Rosa Somoano | Artista y pregonera de las fiestas del Socorro

«Todo niño debería vivir hasta los 15 en un sitio como Luanco y con la libertad de antes»

«Para quienes vivimos el pueblo desde la mar, la fiesta del Socorro es la más genuina y la más querida; estoy muy feliz con dar el pregón»

Rosa Somoano.

Rosa Somoano. / Mara Villamuza

La artista y divulgadora cultural Rosa Somoano será la pregonera de las fiestas del Socorro, que darán comienzo este domingo en Luanco, el pueblo al que llegó con un mes de vida y del que siempre presume allá por donde va.

–¿Qué siente siendo la pregonera del Socorro?

–Lo primero que tengo que decir es ¡vivan las fiestas del Socorro 2024! Son las más genuinas y las más queridas del pueblo y estoy muy feliz por dar el pregón; es una cosa muy bonita poder contar mis experiencias de la edad del pavo. Quiero a Luanco por encima de todo; tengo la mar metida en el cuerpo. Vine con un mes de vida con una madre de Ribadesella y un padre luanquino. Soy una más.

–¿Qué significado tienen para usted estas fiestas?

–Hay otras, pero para quienes vivimos Luanco desde la mar, estas son las más representativas. Tengo grabado que íbamos al cabildo, donde bailábamos al son de la banda del pueblo; venían otras, pero era la nuestra. Salíamos tras ella cantando. Eran unas fiestas que los mayores respetaban tanto que nos las inculcaron a los pequeños. Las queremos mucho. Vamos a las novenas, cantan los marineros... Antes se cantaba mucho, pero ahora como cantes te riñen; me da mucha pena. Un pueblo que canta no morirá. Quiero promover que una o dos veces a la semana podamos ir a un chigre a cantar.

–¿Qué otros recuerdos guarda del Socorro en su juventud?

–Nada más que oíamos los voladores por la mañana salíamos todos los niños cantando tras la banda: «Viva Luanco, puerto hermoso...». Ahora salen los cabezudos pero está descafeinado. Casualmente, los saqué adelante porque estaban guardados en una caseta del club marino. Los recuperamos, y me presta muchísimo verlos y recordar que eran los que salían cuando era pequeña. Daba igual que el Socorro fuera en invierno, porque no había otra cosa. Para nosotros era una felicidad absoluta porque venía mucha gente. Ahora nos hemos acostumbrado y se está perdiendo la esencia naif que había. Se disfrutaba al cien por cien. Los jóvenes tienen tanto que está desapareciendo lo genuino.

–Si algo la caracteriza es ser organizada, ¿cuándo y cómo preparó el pregón?

–En cuanto recogí todo de Navidad en Luanco, me puse a escribir, cogiendo ideas. Apunté cosinas de mi vida. Con calma y tranquilidad, sabiendo que era lo único que iba a hacer, me senté y lo hice. Ya está hecho y estoy feliz y deseando contarle al pueblo cómo fue mi vida en Luanco, al que quiero por encima de todo.

–¿Con qué se queda de todos estos años en Luanco?

–Me quedo con la infancia más feliz posible. Todo niño debería vivir en un pueblo hasta los 14 o 15 años. Pero claro, hablo de un pueblo con una libertad total, en el que si sonaba la sirena de la fábrica sabíamos que era la hora de volver a casa. Era un pueblo vivido a tope, pero eso ya pasó y no volverá. Aquí no había coches, jugabas a la comba en la calle. Ahora ya no hay calle.

–Y eso que se marchó joven a trabajar a Oviedo.

–Los 50 años en Oviedo me los pasé volviendo a Luanco todos los fines de semana. Lo veo tan cambiado que me da penina. Era gris. Ahora es colorido, pero era un gris tan guapo y tan libre, con casas antiguas que eran especiales. Muchas zonas han perdido su esencia, pero son cosas del avance. El ruido de la calle me llama mucho la atención, de los niños que ya no están. Ahora salen de la escuela y no hay algarabía.

–¿Se ha perdido la esencia de pueblo?

–Me encanta escuchar al vecindario conversar por las mañanas, contándose sus anécdotas y poniéndose al día. Viví en Oviedo y Gijón, y eso no lo había. Cuando las mujeres sobre todo salen a la compra es maravilloso. Por la tarde parece un pueblo del oeste. Todo el mundo tras el visillo o viendo las novelas. A esa hora Luanco desaparece.

–Hace poco comentó que su belén de este año sería el último. ¿Qué nos depara en el futuro Rosa Somoano?

–Si no hago eso, haré otras cosas. No soy capaz de no hacer. Ahora tengo un rastro sin ánimo de lucro y que creo que funcionará muy bien. Estoy con otras actividades con las que sentirme joven aún. Todavía no llegó  el momento de acabar. Espero hacer más unión con las asociaciones de Luanco y Gozón para darnos fuerza y energía y ser ricos en ideas.

–El pasado fin de semana estuvo en la inauguración de la exposición colectiva de Daniel Acuña. ¿Cómo ve el relevo generacional?

–El mundo está hecho para la gente joven. Los mayores tenemos la experiencia y los jóvenes deben mamar de ella. No debemos ser egoístas y guardarnos nuestras ideas. Debemos enseñar a las nuevas generaciones para que se puedan comer el mundo. Es patrimonio de Luanco.

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