La Habana de Padura se siente en Avilés

El escritor repasa en el Niemeyer su última novela, "Personas decentes", y confiesa la virtud del escritor: "Saber oír, cada persona es una historia"

El escritor cubano Leonardo Padura, junto a Deli García, en el Centro Niemeyer de Avilés.

El escritor cubano Leonardo Padura, junto a Deli García, en el Centro Niemeyer de Avilés. / Mara Villamuza

Christian García

"Siéntense y póngase ‘Bienvenidos’, de Miguel Ríos, porque hoy vamos a hablar de sexo y rock and roll". Con esta carta de presentación, la profesora de Literatura Deli García dio la bienvenida al Niemeyer al escritor cubano Leonardo Padura, quien presentó en el marco del ciclo "Palabra", su última novela "Personas decentes", la décima entrega de su serie protagonizada por el detective Mario Conde y ambientada en dos épocas diferentes pero en la misma ubicación: La Habana. El premio "Princesa de Asturias" de las Letras de 2015 desmenuzó los detalles de su obra, en la que ofrece innovaciones respecto a sus obras precedentes, pero siempre con un vínculo común como es la mirada crítica de Cuba y especialmente de su capital, ciudad natal de Padura.

El escritor llegó al complejo cultural de la ría de Avilés "colapsado" por una copiosa comida que disfrutó en una sidrería junto a la alcaldesa de Avilés, Mariví Monteserín. "Cada vez que vengo a Asturias necesito comer una fabada y pago la factura por ello", comentó Padura provocando la risa de los más de 200 asistentes al acto. Pese a ello, dio muestra de su gran capacidad de oratoria. "Soy escritor y como tal me encanta hablar", advirtió al comienzo.

En ese sentido, la conductora de la charla, Deli García, preguntó a Padura acerca de la "intertextualidad literaria", en referencia a las "dobles lecturas" que se realizan con las obras del escritor, que hacen referencia a textos de otros autores. "Soy un lector profesional, leo con intención de escribir", esgrimió el cubano. Padura confesó que se toma prestados de otros escritores para hacer "algo diferentes" o "lo mismo de forma distinta". Y es que, pese a ser un ponente con gran habilidad dialéctica a la hora de entablar conversaciones, el premio "Princesa de Asturias" recalcó que la principal virtud de un escritor es "saber oír", pues "cada persona es una historia" y eso "alimenta el almacén de los escritores".

El público que asistió al Centro Niemeyer para la presentación del libro de Leonardo Padura. | Mara Villamuza

El público que asistió al Centro Niemeyer para la presentación del libro de Leonardo Padura. | Mara Villamuza / Christian García

Una de las cuestiones que no pudo faltar fue la especial vinculación de Padura con la música. Ante la cuestión de qué "playlist" sería capaz de hacer con su bibliografía, el autor cubano citó a los "Beatles", los "Rolling Stone" e incluso el cantautor catalán Joan Manuel Serrat, sobre quien Padura destacó que conserva gran número de seguidores en la isla caribeña.

Caracterizado por su mirada crítica hacia la situación cubana, que le conllevó numerosos problemas tanto en su etapa como periodista pero también como escritor, Padura no se escondió para cuestionar la música que triunfa hoy en día entre los jóvenes. "Mi generación es muy privilegiada. Los jóvenes de ahora tendrán en su memoria el reguetón", espetó. Por contra, destacó y ensalzó los boleros, una fuente de rivalidad entre México y Cuba por hacerse con la autoría de un género que es "la poesía que han cantado todos en el Caribe". Como nota destacada, Padura afirmó no saber bailar pese a los intentos de su mujer, Lucía. "Hay oídos que son cuadrados", bromeó. Sobre "Personas decentes", el debate se centró en el giro de guión en cuanto al narrador omnisciente tradicional en su obra, que en este último libro se renueva en la figura de Arturo Saborit. "Uno siempre juega con los lectores", señaló Padura, quien explicó que la decisión vino dada por la necesidad de presentar un personaje que cayese "deslumbrado" ante la figura de Alberto Yarini Ponce de León, antagonista de la novela y "encantador de serpientes", según el autor.

Las prostitutas son otros personajes clave de la obra, con el propio Yarini de exponente de tal realidad, como político y a la vez proxeneta. "Quise tener una actitud comprensiva, más que compasiva", comentó el autor en referencia a ellas. La obra, ambientada en La Habana en dos épocas, muestra una era postindependencia tras la que "quedaron muchas viudas". "Son mujeres que sólo tenían su cuerpo para vender y sobrevivir", recalcó el autor.

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