8-M: Día de la Mujer / LAS ROMPETECHOS

Lucía no quería llamar la atención cuando pidió la optativa de Mecánica

La avilesina Lucía Álvarez Lago fue la única alumna que cursó Automoción de su ciclo y recuerda que, al acabar, le ofrecieron prácticas "porque una muyer siempre adorna mucho en un taller"

Pasó cuatro años como mecánica de motos de competición y hoy trabaja en la ITV

Las Rompetechos del 8M: Lucía Álvarez, mecánica

Mara Villamuza

A. Rubiera

A. Rubiera

Lucía Álvarez Lago (Avilés, 1984) es mecánica de la ITV desde hace trece años. No era la primera mujer cuando entró, ni siente que su presencia en la Inspección Técnica de Vehículos debiera ser destacada porque, para cuando ella se integró en ese ambiente laboral, la vía de agua femenina en ese entorno tan masculinizado ya estaba abierta. Tiene, recalca, compañeras de gran valía, también en el plano de la representación sindical. Y ahí está cercano el ejemplo de la última huelga en los centros asturianos, "donde dieron la batalla como cualquiera. Esas sí que abren camino".

Donde ella se siente "un poco" pionera es como alumna de Automoción en la FP asturiana –año 2003– y en los estudios posteriores que la llevaron a formarse y a trabajar en Cataluña como mecánica de motos de competición. Ahí sí que tuvo muy poca, por no decir ninguna, compañía femenina. "Siempre fui un poco rara", aduce Lucía Álvarez, asumiendo como indeleble esa marca que se ponía bien pronto a quien no anduviera por la senda marcada.

Así que hay que volver varias décadas atrás para encontrarse con esa Lucía "rompetechos". Eran los años en los que cursaba Secundaria en el IES Carreño Miranda y sacaba "notazas" en la ESO. Llegado el momento, le tocó elegir optativas y ella escogió la casilla que ponía "Mecánica".

Fue entonces cuando se topó con el primer "micromachismo" del que es consciente. "El orientador del instituto me llamó a su despacho y me dijo que si me había pensado bien la optativa que había elegido. ‘Creo que esto lo estás haciendo por llamar la atención’, me soltó". No se le olvida. "Yo sacaba muy buenas notas, era una cría guapa... no entendía nada de lo que me decía. Yo no necesitaba llamar la atención para nada... Me dio coraje lo que me dijo", reflexiona. A ese orientador algunas veces se lo cruza por la calle. "Me entran ganas de pararle y decirle que, 25 años después de que pusiera en duda lo que hacía, soy mecánica y llevo muchos años ganándome la vida como mecánica", añade.

Para no contrariar mucho a nadie –"en casa me pedían que siguiera estudiando, que me planteara la Universidad, que ya se me pasaría lo de los motores"–, Lucía Álvarez pasó de la Secundaria al Bachillerato, que sacó sin problemas. Pero ese avance no le quitó de la cabeza que quería ser mecánica porque "siempre me había gustado cacharrear y enredar con las cosas". Así que, al final, pudo hacer Automoción en el Valliniello. Fue la única alumna de todo su ciclo. De allí pasó a trabajar en talleres de la Renault, en Ford... hasta que decidió especializarse en mecánica de motos de competición, en Barcelona, sin que importe mucho que ni tenga carné de moto "ni las conduciría en mi vida".

Así y todo, "estuve en los circuitos cuatro años y fue una experiencia preciosa. Siempre rodeada de compañeros que eran hombres, compartiendo caravanas, tareas, vestuarios... y sin ningún problema. Me trataron como a una más", relata. Esa experiencia tan buena se truncó por el desplome de la construcción, ya que eran mayoritariamente los empresarios del sector los que subvencionaban la mayoría de los equipos. "Pasé de tener cuatro equipos y dos talleres que atender a solo uno. Así que me vine para Asturias", relata. Un día un antiguo jefe, al que considera casi como su mentor, le avisó de las oposiciones a la ITV. Recuerda que eran 470 aspirantes para siete plazas. "Pensé: ¿qué hago yo aquí?", pero fue pasando pruebas, pasando pruebas, y entró. No miente si dice que la ITV no le despierta la pasión que sentía por el mundo de las carreras de motos, pero, a cambio, le ha dado una vida más estable y organizada que le facilita tener una vida familiar y criar a su hijo.

"Tengo un niño de 4 años y cuando llego a casa su interés por mi trabajo es total: en seguida pregunta: ‘Mamá, ¿qué coche arreglaste hoy? ¿Qué le pasaba?’. Y si le mando fotos de camiones o de tractores... alucina", cuenta Lucía Álvarez, consciente de que ese niño crecerá habiendo interiorizado que su madre es mecánica y es tan normal como cualquier otra profesión que pudiera ejercer.

En ese entorno laboral no percibe que haya miradas cruzadas por el hecho de que sea mujer. "Igual algún paisano te suelta algo... pero son los menos. Casos puntuales". Y al decirlo se acuerda de otra experiencia que hace que la conmemoración del 8M sea siempre necesaria. "Al acabar el módulo de FP, uno de los responsables de un taller que solía recurrir a alumnos de nuestro centro se puso en contacto con el instituto para decir que se había enterado de que tenían a una chica haciendo Mecánica y quería ofrecerme las prácticas. ‘Mandármela, que una muyer siempre adorna mucho en un taller’, le dijo al responsable de mi centro". Sin palabras. Por supuesto, nunca la mandaron a ese taller.

Lucía Álvarez tiene un montón de sobrinos y una sobrina. La niña quiere ser "camionera y bailarina". Y podrá ser lo que quiera, porque, para ella, que su tía sea mecánica es lo más normal.

Suscríbete para seguir leyendo