De filiales, despeñadas y máximos castigos en Semana Santa

El cúmulo de circunstancias negativas que trajo consigo la derrota del Avilés en Santander ante el Rayo Cantabria, filial del Racing

Davo Fernández se lamenta tras fallar un penalti

Davo Fernández se lamenta tras fallar un penalti / Área 11

Jorge Valverde

Jorge Valverde

Pues el Real Avilés Industrial ya tiene otro motivo para repudiar a los filiales. En realidad, desde la perspectiva genérica, motivos no solo tiene el industrialista, sino la gran mayoría de clubes que han de batirse el cobre para sacar adelante su día a día. Es razonable decir que los mal llamados "filiales" –oficialmente, equipos dependientes– parten desde una posición de ventaja, cuales acomodados succionadores de la pasta de "papá".

No arrastran seguidores, no aportan al movimiento que sustenta el espectáculo y, mientras tanto, las pensantes cabezas federativas siguen sin percatarse de la cantidad de plazas que se malgastan e impiden que el fútbol crezca en la descentralización. Sigue antojándose un campeonato específico para equipos dependientes, como ya ocurre en el sistema de ligas de Inglaterra o Italia. El día que llegue, la sensación de tiempo perdido flotará.

Tras ese razonamiento generalizado, está el particular del Real Avilés, que, en lo que va de siglo, ha disputado 97 partidos oficiales ante dependientes. El domingo, en Santander, desniveló la balanza hacia lo negativo, con un saldo de 37 victorias y 38 derrotas. Sus partidos ante la camada racinguista guardan otro dato llamativo, el de la ruptura de la rentabilidad que los avilesistas suelen extraer de sus goles. A lo largo de la pasada y presente temporadas, de los 54 partidos que terminaron con al menos un gol blanquiazul, solo tres concluyeron en derrota y, en todos los casos, con el Rayo Cantabria como contrincante.

La primera gran racha (18 partidos) se prolongaba durante 6 meses, a partir del 3-0 ante el Gimnástica Torrelavega, en septiembre de 2022; la segunda (16 partidos) comenzaba con el 0-2 de Luanco de hace un año; y la tercera (11 partidos) arrancaba el pasado 3 de diciembre con el 2-1 ante el Arandina. Si esas ráfagas de rentabilidad no se alargaron más fue por la aparición del Rayo Cantabria, que las tres veces endilgó el mismo resultado (2-1), dos en el Suárez Puerta y la última del Santi Gutiérrez Calle. Para más inri, todas cayeron como losas sobre la bocina, en los minutos 90, 92 y 87.

En el lenguaje futbolístico, no suele utilizarse un término contrario a remontada. Bien valdría un "despeñada". Eso es lo que el Real Avilés Industrial sufrió en los dos partidos de esta temporada frente al Rayo Cantabria. En ambos fue por delante en el marcador y acabó por detrás. Lógicamente, esta circunstancia, tanto a favor como en contra, es muy poco habitual. En los 41 años de historia blanquiazul, los marcadores registran 83 remontadas y 75 despeñadas. De estas últimas, 5 tuvieron al Caudal como causante, siempre bajo el yugo del tejerismo.

De lo sucedido el domingo en el barrio santanderino de La Albericia se extraen otros dos apuntes infrecuentes. Por un lado, el penalti que Dani Atanes le bloqueó a Davo Fernández. El defectuoso lanzamiento del extremo pone fin a la eficaz racha de 9 transformaciones desde 11 metros que Natalio Lorenzo (5), Pablo Espina (2), Jorge Morcillo (1) Y Jorge Fernández (1) habían alargado durante los últimos 13 meses, exactamente desde que Natalio errara el último la pasada temporada en el El Requexón.

En este apartado, el récord histórico tiene trazas de seguir perdurando varias décadas más, desde el establecido entre diciembre de 1991 y febrero de 1995. Durante aquellos más de tres años, los lanzamientos convertidos de forma consecutiva se elevaron a 23, por destreza de Joaquín Alonso (17), Raúl Rodríguez (3), Vicente Borge (1), Rubén Uría (1) y Javi Prendes (1).

Por otro lado, la concatenación de las derrotas en los domingos de Ramos y Resurrección. Es la tercera vez en la historia que el Real Avilés Industrial sufre la paradoja de caer en los dos días que representan el triunfo en la apertura y cierre de la Semana Santa. La primera vez ocurría en 1985, cuando los realavilesinos perdían ante Alavés y Sporting Atlético, en el Mendizorroza y el Suárez Puerta; y la segunda, en 1998, con las derrotas en Llaranes frente al Talavera y en el Príncipe Felipe cacereño.

Por encima de las más firmes creencias bíblicas, el peligro de estas derrotas viene dado por la coincidencia con la recta final de los campeonatos. Aquel elenco que José Ramón Fuertes dirigía en 1985 no pudo salvar la categoría; el de 1998, con Raúl González, sí, tras la agonía de la Promoción de Permanencia. En ambos casos, el equipo había sufrido destituciones, igual que el actual, pero el fútbol es tan caprichoso que, a día de hoy y aunque los acontecimientos hayan empeorado, hasta puede dar oportunidad de lograr algo más que la permanencia en la cuarta división.

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