hecho mucho por la propia ciudad", concluyó.

La concejala de Cultura, Yolanda Alonso, tampoco quiso olvidarse del intelectual fallecido. Dijo que su pérdida era "grande" y destacó "su participación activa en la vida cultural de la ciudad". Para Alonso, Balbuena era "un hombre culto, buen conversador y ávido de conocimiento, siempre educado y amable", concluyó.

Ramón Rodríguez, que es el director del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), quiso también participar en la despedida de Álvarez Balbuena y lo hizo en lo más alto: "Se ha muerto un gran señor: era miembro correspondiente desde hace años, un escritor excelente y un gran poeta". Añadió: "Lamentamos su pérdida: fue un gran colaborador de la institución", añadió.

La última edición de "Avilés, una historia de mil años" la presentó el historiador Juan Carlos de la Madrid en noviembre del año pasado. Allí estuvo también el escritor: "Con la muerte de Fernando Balbuena, Avilés se hace más pequeña. Fue un vecino singular, triunfador en los negocios y dueño de mil saberes de la cultura, que siempre estaba dispuesto a compartir con su ciudad. Es muy duro perder vecinos de semejante condición, porque Avilés, una ciudad cada vez menos poblada, se achica con su marcha mucho más de lo normal".

Su vida social fue tremenda y sin pausa. Silvia Argüelles, la presidenta actual de la Sociedad Económica de Amigos del País de Avilés y comarca, un colectivo que Balbuena contribuyó a fundar en 2002 junto al ex cronista oficial de Avilés, Justo Ureña, señaló: "Balbuena era un ilustrado del Siglo de las Luces que recaló en nuestros tiempos". Argüelles intentó resumir su relación con Balbuena: "Era un hombre polifacético. Destacaba en todas las facetas que cultivaba, y todo se le daba bien. Y, encima, era un hombre bueno, culto, educado. Tuve la suerte de compartir su sabiduría las muchas veces que hacíamos tertulia".

En este sentido, la práctica totalidad de las sociedades económicas de España lamentaron la muerte de Balbuena.

Aspecto de la capilla ardiente de Fernando Álvarez Balbuena, ayer por la tarde.

Aspecto de la capilla ardiente de Fernando Álvarez Balbuena, ayer por la tarde. / Miki López

Armando Arias, presidente de la asociación cultural La Serrana señaló: "Fue mi presidente cuando los dos coincidimos en los primeros años de la Sociedad de Amigos del País. Trabajamos juntos a gusto. Era muy concienzudo, muy serio, pero con esa seriedad que engrasa las máquina y te hace pasar de la colaboración a los afectos".

El empresario y antiguo presidente de la Cámara de Comercio, Antonio Sabino, admitió que había sido Balbuena quien le llevó a la Sociedad de Amigos del País. "Nos conocíamos desde hacía décadas, coincidimos en el plenario de la Cámara. La última vez que nos vimos debió de ser hace un mes: lo siento mucho".

Benjamín Lebrato, el presidente de la Cofradía del Bollo, señaló: "Fue un empresario de referencia en Avilés: llevó a la máxima excelencia su negocio, por eso le reconocimos con nuestro galardón: el ‘Adelantado’ de 2016".

María Esther García López, la presidenta de la Asociación de Escritores y Escritoras de Asturias, destacó su faceta como mecenas: "Colaboró económicamente en el Concurso internacional de poesía ‘Mujer y madre’, convocado por nuestra asociación, de la que era socio". Fue, de hecho, su impulsor. "Llegaron a participar hasta 300 escritores", apuntó García López. "Sin embargo, quiero resaltar su faceta como persona, afable, buen amigo, trabajador, respetuoso y gran orador. Nos acogía una vez al mes en la tertulia literaria en su casa. La literatura en Avilés y en Asturias está de luto: siento mucho su partida", concluyó.

Favila, en este sentido, también lo recordó como "coleccionista": "Fue uno de mis primeros clientes. Escuchar sus consejos era aprender siempre".

El poeta Aurelio González Ovies también quiso recordar a Álvarez Balbuena: "Era una de esas personas de conocimiento enciclopédico, un verdadero sabio. Fue un impulsor incansable y cercano y amable siempre".

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Fernando Álvarez Balbuena nació en Gijón, pero porque nadie le preguntó sus preferencias. Estas, las preferencias, las remarcó con sus pasos por el mundo.

Esa carrera la terminó antes de anoche, en su casa de toda la vida, rodeado de todos los que llenaron toda esa vida entera de nueve décadas de amor, de libros, de clientes, de amigos y de sabidurías variadas. Desentrañó, por ejemplo, el asesinato del presidente Juan Prim, explicó los orígenes del parlamentarismo europeo (están en León). Habló de señores con nombre de calle y paradas de metro, escribió versos, escuchó a todos los que seguían esos pasos que empezó a dar cuando el país tenía forma de república y faltaba una revolución, una guerra y una dictadura para volver a esa democracia de la acción civil.

Balbuena cuando era liberal, lo era a conciencia, con peso de memoria y sabiduría. Dispuesto a batirse en un debate con las armas de la palabra. Daban gusto los que se montaban en La Granda, cuando La Granda estaba en La Granda y ahora, que lleva unos años que está en el Parche, allí mismo, a unos metros de casa, del negocio de toda la vida, esa empresa de veintitantos empleados. «Todavía hay quien me pide que le atienda yo», explicó.

Ese negocio circunscrito a la optometría, una sabiduría que contribuyó a ordenar hace la tira y de la que fue uno de sus primeros estudiantes. Lo de ser de Gijón no fue cosa suya. En las memorias que dictó a LA NUEVA ESPAÑA lo explicaba él de manera diáfana: «Mi padre, Marino Álvarez, trabajaba en Gijón como jefe de sección de un comercio que se llamaba La Sirena, que estaba a un paso de las calles Corrida y de los Moros. Conoció a mi madre, que se llamaba Aurora Balbuena, se casaron a comienzos de la década de los treinta. Vinimos, entonces, los tres a Avilés. Y ya no me marché de Avilés, salvo el tiempo en que estuve estudiando el Bachiller en los jesuitas en Gijón. Estuve siete años».

Que este gijonés se haya muerto siendo un avilesino ejemplar se debe al desempeño que puso en ello y que cobró forma de empresario de éxito, de promotor cultural sin par, de activista por la ciudad donde se hizo grande, donde triunfó en los negocios. «Me hice cargo de la empresa porque mi madre había trabajado bastante para no seguir haciéndolo. Continué con los empleados, con Fontanillas, con los Iglesias, con Alfredo y con Gregorio. Entre los cuatro llevamos la tienda. Nos fue muy bien». Tan bien que se retiró con timidez cuando su hija Aurora Álvarez-Balbuena tomó el gobierno de la compañía: «Me libera un poco del día a día. Está más al día, se crio conmigo. Mucho de lo que sabe se lo enseñé yo».

Así que sí, Balbuena se fue yendo para atender esa curiosidad insaciable que necesitaba alimentar.

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