El festivo final del vapor "Avilés"

Tras disparar en él un castillo pirotécnico, fue cañoneado y hundido frente al Malecón de La Habana

Entre el popurrí de barcos que acompañaron a los restos del «Maine» se encontraba el vapor «Avilés». Fotografía publicada en la página 23 de la revista «Mundo Gráfico» (24-4-1912), recuperada de la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España.

Entre el popurrí de barcos que acompañaron a los restos del «Maine» se encontraba el vapor «Avilés». Fotografía publicada en la página 23 de la revista «Mundo Gráfico» (24-4-1912), recuperada de la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España.

Rosa María García Fanjul

El "Avilés (HDKP)", primer vapor de ese nombre, se gestó en 1872, cuando la Real Compañía Asturiana de Minas (RCAM) pensó sustituir en su transporte marítimo la vela por el vapor; su director James Payne interesó en ello a Melquiades Carreño, que a su vez reunió un grupo de inversores formando la no oficializada Compañía de Navegación a Vapor de Avilés, dos de cuyos miembros viajaron en enero de 1873 a Escocia y encargaron a Cunliffe & Dumlop la construcción del buque, que a Payne le pareció grande por lo que, aunque individualmente invirtió en él, solicitó para la RCAM un barco más pequeño, el "Arnao".

Diseñado "expresamente para el tráfico a lo largo de la costa española" el "Avilés" se botó en Port Glasgow el viernes 30 de mayo de 1873. Según el Lloyd’s Register era un vapor de hierro a tornillo (a hélice), de una cubierta y 567 TRB y 425 TRN, un motor de dos cilindros (de 40 y 28 pulgadas de diámetros respectivos) le daba una potencia nominal de 75 HP y es posible que tuviese aparejo para vela; medía 173,8 pies de eslora, 26,4 pies de manga y 12,8 pies de puntal, J. R. García López le señala 11 pies de calado.

Entregado en septiembre de 1873 inició de inmediato sus singladuras, llegando a Barcelona ─procedente de Glasgow─ el día 30 de ese mes tras una travesía de 17 días con cargamento de carbón. En ese puerto se matriculó zarpando de él el 15 de octubre con efectos para Bilbao. Los propietarios constituyeron ante notario, el 18 de agosto de 1874, la Sociedad en comandita Viña y Cía. bajo la gerencia de José Viña García (sus 29 socios, uno de los cuales, José Antonio Bandujo lo capitaneó desde su entrega,─ aportaron un capital total de 401.025 pesetas).

La construcción del vapor «Avilés» fue un encargo de la RCAM y el astillero encargado de la obra, Cunliffe & Dumlop, de Escocia.

Navegó de cabotaje entre puertos españoles admitiendo carga y pasaje, pero en noviembre de 1875, ante su escaso rendimiento, se decidió su venta a bajo precio, aunque al mando de Bandujo siguió viajando entre puertos españoles (y ampliando su oferta a Marsella) al menos hasta finales de 1876.

Según Gil de la Roza, socio de la casa consignataria Polledo, Rienda y Cia., el "Avilés" llegó por primera vez a Cuba en 1877 con mercancías procedentes de la villa a su consignación, y se quedó definitivamente en las Antillas, siendo adquirido por la naviera de Ramón Herrera (no está claro cuándo, pero sustituyó al vapor "Madrid" como costanero de Costa Rica en enero de 1878), navegando para ella y para su continuadora, Sobrinos de Herrera. En 1891 pasó a la lista de La Habana y tras la pérdida de Cuba (1898) cambió de bandera. Retirado en 1913, en sus últimos tiempos salía todos los martes, a las cinco de la tarde, desde La Habana rumbo a Isabela de Sagua y Caibarién.

Tanto en sus travesías ibéricas como caribeñas tuvo momentos "interesantes": requisado para transporte de tropas, llevó entre 600 a 800 hombres de Santander a Bilbao (1874), trasladó 200 heridos de guerra de Santoña a Gijón (1876), transportó al Batallón Fijo de Ceuta desde Tarragona a San Sebastián (1876) y dio con el "misterio" al encontrar un brick a la deriva vacío y sin documentación que remolcó a Gijón (1875); en Baracoa se enfrentó a una manga de agua disparándole, y por lo visto ganó (1890), embarcó tropas y pertrechos durante la guerra de Cuba, rompió el bloqueo americano (1898), y fue uno de los buques que el 16 de marzo de 1912 participaron en el homenaje al "Maine", llevando a los representantes de la prensa para "presenciar la ceremonia de arrojar al fondo del mar los restos del acorazado americano", hundidos con gran ceremonia y concurrencia a algo más de cinco millas de La Habana.

La primera travesía duró 17 días y le llevó de Glasgow a Barcelona cargado de carbón.

En 1913, coincidiendo con la fiesta de la independencia, juraban cargo los electos presidente y vicepresidente cubanos, y entre los festejos y espectáculos estuvo el hundimiento del "Avilés", acto propuesto por los propietarios del vapor, que lo ofrecieron a tal fin. La idea fue muy bien acogida por los comisionados de festejos y las autoridades. Se dispararían desde él fuegos artificiales y luego se le cañonearía para hundirlo incendiado a cuyo efecto colocarían en su cámara materiales inflamables, "otro espectáculo como el del ‘Maine’, pero de noche" escribió "El Diario de la Marina".

Alguno se sintió molesto, pero como dijo el mismo periódico anterior "no se trata de matar al ‘Avilés’, que bien muerto está hace tiempo, sino de darle honrosa sepultura. Y ya que hay que ‘enterrarlo’, mejor y más digno que hacerlo con entierro de tercera y ‘entre dos luces’ es que se le dediquen honores de capitán general muerto en campaña. El ‘Maine’ en su tumba se sentirá celoso de tan solemne sepelio".

Entre el popurrí de barcos que acompañaron a los restos del «Maine» se encontraba el vapor «Avilés». Fotografía publicada en la página 23 de la revista «Mundo Gráfico» (24-4-1912), recuperada de la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España.

Composición realizada aplicando recortes de prensa sobre una vieja tarjeta postal. Frente a ese horizonte se vio en la noche del martes 20 de mayo de 1913 el final del vapor «Avilés». / R. G. F.

El martes 20 de mayo se colocaron en el Malecón tres grandes reflectores eléctricos facilitados por la marina nacional que iluminaron las aguas y la gente ocupó al completo la zona. A las nueve de la noche salieron los barcos del puerto, primero y navegando a propia máquina el "Avilés" adornado con guirnaldas de luces. A bordo iban: Agustín García, práctico mayor del puerto; Julio Blanco Herrera y José Jaumá, gerente y capitán inspector, respectivamente, de la empresa propietaria; los pirotécnicos, un maquinista, dos fogoneros y un marinero. Lo seguían el remolcador "Mariel", los dos cañoneros encargados de la "ejecución" el "10 de Octubre" y el "24 de Febrero", el "Enrique Villuendas" ─con la Comisión de Festejos Marítimos e invitados; y, finalmente, en dos alas, varios remolcadores engalanados con banderas y farolitos, el vapor "Mascotte" de la Pand Co. S. S. con la delegación americana, y más barcos y lanchas iluminados y con música.

El «Avilés» llegó por primera vez a Cuba en 1877 con mercancías procedentes de la villa en la bodega, y se quedó definitivamente en las Antillas.

El Club Avilesino, que fue obsequiado por la Casa de Herrera con la rueda del timón de respeto del "Avilés" (la empresa se quedó con las letras de bronce que formaban su nombre en la popa), fletó para el evento al remolcador "Cuba", que salió con la comitiva provisto de viandas y sidra "El Gaitero", aunque hubo de regresar sobre las doce por mareo de algunos concurrentes.

Después de las diez y en el punto elegido, a una milla y media o dos de La Habana, se dispararon los fuegos artificiales (para los que se habían destinado 10.000 pesos); luego, fijada la posición del vapor amarrando su timón y dado un cabo al remolcador "Mariel", todos abandonaron el buque que, en un simulacro de combate naval fue cañoneado, incendiado y hundido.

Aunque no acabó ahí la historia porque, al irse al fondo, sus restos averiaron uno de los cables telegráficos submarinos de la Commercial Cable Company, que tuvo que enviar, desde la oficina central en Nueva York, a uno de sus ingenieros a arreglarlo.

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